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Con solo 23 años, Barry Ferguson fue nombrado capitán del Rangers. Aquel joven medio centro cautivó a su entrenador Dick Advocaat por su carácter, y ... el neerlandés no dudó en otorgarle una responsabilidad que hubiera sido un peso excesivo para la gran mayoría de los futbolistas a esa edad. No para Ferguson, que siempre mostró estar hecho de otra pasta, curtido por una infancia que no fue fácil. El pequeño Barry nació en Hamilton, una ciudad situada a 14 kilómetros al sudeste de Glasgow, bastión del partido laborista y de gran tradición minera. Lo hizo en una época complicada. Un año después de su nacimiento, en 1979, Margaret Thatcher llegó al poder y el progresivo cierre de las minas comenzado a principios de los setenta se aceleró. Para Hamilton, como para tantas otras localidades de Gran Bretaña, fue un proceso traumático, que dejó sin trabajo a una buena parte de los ciudadanos.
Cinco años después de ser nombrado capitán, sus grandes actuaciones le valieron el traspaso al Blackburn Rovers en la Premier, pero aquella experiencia no salió bien. Apenas un año y medio después de su llegada a Inglaterra, Ferguson solicitó ser traspasado, alegando que «ningún derbi de Lancashire tendrá jamás el glamour del Old Firm».
De carácter volcánico y aguerrido, llegó a jugar más de una hora de partido con una costilla rota en la final de la Copa de la liga del año 2011, que ganó con el Birmingham al Arsenal de Wenger. En resumidas cuentas, un tipo sencillo, directo y con ese espíritu competitivo que solo parece surgir en países con un clima tan hostil como Escocia. No es de extrañar que Gennaro Gattuso eligiera Glasgow para hacer su particular 'erasmus' antes de triunfar en el Milan.
Todas esas cualidades hacían de Barry Ferguson un candidato perfecto para el banquillo del Rangers. Cuando el belga Philippe Clement fue destituido en febrero, los dirigentes del club sabían que la liga estaba perdida. La humillación era profunda, ya que por primera vez desde 1929 sus vecinos católicos del Celtic igualarían al Rangers con 55 títulos. La Europa League era la única esperanza de redención y por ello se encomendaron a un hombre de la casa, que pudiera transmitir a sus futbolistas lo que significa el escudo que portan.
Ferguson, además, conoce bien la competición, donde alcanzó en 2008 la final que su equipo perdió ante el Zenit de San Petersburgo. Leyendas del Rangers han avalado su trabajo y le auguran un gran futuro en el club. Craig Moore aseguró que «es exigente como amigo, no digamos ya como entrenador», mientras que Nacho Novo reconoció que había sido inteligente, rodeándose de un equipo de trabajo más experimentado que él, compuesto por otros ex futbolistas de la casa.
Aunque ha tenido grandes desconexiones en la Premier, en el último derbi ante el Celtic, que ganaron 2-3 en el descuento, o en la eliminatoria ante el Fenerbahçe, los futbolistas del Rangers sí se mostraron imbuidos por el espíritu guerrero de su técnico. Lo hicieron también ante el Athletic, con su heroica resistencia en inferioridad. Ferguson realizó nueve cambios en el último encuentro ante el Aberdeen pensando en San Mamés. Solamente repitieron el portero Kelly y el central que fue expulsado el jueves, Propper.
Aunque el Athletic se mostró superior en la ida, los de Valverde harían mal en confiarse. Los escoceses llegan descansados y Ferguson recupera a dos futbolistas clave que no pudieron estar en aquel partido por sanción, el central John Souttar y el media punta marfileño Mohammed Diomandé. En aquella final de 2008, más de 200.000 hinchas del Rangers se desplazaron a Manchester para ver el partido. Independientemente de su nivel futbolístico, uno nunca puede confiarse ante un equipo capaz de desatar tanta pasión.
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