Un Athletic nuevo y diferente
Somos muchos los que sentimos curiosidad por el equipo de Valverde, contundente y versátil, capaz de ser competitivo de maneras muy diferentes
El Athletic provoca tantos sentimientos entre sus aficionados -e incluso entre sus rivales y enemigos- que no tiene sentido enumerarlos. Nos llevaría demasiado tiempo y ... nos dejaría sin espacio para este artículo, que lo que pretende es referirse a uno de ellos, y no precisamente de los más extendidos: el sentimiento de curiosidad. Si Valverde no recordaba el domingo tres victorias seguidas de su equipo en una semana, yo no recuerdo un Athletic que me haya despertado tanta curiosidad. Lo digo en el sentido de que no recuerdo un Athletic capaz de ser competitivo -o al menos de intentarlo - de maneras tan diferentes.
Digamos que me desconcierta este eclecticismo de nuevo cuño. Se me hace extraño, como una novedad producto de los tiempos que todavía no hemos asimilado. Siempre hemos tenido muy claro cómo debía jugar el Athletic para competir. Ahora, en cambio, sólo tenemos claros los conceptos básicos e inmutables, idiosincráticos podríamos llamarlos, la intensidad, el dinamismo, el esfuerzo, la bravura de carácter, pero no los relativos al estilo, a la manera de posicionarse en el campo o de jugar el balón. Y esto sucede porque este equipo ha demostrado ser capaz de ganar de varias maneras y especialmente de una, a base de pegada pura y dura, que nos remite a los viejos tiempos gloriosos, cuando las tundas que propinaba el Athletic, sobre todo en San Mamés, eran aceptadas por la mayoría de sus rivales como si fueran un fenómeno meteorológico ligado a Bilbao; como el sirimiri, vaya.
Si hacemos un repaso a los siete partidos de esta temporada y recordamos algunos importantes de la pasada nos pondremos de acuerdo con facilidad en que el dato de la posesión no puede ser más relativo en este equipo. Aunque sirve para hacernos una idea de cómo ha podido desarrollarse el juego, no tiene incidencia alguna en los resultados del Athletic. Los rojiblancos, por ejemplo, ganaron con holgura con posesiones en torno al 60% al Cádiz, el Almería o al Alavés en Mendizorroza, pero no pudieron pasar del 0-0 contra el Mallorca con un 67%, lo mismo que esta temporada contra el Getafe casi un 70%.
«Estamos viendo a un Athletic que, a su nivel, obviamente menor, se da un aire al Real Madrid»
Y sucede lo mismo con las posesiones muy bajas, habituales ante los más poderosos. Algunos de los choques más brillantes de la pasada campaña, los dos en casa contra el Atlético y los dos contra el Girona, por jemplo, fueron teniendo la pelota mucho menos que su rival, entre el 30 y el 39%. Ahora bien, con esos mismos porcentajes tan pequeños o parecidos los rojiblancos perdieron con el Madrid, el Barcelona o el Celta, al que, sin embargo, el domingo se le ganó con solo un 32% de posesión en San Mamés
Dicho esto, algunos podrían pensar que el Athletic de Valverde es una paradoja ambulante. Y tampoco es así. En el fondo, lo que le ocurre es bastante lógico y tiene que ver con la naturaleza de la plantilla y, más en concreto, con la zona del campo en la que concentra su mayor poderío. Los rojiblancos tienen uno de los bloques ofensivos más poderosos de la Liga con los hermanos Williams, Sancet, Guruzeta, Berenguer y ahora Djaló. Su obligación en los partidos, por tanto, es sacar provecho de ese rico arsenal que les distingue, y eso se consigue de diversas formas en función del rival y de cómo se desarrolla el partido. A veces puede ser atacando en tromba, con un juego más directo o más combinativo, alternando idas y vueltas, replegados y saliendo a la contra, igualando el pulso al rival y durmiendo el partido para luego batirle con una estocada a la contra...
Qué quieren que les diga. Algunos tenemos que acostumbrarnos todavía a tanta variedad, a esta naturaleza tan versátil. Hemos visto muchos Athletics distintos a lo largo de los años, pero cada uno lo era a su manera, muy definida, como las familias infelices a juicio de Tolstoi. Ahora vemos algo distinto. En realidad, estamos viendo a un Athletic que, a su nivel, obviamente menor, se da un aire al Real Madrid de Ancelotti, un equipo con más disfraces que Mortadelo, capaz de competir de muchas maneras diferentes. Eso sí, siempre con un carácter ganador y aprovechando su poderío en ataque.
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