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Explosión de emoción en rojo y blanco. Barakaldo, la segunda urbe de Bizkaia, volvió a quedarse ayer pequeña, tal y como sucedió hace 40 años, al paso de los campeones de Copa. La panorámica en este punto fue ayer bien distinta de la de entonces, ... pero eso sí, con la misma pasión desbordante . Ya sin Altos Hornos, y sin sus obreros tiñendo del azul de sus monos la margen izquierda de la ría, saludando con sus cascos al cielo, y haciendo sonar las sirenas de la factoría, en esta ocasión miles de personas se arremolinaron en la zona más próxima al Nervión para tratar de retener, y sobre todo disfrutar, de un nuevo momento para el recuerdo gracias al Athletic.
«Va a ser rápido pero va a ser histórico, y te acompañará siempre», avisaba Adiran Heras a su padre, Adrián, que pronto hará 97 años, en el espigón, en la zona habilitada por el Ayuntamiento para las personas con movilidad reducida y con discapacidad, justo cuando la gabarra enfilaba ya la curva de Sestao. «¡Ahí viene la armada invencible!», anunció.
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Leire Pérez
Y es ese momento se desató la locura colectiva en Barakaldo. Mientras los jugadores celebraban la gesta en la mítica embarcación, saludando a uno y a otro lado, en tierra la localidad fabril era una auténtica fiesta. «¡Qué bonito!», se escuchaba, entre gritos sin parar de «Aupa Athletic!». Próximo al cargadero de la Franco-Belga, cerrado al igual que la zona de los viejos muelles entre Lutxana y Burtzeña, por motivos de seguridad, unos aficionados decidieron encender una bengala, pero por suerte no se registró ningún incidente.
«Si lo de Sevilla fue la leche -refiriéndose a la final contra el Mallorca-, esto lo ha sido mucho más. Estoy sin palabras», apuntaba Estíbaliz Andrade, con su prima Ainhoa al lado, asintiendo emocionada, poco después de que Valverde y los suyos pasaran bajo el puente de Rontegi, rumbo a Bilbao. A Mari Carmen Iglesias también se le escaparon las lágrimas. «No sé ni cómo describir lo que siento. Esto es muy grande», afirmaba.
El paseo junto a la ría de Barakaldo, que unas tres horas antes del paso de la gabarra era un hervidero bajo el sol, fue elegido por muchos vecinos de la localidad fabril para sumarse a la celebración, pero también por otros seguidores rojiblancos de distintos puntos del territorio y del país, como fue el caso, entre otros, de Pedro Benítez, María Crespo y su hijo Fernando, llegados desde Gijón; de Lidia Castaño, Javi San Ildefonso y sus nietos Jon y Ane Durán, de Ermua; de Izaro y Elisabeth Antón, residentes en Barcelona; o de María Pilar Aguado, Antonio Latorre y sus hijos Eder e Iker, que no dudaron en coger el coche a primera hora desde la localidad navarra de Cascante para poder vivir juntos «una experiencia inolvidable».
Hacer afición
Entre todos ellos había muchos niños y jóvenes, que poco antes de que tuviera lugar la celebración estaban un tanto expectantes por lo que iba a acontecer. «Esto va a ser muy importante para ellos, para hacer afición», vaticinaba a primera hora del día Txelu Lázaro. Una vez pasada la gabarra todos, mayores y pequeños, coincidían en los mismo. «Ojalá no toque esperar otros 40 años para vivir algo así».
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