El colapso ofensivo amarga al Athletic
La crisis de juego de los rojiblancos deja una sequía que se resume en una cifra: 3 goles en los últimos 7 partidos de liga
En el fútbol a las estadísticas nunca les han faltado ni les faltarán detractores, renegadores militantes y, desde luego, una gran proporción de relativizadores orgullosos ... de serlo. Es normal. Hay veces, sin embargo, en que las cifras son tan elocuentes que no queda otro remedio que rendirse a la evidencia que ofrecen. Es el caso de las que esta temporada describen la sequía goleadora del Athletic, un extraño fenómeno casi meteorológico que tiene perpleja a la afición rojiblanca. Nadie contaba con algo parecido. Y es lógico porque lo que está ocurriendo es extraordinario, en algunos casos nunca visto en la historia rojiblanca.
Vayamos de los datos más generales a otros más particulares. El Athletic ha sumado nueve goles en las diez primeras jornadas, una cifra que le iguala con el Girona, el Osasuna y el Alavés. Sólo el Oviedo lo ha hecho peor: siete dianas. Ver a los de Valverde en la cola de los equipos realizadores rechina como podría hacerlo una vieja tiza en la pizarra. Al fin y al cabo, estamos hablando de un equipo muy ofensivo que en las tres últimas temporadas, cumplida la décima jornada, había firmado 17 goles (la pasada), 16 (en la 2023-24) y 19 (en la 2022-23).
Y no sólo eso. La extrañeza aumenta si nos vamos al comienzo de este mismo curso, que tan ilusionante se presentaba en el mes de agosto. Los rojiblancos marcaron seis goles en sus tres primeros compromisos de Liga (3-2 al Sevilla, 1-0 al Rayo y 1-2 al Betis), una cifra que les situaba en tercera posición, junto al Real Madrid, en la lista de goleadores. Sólo les superaban el Villarreal (8) y el Barcelona (7). El grupo de Valverde no jugó bien en ninguno de ellos, aunque los saldara con victorias. No fue mejor que el Sevilla, que el Rayo o que el Betis. Tuvo más suerte en los cara y cruz. Dos penaltitos y un gol en propia puerta de Bartra le permitieron adelantarse en esos partidos y todo fue más fácil. Ahora bien, pese a su fútbol pobre el equipo supo mantener su pegada, algo propio de los grandes.
Era lógico, por tanto, que la hinchada del Athletic se las prometiera muy felices tras el parón de Liga de los primeros días de septiembre. La vida era bella. Dejando de lado la lesión de Nico Williams no había ni una sola nube en el horizonte. La sanción a Yeray había sido bastante benévola y sólo quedaba que se resolviera bien el enrevesado fichaje de Laporte, lo que sucedió el 11 de septiembre. Dos días después, el Athletic recibió al Alavés y quien más quien más quien menos ya contaba con el cuarto triunfo consecutivo. Pues bien, lo que llegó fue un tostón mayúsculo y una sorprendente y dolorosa derrota.
Un presagio
Muchos interpretamos aquel derbi como un accidente, el típico día tonto en el que la tostada se te cae una y otra vez por el lado de la mantequilla. Y, sin embargo, no lo fue. En realidad, aquel partido fue un oscuro presagio de lo que estaba por venir. Algunas de las circunstancias que se dieron en él, vistas mes y medio después, no pudieron ser más premonitorias. Los de Valverde no fueron capaces de crear una sola ocasión en la portería de Sivera durante toda la primera parte. El equipo acusó la falta de Nico Williams, mientras su hermano Iñaki no dio una a derechas. Ruiz de Galarreta fue incapaz de llevar la batuta, perdido y superado, y Valverde le cambió por Vesga en el minuto 59. Sancet, por su parte, no apareció y eso que el equipo le necesitaba como el aire que respiraba. Como sería su actuación que con 0-1 en el marcador fue sustituido por Robert Navarro pasada la hora de juego. ¿A que les suena todo esto?
Demoledor
No es exagerado decir que, desde entonces, el Athletic no ha levantado cabeza. Ha tenido algunos momentos de lucidez y carácter –los primeros 70 minutos ante el Arsenal, las primeras partes en Valencia y, sobre todo, en Villarreal, un cuarto de hora chispeante en Dortmund, algunas ráfagas ofensivas contra el Qarabag–, pero la tónica general ha sido un fútbol mediocre y una pobreza ofensiva estremecedora. ¿O no estremece haber marcado sólo tres goles en los últimos siete partidos de Liga? Volvamos a los datos. Hace 95 años que el Athletic no llega a la décima jornada sin que ni uno solo de sus jugadores haya marcado más de un tanto en Liga. Y fijémonos, por gentileza de la Adurizpedia, en la producción de los hermanos Williams y Sancet. Si descontamos los penaltis, que les han dado a cada uno el único gol que llevan, entre los tres suman 0 goles y una sola asistencia, la que le dio Nico a Robert Navarro para hacer el 3-2 ante el Sevilla. El dato es demoledor, y más si se le compara con los que ofreció este trío en las tres campañas anteriores. En la 22-23 llevaban a estas alturas nueve goles y cuatro asistencias; en la 2023-24, seis goles y cuatro asistencias y en la 2024-25, siete goles y cinco asistencias.
Si añadimos a estos números desoladores que Berenguer y Guruzeta todavía no han marcado en Liga –el donostiarra lleva tres en la Champions– y que Maroan hizo uno al Sevilla en la primera jornada, pero ya apenas cuenta para Valverde, hay que ser realistas: ningún equipo es capaz de resistir sin desmoronarse unas estadísticas tan pobres de sus estrellas y una sequía tan generalizada. No hace falta decir que para revertir esta situación sólo hay un camino: que el Athletic vuelva a reconocerse en el fútbol que practica.
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