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Jon Agiriano
Sábado, 18 de enero 2025, 01:00
El Athletic ha comenzado 2025 con un susto tremendo, una decepción y una tristeza. Teniendo en cuenta que el equipo terminó 2024 más exultante que ... una escuela de samba en Carnaval es lógico que el empate con el Logroñés y las derrotas ante el Barça y, sobre todo, ante Osasuna hayan enfriado los ánimos burbujeantes con los que la afición rojiblanca llegó a las Navidades. Y no se trata de que se haya generado desconfianza. Este Athletic es un valor sólido y se ha ganado un crédito importante. Ayer mismo, de hecho, la mayoría de sus hinchas hacían de la necesidad virtud y, entonando para sus adentros el famoso «Always look on the bright side of life» de los Monty Python, valoraban los beneficios que la eliminación de la Copa puede aportar al equipo en la Liga y en la Europa League. Aún así, la situación que se ha creado con esta mala racha merece echar un vistazo a la causa fundamental que la ha provocado: la repentina pérdida de acierto en las dos áreas.
Dolido por el resultado y la eliminación, el jueves Ernesto Valverde se mostró más que satisfecho con el juego de su equipo. «Le he visto muy bien. Y si quieres que te diga la verdad, vamos a seguir haciendo lo mismo. No creas que voy a cambiar nada», aseguró en la sala de prensa. A esa reflexión, el técnico rojiblanco podía haberle añadido una apostilla, pero no se atrevió. Sería la siguiente: «Si marcamos un par de goles más en las muchas ocasiones que tuvimos y ganamos 4-2, estaríamos hablando de un juego espectacular y de una impresionante remontada». ¿Alguien duda de que sería así? Pues no.
Y es que lo ocurrido con Osasuna, en parte también con el Barça y en buena medida contra el Logroñés no tuvo tanto que ver con el juego como con una pura cuestión de efectividad en las dos áreas, sobre todo en la contraria. Un dato a este respecto: los rojiblancos han sumado la friolera de 50 remates en esos tres partidos: 23 ante los rojillos, 9 en la Supercopa y 18 en Las Gaunas. Y toda esa producción ofensiva sólo les ha dado para dos goles. El desperdicio de ocasiones ha sido sangrante, impropio de un equipo que tampoco es que sea un ejemplo de precisión quirúrgica frente a la portería rival pero no deja de ser el quinto más realizador de la Liga. ¿El motivo de esta autosangría? Podemos hablar de mala fortuna, claro. Ahora bien, de la misma manera podemos hablar de falta de calidad en unos casos y también de un exceso de ansiedad mal gestionado en otros.
El caso de Iñaki Williams merece un capítulo especial cuando hablamos de la producción atacante. Incansable y siempre disponible, la actitud del segundo capitán del Athletic no puede ser más ejemplar. Nunca deja de ofrecerse y absorbe mucho juego. Su impacto en el equipo es enorme. Nadie tiene tanto como él. De ahí que el acierto en sus acciones acabe siendo tan decisivo y marcando, para bien o para mal, el desarrollo de muchos partidos. Y ante el Barça y Osasuna, la precisión del mayor de los Williams ha brillado por su ausencia. Como ha brillado, por cierto, el escaso impacto que ha tenido su hermano Nico, del que se espera mucho más de lo que está ofreciendo.
Hablando de jugadores diferenciales, es obligado hacerlo de Oihan Sancet. Más de uno salió el jueves de San Mamés recordando lo bien que se le da Osasuna al medio-punta navarro y doliéndose por su ausencia. Lógico. Sancet da otra dimensión al juego ofensivo del Athletic y más ante rivales pedregosos como el que dirige Vicente Moreno y dirigía antes Iagoba Arrasate. No hay otro en la plantilla que pueda hacer su labor. Ni Unai Gómez, como ha quedado más que demostrado, ni Berenguer, un hombre de banda, aunque tenga talento para moverse por dentro y pueda ser la mejor opción para reemplazar a Sancet. La opción de Peio Canales, que ayer cumplió 20 años, todavía está verde.
Contraste
Si la efectividad ofensiva ha sido tan reducida, la defensiva ha sido igual o peor en este 2025. Diríamos que ha sido la sorpresa más desagradable. Un dato de esos que hacen temblar un poco la cristalería: en los dos últimos partidos, el grupo de Valverde ha encajado los mismos goles (5) que en los diez anteriores. La flojera en la retaguardia ha sido evidente y ha provocado un desagradable contraste con la solidez que venían mostrando hasta la fecha. Pensemos que el Athletic es el tercer equipo que menos goles encaja en la Liga y que, sumando los seis partidos europeos más el primero de la Copa, lleva una estadística magnífica de 19 goles recibidos en 26 partidos. Es decir, una extraordinaria media de 0,73.
¿Qué ha ocurrido? Hay una primera respuesta que debe imponerse por lógica y que, desde luego, es la más esperanzadora: quizá no haya ocurrido nada. Nada, quiero decir, que no sean dos malos partidos consecutivos con desajustes y errores de bulto que se han pagado muy caros. Si esto es así se verá en los próximos encuentros, empezando por el del domingo en Balaídos ante unCelta con mucho talento arriba. Ahora bien, de la misma manera que en ataque hemos puesto el foco en algunos jugadores también debemos hacerlo en la defensa. Y dejando a un lado a Agirrezabala, del que se puede decir que, al fin y al cabo, sólo tuvo un día negro, el señalado es Aitor Paredes.
Ya estuvo mal el de Arrigorriaga en Yeda y ante Osasuna, lejos de mejorar, volvió a estar fallón. Perdió de vista a Oroz por mirar solo al balón en el primer gol, regaló el segundo y ya no salió en la segunda parte. Sus errores y desconexiones –recordemos, por ejemplo, aquella pérdida escalofriante ante Lamine Yamal que estuvo a punto de suponer la eliminación de la Copa la pasada temporada– son impropios de un central que todavía tiene que asentarse, por mucho que Luis de la Fuente le diera aquella sorprendente internacionalidad. A poco que Yeray rinda a su nivel, puede tener problemas para recuperar la titularidad.
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