Athletic - Real Madrid, el clásico de las antípodas
La realidad es que la visita del Real Madrid suele ser el acontecimiento del año futbolístico en Bilbao
El Real Madrid vuelve a San Mamés, un campo donde le gusta jugar y donde se le trata como se merece. La última vez fue ... para caer eliminado en cuartos de final de Copa y arruinársele el triplete, en una temporada en la que conquistó Liga y Champions League. Viene el Madrid después de reaccionar a la derrota frente al Barcelona en la Supercopa con una meritoria clasificación copera en Villarreal, remontada incluida. Se prevé, una vez más, un partido duro e intenso.
La realidad es que la visita del Real Madrid suele ser el acontecimiento del año futbolístico en Bilbao. Un duelo tan clásico como el que así se ha dado en llamar, no sólo en cantidad sino en calidad. El Madrid, parejo o por encima clasificatoriamente (casi siempre) de los leones, no ha dejado de sufrir por estos lares. Y lo sabe.
Cuando echaba los dientes de forofogoitia en La Catedral, uno de mis primeros recuerdos es ver a Amancio comandar al trote a sus compañeros saliendo de la esquina de la Principal con Ingenieros. Porque antaño el equipo foráneo salía por allí y, minutos después, el Athletic lo hacía por la otra esquina. A mí, la verdad, más allá del protocolo buenista actual, me gustaba más aquella puesta en escena: primero el visitante, al que se daba el oportuno recibimiento, y luego los nuestros, precedidos casi siempre por Iribar, momento en el que se nos caían las manos de aplaudir. El caso es que aquel día invernal, a mi derecha, apareció el gallego sabio, arremangado y mirando hacia abajo, como solía, y el respetable proporcionó al eterno rival la esperable música de viento, para, a continuación, ante mi asombro, convertirla en ovación cuando la tropa merengue saludó rodeando el círculo central. Yo le miré a mi aita, que me susurró: aquí somos así. Estaría bien que continuemos siendo así.
El Madrid es el Madrid, diría Rajoy; pero es verdad que, en sus antípodas, el Athletic es el Athletic
En aquellos setenta el Madrid acostumbraba a besar la lona en San Mamés. No sólo en el comienzo de la década con aquel memorable 5-0, cuando en un recinto sembrado de gabardinas el Athletic de un enorme Uriarte, que volaba cuando Txetxu Rojo ponía el balón, y con hat-trick de Zubiaga, fulminó al equipo del sempiterno Miguel Muñoz. Dos temporadas después, en mi recordado estreno ante los blancos, la victoria sería 2-1, con goles, cómo no, de Fidel y de Lasa, y de otro helicóptero, Santillana, para los capitalinos.
Vinieron los ochenta, cuando al Madrid volvimos a tratarle de igual a igual, y viví el triunfo que precedió al alirón con bakalaos de Goiko y Dani, que salió, vio y fusiló a Miguel Ángel, bigotudo como él ese día. En posteriores temporadas recibimos a versiones madridistas de la máxima alcurnia, no obstante transformarnos en la piedra de su zapato, en David frente a un Goliat a menudo henchido de prepotencia. Ante ello, con mayor o menor fair play, San Mamés ha dirigido sus cuitas a determinados futbolistas merengues, más por su actitud ante la olla a presión bilbaína, llámense Stielike, Buyo, Pepe, Cristiano, Ramos o Vinicius. Pero también ha sabido reconocer la categoría y deportividad de jugadores como Pirri, Laudrup, Butragueño o el mismo Benzema. En el recuerdo está la despedida al malogrado Juanito, ya con la camiseta de su Málaga natal, los aplausos al controvertido Míchel, o a Raúl González en su última comparecencia con el Schalke alemán.
Pese a la desigualdad de armas, seguro que el equipo zurigorri va a seguir dando respuesta al gigante blanco
Lo que hoy llama la atención es que un equipo como el Real Madrid, que junto a estrellas internacionales siempre ha tenido en sus filas figuras locales que capitaneaban el plantel (hemos mencionado unos cuantos), haya llegado a no alinear en el once titular, no ya a ningún madrileño, sino siquiera a un solo jugador español. Algo que contrasta con la imagen de club históricamente representativo de las esencias hispanas, pobladas las gradas de Chamartín de rojigualdas, sin apenas aportación a la selección de España.
En eso, no ya en recursos y apoyos externos, el Athletic y el Real Madrid militan en dos mundos paralelos. Pese a la desigualdad de armas, seguro que el equipo zurigorri va a seguir dando respuesta al gigante blanco. El Madrid es el Madrid, diría Rajoy. Pero también es verdad que, en sus antípodas, el Athletic es el Athletic.
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