El Athletic, una cárcel con barrotes de oro para sus jugadores
Se trata de un vínculo férreo pero bien remunerado, en tiempo y forma, porque el club es solvente y cumplidor, paga religiosa y filosóficamente a los suyos, lo que es sin duda de valorar
La inmensa mayoría de los athleticzales compartimos la filosofía del club. Eso sí, interpretando cada uno a su manera la letra pequeña, a la espera ... de que alguna directiva decida utilizar los instrumentos participativos que los nuevos estatutos ofrecen para, por fin, definirla. Sea como fuere, asumimos tanto el orgullo como las limitaciones que esa singular política deportiva nos produce. En concreto, me voy a referir a la tesitura a la que cíclicamente nos enfrentamos: los serios condicionantes a la hora de intentar retener a las figuras propias. Porque si difícil es acceder hoy en día a los jugadores vascos que destacan por ahí (clubes vecinos con recursos reforzados) no lo es menos renovar a nuestras joyas, incipientes o consagradas, porque el Athletic las necesita más que ninguno, al no tener un mercado en el que reponerlas, como hacen Real Sociedad, Sevilla o Cartagena. En estos momentos estamos en una de ésas, a vueltas con la deseada renovación de dos jóvenes valores como son Oihan Sancet y Nico Williams. Auténtica reválida para la directiva de Jon Uriarte.
Si es ardua la tarea de afrontar y materializar una renovación de un jugador propio cotizado (los estratégicos que llamara el expresidente Macua) lo es por una razón insoslayable: el jugador ya sabe lo que le supone unirse al Athletic, como a ningún otro club, con un vínculo contractual. Aquí los contratos se firman para agotarlos (mientras el jugador interese, claro). El club se remite, para romper una relación con un futbolista con novias, a que la pretendiente (con la voluntad de aquél) ponga el taco, o sea, que pague la cláusula pactada hasta el último euro. Como ello parece que va a seguir siendo así, como las salidas no se negocian, para el jugador al que se ofrece renovar el Athletic se presenta como una cárcel. Sí. Temporal, deseada, pero cárcel con grilletes. Así se le figurará también al futbolista de fuera que se pretenda fichar. Hay que pensárselo, porque no hay acuerdos de salida como en otros sitios. En Bilbao el matrimonio lo es hasta que la cláusula (o el vencimiento del plazo) nos separe.
También es verdad que esa cárcel puede considerarse de barrotes de oro. Se trata de un vínculo férreo pero bien remunerado, en tiempo y forma, porque el Athletic es solvente y cumplidor, paga religiosa y filosóficamente a los suyos, lo que es sin duda de valorar.
La entidad rojiblanca ha de introducir, al negociar, cláusulas elevadas para evitar las marchas indeseadas, en consonancia con los altos sueldos reclamados, porque la filosofía se paga. Al jugador, por su parte, le interesa lo contrario, por aquello del por si acaso, porque (no nos engañemos) lo de no incluir cláusula alguna no es sinónimo de vinculación más fiel, ya que deriva a la determinación indemnizatoria por una instancia tercera, caso de querer salir el trabajador y no haber acuerdo con la empresa, con todas las de ganar por aquél en un posible pleito. Por tanto, es entendible, y hasta exigible, por la masa social, que el Athletic postule cláusulas lo más altas posibles. Pero ¿resulta operativo si de lo que se trata es de consumar, sí o sí, la renovación cuando el salario es asumible? ¿Hay que facilitar el clausulazo? ¿Renovar o morir?
Quien más quien menos puede pensar que algunos jugadores en su día tocados por el Athletic prefirieron otros destinos para evitar esa firme atadura ante sus anhelos de crecer. Ello seguramente se ha producido con futbolistas en edad de merecer, porque los veteranos aceptan más fácilmente una vinculación que finalice cerca de la jubilación. Los nombres están en la mente de todos.
Sancet y Williams junior tendrían que pensar por sus propios intereses, deslindándolos de los de su representante. Y comprender la bondad de un nuevo vínculo que les sitúe, a su final, ante futuros contratos, cuando ya se verá si coger la puerta y salir. Aceptar la oferta actual del Athletic es seguir en casa, bien tratados y bien remunerados, y despreciarla exponerse a una posible baja forma o lesión antes de junio de 2024, y con ello a un paso atrás por el club. En Bilbao también hay trenes.
Con todo, para hacer atractivo el enlace, el Athletic tiene que ofrecer un futuro ilusionante en lo deportivo. Eso mismo, ser un equipo ganador.
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