La cuestión navarra
La presencia de jugadores de la Comunidad foral en el Athletic ha descendido hasta representar una proporción lógica
Alex Berenguer celebró su gol del domingo tumbándose sobre el césped boca arriba y levantando los brazos. Imagino que no olvidará nunca ese instante de ... plenitud. Cuando todo parecía indicar que iba a ser sustituido tras un pobre partido -de haber sido un canterano que se estrenaba en San Mamés probablemente no hubiera salido en la segunda parte-, Berenguer se convirtió en el salvador. Tal y como están las cosas en el Athletic, con tres o cuatro goles más como ese su fichaje casi podría darse por amortizado. Los primeros en acudir a celebrar el gol con el exjugador del Torino fueron Muniain y Raúl García. Fue algo casual. Sencillamente, eran los que estaban más cerca.
La imagen de los tres sobre la hierba hizo inevitable pensar en la conexión navarra, tan popular en el Athletic. Ahora bien, había que ser cuidadosos con los significados y no dejarse llevar por la primera impresión. No se trataba de que la plantilla de Garitano estuviese llena de navarros. De hecho, hay menos que otras veces: sólo cuatro jugadores de campo frente a los siete que hubo, por ejemplo, a finales de los noventa o los primeros años del nuevo siglo, cuando las relaciones entre el club bilbaíno y Osasuna vivieron sus años más estrechos, tensos y productivos. Lo que ocurre ahora es que los navarros se concentran en las posiciones de ataque. De hecho, incluso a Iñaki Williams se le puede incluir en esta conexión 'navarrica' dado que, hasta que llegó a Lezama con 18 años, se forjó en dos clubes de Pamplona.
¿Significa algo esto? A mi juicio, no pasa de ser una casualidad. Desde luego significa mucho menos de lo que algunos suponen. Me refiero a todos aquellos que, a lo largo de las tres últimas décadas, es decir, coincidiendo con los años de sequía de títulos en el Athletic, han querido ver en la navarridad algo así como un plus, un valor añadido. No hace falta decir que a cualquier veterano rojiblanco esto le parece un cuento chino. Y es que la historia que ellos vivieron fue exactamente la contraria. Eran los navarros quienes sufrían un complejo de inferioridad manifiesto en las cosas del fútbol respecto a los vizcaínos. Los títulos del Athletic y victorias como el 1-8 en Pamplona en 1959 contribuyeron ello, ciertamente.
La realidad es que, cuando el Athletic ha sido grande, la presencia de los navarros ha sido inexistente o testimonial. Serafín Areta fue un defensa de complemento en la década de los cincuenta y en la plantilla del último equipo campeón sólo estaban De Andrés y Sola. En el subcampeón de la UEFA y de la Copa, ninguno. Lo cierto es que Navarra cobró importancia en el Athletic en los noventa, cuando el club bilbaíno, cada vez más angustiado por el descenso demográfico y las consecuencias de la ley Bosman, necesitó explotar al máximo su mercado y sus territorios de captación. El éxito en Navarra fue inmediato, hasta el punto de crearse una especie de selecta denominación de origen. Permítanme la caricatura, pero es que estuvo en circulación mucho tiempo y todavía sigue viva en el inconsciente de algunos aficionados: mientras del Viejo Reino salen chavalotes duros como la piedra de un frontis, fieros e indomables, en Bizkaia nos crecen jovencitos blandos y sobreprotegidos.
Esta simpleza ya ha caducado en lo sustancial. Las cosas están en su sitio. No existe ninguna diferencia por territorios en la competitividad de los futbolistas y lo lógico, por pura proporción, es que en una plantilla como la del Athletic acaben jugando unos pocos navarros, cuatro o cinco, bien escogidos a poder ser. Mal que le pese a Osasuna, que ha vivido muchos años gracias a los traspasos a Bilbao, Navarra debe continuar siendo un granero para el Athletic. Lo contrario sería muy peligroso ya que la exigua base de captación de Lezama está al límite de lo sostenible, si es que no lo ha superado. Hay que pensar, además, que el mercado europeo es una competencia (Azpilicueta, Monreal, Merino o Berenguer) y que Gipuzkoa no sólo está casi vedada sino que encima la Real es capaz de llevarse al mejor futbolista navarro actual: Mikel Merino. Ya podía haber sido él quien se uniera también a la montonera feliz con Berenguer, Raúl García y Muniain tras el 1-0 al Levante.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión