El campo al que la UD Las Palmas no quería volver
Goleadas. ·
En sus tres primeras visitas a San Mamés, entre los años 1952 y 1955, el equipo canario sufrió un martirio y encajó 21 golesAhora que el Athletic se ha convertido en un excelente productor de goles en su campo y que el próximo rival de los rojiblancos en ... San Mamés será la UD Las Palmas es un momento perfecto para recordar las tres primeras visitas de este equipo a La Catedral. Tuvieron lugar entre 1952 y 1955, y fueron realmente traumáticas para los canarios, hasta el punto de que el largo viaje a Bilbao se convirtió para ellos en una dolorosa penitencia anual. La primera, en febrero de 1952, se saldó con un 7-0; la segunda, en enero de 1955, con un espectacular 9-2; y la tercera, en octubre de ese mismo año, con un 5-0.
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La cifra de 21 goles habla por sí misma de los destrozos que sufrió el equipo insular, pero hubo algo en la forma en que encajaron esos tantos que resulta realmente asombroso y merece ser recordado. Podríamos hablar de un efecto vendaval, de una especie de ciclón que se producía en San Mamés durante unos minutos y se llevaba por los aires a la UD Las Palmas. Este fenómeno atmosférico se repitió en las tres ocasiones. En 1952, los canarios encajaron cinco goles en 18 minutos, entre el 8 y el 26, obra de Garate (2) y Venancio (3). En la segunda visita encajaron seis en 25 minutos, entre el 49 y el 74. Eneko Arieta se salió con cuatro tantos y Uribe hizo los otros dos. Y en la tercera, a la que los canarios llegaron siendo líderes, les cayeron cuatro en 12 minutos, entre el 8 y el 20.
Venancio, autor de cuatro tantos, fue el protagonista de la primera goleada a los canarios en San Mamés
La primera de las goleadas contó con unas circunstancias propicias. Fue una tarde de frío y lluvia en Bilbao. El campo estaba mal y la afluencia de público no fue la habitual. Hubo aficionados que se quedaron en el café «jugando al chamelo», como escribió un cronista. A los jugadores canarios el césped de La Catedral les debió parecer un campo de minas. Incluso antes de saltar al campo, el portero Pepín, Juanono, Tacononte, Pajarón, Yayo, Macario y demás ya estaban torciendo el gesto, conscientes de que su fútbol era imposible en aquella superficie. Su entrenador, Luis Valle, no pudo convencerles de lo contrario, entre otras razones porque él pensaba exactamente lo mismo.
Presa fácil
Con esta mentalidad, los isleños fueron presa fácil de los pupilos de Iraragorri, sobre todo de Venancio, una fuerza de la naturaleza que disfrutó aquel día como un niño y acabó marcando cuatro goles. El 7-0 final, curiosamente, tampoco fue muy celebrado por los hinchas. La prensa no se prodigó precisamente en elogios y ditirambos. Eran otros tiempos. Y otra exigencia. «El juicio critico que mereció la actuación bilbaína debe ser desposeído de la sugestión de los siete goles marcados. (...) El equipo jugó un partido normal, casi vulgar, con superioridad clara sobre el adversario, con regularidad y con afán de hacer tantos», escribía 'Monchín' en estas páginas.
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La segunda aparición de los canarios en San Mamés tuvo lugar tres años después, el domingo 30 de enero de 1955. Su entrenador era por entonces Satur Grech, que había ascendido al equipo la temporada anterior. El alicantino era un hombre simpático y sincero. El sábado, cuando llegó a Bilbao tras un viaje interminable -la expedición canaria salió el viernes a las cinco de la mañana del aeropuerto de Las Palmas y su tren se retrasó más de cinco horas en Madrid-, atendió a este periódico.
En el 9-2 de la campaña 1954-55, entre Arieta y Uribe marcaron seis goles en 25 minutos
- «¿Cuál es su pensamiento ante el partido de mañana?», le inquirió J. de la Maza.
- «Tengo miedo sobre todo a esas reacciones feroces que suele tener el Athletic de vez en cuando y con las cuales arrolla cuanto se le ponga por delante», reconoció Grech.
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- «Pues ya le vendría bien al las Palmas puntuar en San Mamés», deslizó el cronista.
El entrenador del equipo canario sonrió y dijo lo que realmente pensaba, algo que ahora, cuando decir la verdad es un acto incendiario, sería imposible, un suicidio profesional para un técnico.
- «Y tanto, pero no nos caerá esa bicoca, no».
La prensa bilbaína era optimista antes del partido. Los isleños eran jugones y eso lo veían como una clara ventaja para los chicos de Daucik. «Y mientras vemos que contra equipos oscuros, aparentemente escasos de técnica, pero que saben hacer el caracol escondiéndose en su concha el Athletic anda de cabeza, frente a adversarios de técnica depurada se desenvuelve con holgura y eficacia», explicaba Monchín. Y efectivamente, así fue. Más holgura y eficacia no se le pudo pedir al Athletic aquella tarde. La UD Las Palmas, que se ganó una sonora pitada porque saltó al campo con diez minutos de retraso, sólo aguantó la primera parte. De hecho, llegó al descanso perdiendo por la mínima, ya que Gainza falló un penalti que hubiera significado el 3-1. En reanudación, sin embargo, la tierra se abrió bajo sus pies y desapareció. Con un Eneko Arieta desatado, a Pepín le cayeron seis goles -y su equipo marcó uno- en 25 minutos de auténtica locura. Gainza redondeó el 9-2 sobre la bocina.
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Daucik alineó a Garay de extremo izquierda en lugar de Gainza y el central marcó dos goles
Garay de extremo
Con este precedente sangrante es lógico que los canarios regresaran a Bilbao con muchas prevenciones diez meses después. Y eso que iban líderes, ya que habían ganado los cuatro partidos disputados, tres de ellos en su campo, un fortín en aquella época. Satur Grech era un monumento andante a la prudencia tras el 9-2 tan reciente y no quería hacerse ninguna ilusión a pesar de que al Athletic le faltaran tres piezas fundamentales como Artetxe, Mauri y Gainza, además de Azkarate. Hizo bien el alicantino en no ilusionarse.
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goles encajó de media la UD Las palmas en sus tres priemras visitas a La Catedral
El partido se recordó mucho tiempo en Bilbao porque Daucik, ante la ausencia de su gran capitán, hizo una de las suyas y alineó a Garay como extremo izquierdo. ¿Disparate? ¿Ocurrencia genial? El caso es que el extraordinario central del Athletic respondió con una actuación sobresaliente. Marcó dos goles, el segundo para redondear el 5-0 en el minuto 88, e intervino en otro dando la asistencia. Al día siguiente, en los corrillos rojiblancos ya se discutía sobre si Garay podía acabar siendo el relevo futuro de Piru. Más allá de esta anécdota, lo importante fue la nueva avalancha de goles que le cayó encima a la UD Las Palmas. Para el minuto 20 ya volvía a estar reducido a escombros y soñando con volver rápido a casa de un lugar tan ingrato y desagradable.
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