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Pasar de la potencia al acto

Nos tocó el Levante y pareció asequible. Lo sigue siendo, ahora solo falta demostrarlo

Viernes, 12 de febrero 2021, 19:57

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Habló en las vísperas Marcelino de hacer un partido valiente, afrontando riesgos, y durante toda la primera parte sucedió todo lo contrario. Vimos un Athletic apocado, sin ideas, dominado por un Levante que movía mejor el balón. El centro de campo no filtraba un solo pase inteligente, pero tampoco los delanteros proponían desmarques prometedores. Llegó el gol del Levante en una jugada desafortunada. No parece serio que un jugador reciba el balón dentro del área completamente solo, y le dé tiempo a pegarle al aire primero y a marcar con la mayor tranquilidad después, sin que nadie le estorbe.

Marcelino no esperó al minuto sesenta de cortesía, sino que hizo tres cambios al comienzo de la segunda parte. Bien, cuanto antes mejor. No habían tenido su día Dani García ni Vencedor, y estuvieron mejor sus sustitutos habituales, Unai López y Vesga, pero quedarse en eso sería una visión demasiado reduccionista. Mejoró el centro del campo, pero sería debatible si fue la causa o la consecuencia de un cambio de actitud de todo el equipo.

Da la impresión de que se trata de un problema estructural. Los medios centros juegan al límite muy a menudo, se ven desbordados con frecuencia por rivales que llegan muy sueltos. Solo Raúl García se deja el alma en cada disputa, pelea los balones perdidos, y es una pena que se desgaste tanto en ese afán, en lugar de guardar fuerzas para las posiciones de remate, donde es verdaderamente decisivo. No parece un problema de que tengan un día mejor o peor las parejas que suelen alternarse en esa posición, puede que les viniera bien un enlace por delante, para dar salida al balón y para que se convierta en la primera línea de defensa cuando el equipo contrario sale a la contra.

En el segundo tiempo el Athletic tomó el control, más por coraje que por juego. Entonces fue valiente y arriesgado. Sonó la trompeta de la heroica carga de caballería, y los rojiblancos empujaron al Levante con intensidad y determinación, de manera que no solo consiguió el empate en un bravísimo remate de Iñigo Martínez, sino que pudo adelantarse con las oportunidades de Berenguer y de Raúl. Dio la impresión de que pudo cambiar no solo el marcador sino el partido, y aún la eliminatoria. Fue una promesa de lo que estuvo en potencia de suceder. Durante veinte minutos el equipo se pareció al del Getafe.

El Athletic, no nos engañemos, ya había flojeado ante el Betis y el Valencia. La primera parte con el Levante pareció una prolongación de esa versión decaída. No encontró líneas de pase, interiores ni exteriores. En la revolución de la segunda parte pareció tardío el cambio de Villalibre por un Williams que tras cada partido potable suelta al menos tres mediocres, en los que ni siquiera se va por velocidad de casi nadie. Un jugador irregular, titular en partidos abiertos y cerrados, cuando su aportación cambia tanto de unos a otros. Afortunadamente lo siguen temiendo los defensas contrarios, sin que nos sea dado contemplar, salvo en circunstancias cada vez más raras y separadas en el tiempo, el paso de la potencia al acto.

Nos tocó el Levante y pareció asequible. Lo sigue siendo, ahora solo falta demostrarlo.

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