Se presenta un nuevo clásico copero Athletic-Barcelona y venimos de sucedidos recientes que difícilmente se pueden soslayar. Venimos, sin ir más lejos, de un ... monumental escándalo arbitral en el que el Real Madrid se ha visto groseramente beneficiado frente al colista Almería, masacrado por un debutante colegiado 'ayudado' por el VAR, lo que deja la impresión de que, con instrumentos técnicos o sin ellos, nada ha cambiado. Se alimenta la leyenda negra de los blancos, no tanto del propio Real Madrid sino de lo que le rodea: árbitros que no ven lo que los demás vemos, tanto los vestidos de corto como, manda narices, los cómodamente sentados con monitores y tecnología; y esos medios capitalinos que bordean la vergüenza ajena, hablando los más cafeteros (o lecheros) de vuelta a la «normalidad». La vida sigue igual.
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Pero lo que aumenta la perplejidad es escuchar a Xavi Hernández, entrenador culé, al que ayer mismo, aprovechando el 'almeriazo', no le dolían prendas en hablar de que «algo no cuadra en la competición», que «a nosotros todo nos cae de cruz», o que «hay cosas que escapan a nuestro control para ganar la Liga». Alucinante percepción de las cosas la de quien fue un gran jugador y caía bien por estos lares, pero que se ha convertido en un entrenador llorón y económico con la verdad. Porque no es el mejor momento precisamente para que el Barcelona hable de conspiraciones en su contra. No lo es cuando les persigue no una leyenda negra, sino Negreira, algo más que leyenda en este grave caso, en el que se van conociendo evidencias de una intervención llamémosla «irregular» en el desarrollo de la competición durante lustros. No hay más que conocer las declaraciones de 21 árbitros sobre cuál era la intervención del vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, remunerado con más de 7 millones de euros por el Barcelona para ser «asesorado» durante, casualmente, sus largos 17 años de mandato. No sabemos si a Xavi aquello le cuadraba o ha perdido ahora una gran ocasión de callarse, como cuando se reía al preguntarle sobre el escándalo que pende sobre su casa.
Y no deja de ser curioso que ambos dos, merengues y culés, se tiren los trastos a la cabeza y se acusen recíprocamente de favoritismos arbitrales, olvidando, ellos y el aparato mediático que los sostiene, los daños colaterales infringidos en su falsa e impostada cruzada a equipos como el Almería, que es el perjudicado realmente del atraco del domingo pasado, como otras veces el resto de los equipos ajenos y sufridores del eje dominador del fútbol patrio.
Luego, eso sí, la extraña pareja se une para defender una competición como la Superliga que pretende perpetuar el exclusivismo, aumentando unas ganancias reservadas para ellos que hoy ya se disparan del resto: 160 millones por barba en derechos audiovisuales la pasada temporada (el Athletic no llega ni de lejos a la mitad), en un círculo vicioso que convierte la competición española en una diarquía, lejana al modelo exitoso de la Premier inglesa, donde saben poner los huevos en varias cestas.
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No sabemos si mañana San Mamés preguntará por Negreira, leyenda tan negra como la blanca. O si alguien se acordará de la todavía inexistente reacción de los organismos del fútbol español (que no están ni se les espera para estos trances), o de la propia UEFA (más contemplativa que nunca) ante lo que ya vamos sabiendo, como si no se hubiera actuado antes en el ámbito deportivo previo al judicial firme.
Otra leyenda distinta es la del Athletic, pero ésta es una leyenda virtuosa, la que nace de una filosofía y una historia sin parangón. Y es que, como en la propia Barcelona se recordaba con admiración y respeto con motivo del 125 aniversario rojiblanco, el Athletic es como el bar (con b) de la esquina, del barrio, de toda la vida, y el resto de los grandes (incluido el Barça) como franquicias en la avenida central de la ciudad. Que cada uno siga engrosando su leyenda.
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