Diles que se vayan
Son pocos pero sobran porque hacen mucho daño, porque no hacen más que manchar esa idea de club único que el 99 por ciento cultivamos en cada partido en San Mamés y en cada salida
Fue un partido de trece minutos. Algunos de los damnificados de la compañía aérea que patrocina al Athletic llegamos exactamente en el minuto 83, siete ... más seis de descuento que hasta se nos hicieron largos. A tiempo de vivir lo mejor y lo peor del partido de Roma. El gol de Paredes y la reacción de unos energúmenos que vestidos de negro no se molestan ni en tratar de pasar por zurigorris. El lanzamiento de una bengala a la afición rival pudo tener funestas consecuencias, y llueve sobre mojado con estos 'nuestros ultras', que lo son, sean de derechas, de izquierdas o mediopensionistas. Es nuestro cupo de descerebrados que usan del fútbol para sus fechorías de machotes sin mayores alicientes en la vida. Una más, que tendría que ser la definitiva para que no tengamos que ver de nuevo sus atuendos fascistas junto a los rojiblancos. Ni juntos ni revueltos.
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Es el momento de decir basta en el Athletic. Son pocos pero sobran porque hacen mucho daño, porque no hacen más que manchar esa idea de club único que el 99 por ciento cultivamos en cada partido en San Mamés y en cada salida. La directiva de Uriarte ha anunciado medidas duras, pero más que anunciar tendría que afirmar con rotundidad que van a dar con los irredentos camorristas en la puñetera calle (kale gorrian, ondo ulertzeko). Es cierto que una comisión disciplinaria habrá de adoptar resoluciones en aplicación estricta de los Estatutos del club, donde hay sobrados mecanismos para que los socios que así se comportan dejen de serlo, o para que los que no lo son no puedan pisar San Mamés, Lezama o desplazarse con el Athletic. No es necesario citar preceptos estatutarios que conducen a tales sanciones, que pueden ser a perpetuidad. Sonrojos como el de Roma, cuando no sólo se daña la imagen, la economía o la competitividad del club, sino la integridad física de personas, han de ser suficientes. Y no sólo para que, junto a las responsabilidades administrativas o penales que haya lugar, se castigue internamente a los concretos lanzadores de esa bengala, sino para que un colectivo que se vale de llamadas a la violencia o al enfrentamiento, grupúsculo identificable e identificado, no pueda hacerse pasar más por propio del Athletic. Ni esas personas ni esa marca. Que se vayan de una santa vez.
Vemos (seguimos viendo) en nuestro entorno, estatal o europeo, cómo bandas denominadas radicales, pero que son de inadaptados sociales, aprovechan banderas deportivas para dar rienda suelta a sus afecciones psicóticas de agresividad. ¿Qué diantres es eso de asociarse con los de no sé dónde para pegarse con no sé qué otros por no se sabe bien qué afinidades y odios impostados? ¿Qué es eso de usar las camisetas como uniformes de guerra para que luego los demás no podamos llevarlas con orgullo fuera de casa? ¿Qué ha hecho el fútbol, ese deporte que tanto queremos, para merecer esto?
Ojo, que estamos a favor de la grada de animación joven en el Athletic, pero no para que se cobijen en ella los que viven de la bronca o del insulto. Nada de eso hace falta para defender lo propio, que no merece vincularse con el desprecio al contrario, a lo que siempre ha sido ajena la cátedra de San Mamés.
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Como dice oportunamente la nota emitida por el club, la afición del Athletic ha maravillado hace poco en Sevilla, como lo hizo antes en Manchester o en cualquier salida europea. Nuestro patrimonio inmaterial no puede ser ensombrecido por cuatro camisas negras. No lo deberíamos consentir. Queremos que se vayan, y queremos que tampoco campen a sus anchas por aquí otros ultras, sean holandeses, belgas o serbios, como amenaza ocurrir mañana, simultáneamente, en Bilbao, Donostia y Gasteiz. Y ahí confiamos en la eficacia de la Ertzaintza, que habrá de poner en su sitio, sin miramientos, a los que pretendan amargarnos la convivencia deportiva. Sean los de aquí o los de allí, diles que se vayan.
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