¿A quién vamos a ganar así?
La afición rojiblanca salió de San Mamés haciéndose esa pregunta tras un nuevo partido lastimoso, esta vez ante un Getafe superior
Lejos de ser el partido en el que el Athletic ponía por fin la primera piedra de su reacción, el choque contra el Getafe sirvió ... justo para lo contrario, para añadir una piedra más al cuello de los rojiblancos, que siguen hundiéndose. Fue muy sintomático de la gravedad de la situación que el público de San Mamés abandonara el estadio en silencio, helado y rumiando su desdicha. Y es que todavía tenía el susto en el cuerpo tras presenciar un final de partido terrorífico, con los madrileños perdonando la vida en tres o cuatro llegadas clarísimas ante el desconcierto mayúsculo del Athletic. La impresión fue tremenda. Y es que si es duro que el Getafe pase por San Mamés y parezca siempre mejor equipo, con mejor fútbol y las ideas infinitamente más claras, todavía lo es más la pregunta que quedó flotando en el aire, como un dilema shakesperiano. ¿A quién vamos a ganar así?
A nadie, desde luego. Después de doce partidos seguidos sin conocer la victoria, un récord histórico en un club con 120 años de existencia, la situación no puede ser más clara: o el Athletic reacciona de inmediato y radicalmente o las va a pasar canutas para mantener la categoría. Esto no es alarmismo barato sino la simple constatación de una evidencia: la de que, a día de hoy, los rojiblancos tienen un nivel de juego impropio de Primera División. La falta de creatividad y acierto en
ataque es desoladora, como lo demuestra el hecho de que su mejor ocasión, una de las poquísimas que hubo aparte del gol, la tuviera Aduriz casi al final en un cabezazo al poste. El tanto de Nolaskoian que supuso el 1-0 en el minuto 65 llegó a balón parado, casi el único recurso que le queda a este equipo. Los futbolistas llamados a tirar del carro, aunque sólo sea por las fichas millonarias que tienen, caso de Williams y Muniain, no pudieron ofrecer una versión más decepcionante.
Ahora bien, casi peor que la falta de luces arriba fue lo del engranaje defensivo. Me refiero a la brutal sensación de endeblez que ofreció el Athletic cuando el Getafe salió en busca del empate porque ya no le quedaba otro remedio. ¡Qué cúmulo de despropósitos, comenzado por la jugada de la que llegó el gol del empate de Mata! La cruda realidad es que hubo que celebrar con un suspiro de alivio que sonara el pitido final, justo después de un cruce providencial de Nolaskoain a otro disparo de Mata y de una jugada final en la que a los madrileños les tangaron un penalti de libro porque el árbitro se rajó y no quiso saber nada del VAR. Y es que el Athletic se había disuelto como un azucarillo. No había sistema, ni orden ni concierto, tan sólo once jugadores intentando pasar el mal trago como buenamente podían.
Brochazos
No se puede decir que el partido fuera una sorpresa. El Athletic sabía bien lo que le esperaba. El Getafe es un libro abierto; otra cosa es que leerlo e interpretarlo sea muy complicado. Iglesias Villanueva dio el pitido inicial coincidiendo exactamente con el mediodía y los azulones no tardaron nada en demostrar su personalidad: mucho orden en torno a un académico 4-4-2 y un estilo competitivo que vendría a ser una mezcla de las virtudes de un alicate y un aspirador de dentista. No es extraño que los rojiblancos lo pasaran mal desde el principio. Todos lo pasan mal con el escuadrón de Bordalás. Hace falta hilar muy fino para superarlo y al grupo de Berizzo no le sobra finura, precisamente. Lo suyo es el brochazo gordo.
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El Athletic entró al partido con buena actitud, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta que se encontraba en puestos de descenso. Todos sus esfuerzos, sin embargo, se evaporaban en las cercanías del área de David Soria. ¿Les suena? Al descanso se llegó con una de esas estadísticas rechinantes. El Athletic había disfrutado del 71% de posesión. Y 'to pa ná'. Tanto tiempo con la pelota, intentando buscar resquicios en la defensa del Getafe y suspirando por dar un poco de ritmo a un juego que sus rivales se encargaban de ralentizar con faltas y más faltas -fue de risa que la primera tarjeta le cayera al Athletic-, sólo sirvió para crear dos ocasioncitas en sendos remates de cabeza de Iñigo Martínez y Unai Núñez.
Aunque era obligado cambiar en la segunda parte, pronto se vio que no había manera, que tocaba sufrir y mirar de reojo los desfibriladores. Herrerín salvó de forma milagrosa un mano a mano con Amath en el minuto 48 y ya no hubo manera de engañarse. El Athletic quería y no podía. Lo suyo era un ejercicio constante de impotencia ante un Getafe que seguía a lo suyo, controlando el cotarro, sin dejar que se le moviera ni el flequillo, esperando su oportunidad.
Los planes de Bordalás se vinieron abajo de forma imprevista por una concatenación de circunstancias. El Athletic, que había perdido a Raúl García, perdió también a Balenziaga, y Berizzo decidió sacar a Nolaskoain en lugar de Ganea. Acertó. El guipuzcoano hizo un bonito gol y los azulones tuvieron que arriesgar. Lo hicieron bien y tuvieron la ayuda inestimable de un Athletic que se fue cayendo como un castillo de naipes en el último cuarto de hora. La impresión, lo decíamos lineas arriba, fue terrible. Habrá que ver lo que decide la Junta Gestora, pero lo lógico es pensar que Berizzo se jugará su última bala ante el Levante.
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