Parada de Unai Simón a Sorloth previa al tanto de Berenguer. Ignacio Pérez

Athletic 1-0 Atlético

El Athletic se resarce en una noche feliz

Un gol de Berenguer en el minuto 85 hace justicia a los rojiblancos, que esta vez dieron un gran nivel y ganaron con merecimiento al Atlético

Jon Agiriano

Domingo, 7 de diciembre 2025, 00:12

Llevábamos semanas haciendo el mismo ejercicio de voluntarismo gimnástico: el Athletic jugaba ante un rival potente y nos aferrábamos a que el partido en cuestión ... era una gran oportunidad para que el equipo se redimiera. El propio Valverde se refirió a ello el sábado en su rueda de prensa. «Tenemos ganas de resarcirnos», reconoció. Y, sin embargo, los rojiblancos seguían penando por sus pecados. No encontraban la forma de resarcirse. Hasta ayer, cuando el equipo de Valverde, sencillamente, fue otro. Compitió a un gran nivel y acabó superando incluso su maleficio de cara a gol, que durante 85 minutos pareció que iba a volver condenarle una vez más. Pero el fútbol hizo justicia con el Athletic y Berenguer provocó el delirio en las gradas de San Mamés con un magnífico zurdazo desde la media luna del área. Era el primer gol del navarro en toda la temporada y lo cierto es que tuvo un valor enorme.

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Athletic

Unai Simón; Areso (Gorosabel, m.82), Paredes, Laporte (Vivián, m.33), Yuri; Galarreta (Rego, m.66), Jauregizar; Berenguer, Sancet (Izeta, m.82), Nico W.; y Guruzeta (Unai G., m.66).

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Atlético

Oblak; Molina, Pubill, Lenglet (Ruggeri, m.62), Hancko; Gallagher (Koke, m.46), Barrios; Giuliano, Nico (Raspadori, m.72), Almada (Sorloth, m.62); y Julián (Griezmann, m.66).

  • Goles: 1-0, m.85: Berenguer.

  • Árbitro: Alejandro Muñiz

Los tres puntos son oro puro en todos los sentidos. Al equipo le sirven para romper su mala racha, para levantarle su moral alicaída y acercarle a Europa. La realidad es que la vida se ve de otra manera con este triunfo, más que justo ante un Atlético que, siendo un rival muy duro, no es desde luego uno de esos grandes que te pueden fulminar con la mirada; es decir, con el arsenal nuclear que tienen en sus delanteras. Los del Cholo, más terrenales, empezaron a desengancharse ayer de la lucha por el título ante un Athletic muy bravo, profundo por las dos bandas -Areso jugó su mejor partido desde su debut-, que mereció haber puesto en ventaja bastante antes de lo que lo hizo. Pero, bueno, tal y como están las cosas, ganar con tranquilidad ya hubiera sido demasiado pedir.

Al Athletic se le ve venir muy pronto, casi siempre a las primeras de cambio. De ahí que los aficionados rojiblancos asistieran al arranque del choque con una cierta aprensión, temiendo que su equipo volviera a dar una imagen de flojera y falta de ideas. Sus temores, sin embargo, se disiparon enseguida para dar paso primero a la tranquilidad y poco a poco al optimismo y finalmente, a la alegría. Su equipo era perfectamente reconocible. En el buen sentido, se entiende. Jugaba con la intensidad y la determinación que han sido su seña de identidad en las dos últimas temporadas, y una verticalidad muy superior a la que viene ofreciendo durante este curso. Así las cosas, el partido se fue cociendo con un guión apetecible. El Atlético, con un once que a muchos athleticzales les costó reconocer, tenía más la pelota, pero los de Valverde sabía bastante mejor lo que hacer con ella.

En el minuto 3, Sancet estuvo cerca de cabecear un balón muy bien puesto por Jauregizar desde la banda izquierda. El navarro volvía al equipo después de su sanción y salió con ganas de reivindicarse. Sus compañeros le buscaron con centros desde las bandas con una frecuencia inusitada y probablemente bien estudiada por Valverde teniendo en cuenta la ausencia en el centro de la defensa colchonera de dos jugadores comoLe Normand y Giménez que por alto son casi inexpugnables. Y el caso es que Sancet llegó a disponer de hasta tres buenas ocasiones en otros tantos cabezazos en los minutos 21, 36 y 43. Salvo el último, que obligó a fajarse a Oblak, los demás estuvieron muy mal dirigidos.

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Por los extremos

Encontrar caminos por las bandas es para el Athletic como un maná caído del cielo. Le cambia el color por completo. Pues bien, ayer fue una obsesión encontrar huecos por los costados. Lo fue hasta el punto de que Ruiz de Galarreta, un futbolista fino con el balón, lanzó dos pases seguidos en la segunda parte fuera de banda, a tierra de nadie, porque ya buscaba a Nico Williams sin mirar dónde estaba. Era lógico que lo hiciera porque el internacional rojiblanco estuvo muy punzante todo el partido. Y eso, es decir, disponer de la baza de un Nico desequilibrante y persistente en sus esfuerzos, es vital. Como lo es que su hermano Iñaki rinda a su máximo nivel por el otro costado. Con eso, más un

Berenguer chispeante y un Sancet profundo -ayer firmó una buena primera parte pero desapareció en la segunda y falló una ocasión clarísima en el minuto 72-, la tropa de Valverde puede embarcarse en cualquier expedición.

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Casi todo fueron buenas noticias para el Athletic en una noche festiva. La única salvedad fue la lesión muscular de Laporte pasada la media hora, que deja al equipo con sólo dos centrales de aquí al parón navideño. Por lo demás, la impresión es que todo el bloque salió reforzado. Desde luego, lo hizo Areso, que bien que lo necesitaba tras una campaña decepcionante en la que había perdido la titularidad. Y qué decir de Unai Simón, impecable de principio a fin y decisivo al menos en dos jugadas que pudieron cambiar el rumbo del clásico. La primera fue un mano a mano con Almada en el minuto 18, que el de Murgia despejó con su pierna derecha. Fue la única ocasión clara de los colchoneros junto a un buen disparo de Julián Álvarez, al que apenas se le vio en La Catedral, como suele ocurrirle últimamente en los partidos que su equipo juega a domicilio.

La segunda parada de Simón llegó en el minuto 84. No fue una cosa antológica. Fue buena, sin más. Ahora bien, atrapó la pelota con clase y supo jugarla rápido, como ya había hecho en otras ocasiones durante el choque. La diferencia es que esta vez el Athletic aprovechó ese factor sorpresa para dibujar un contragolpe, llevar la pelota Nico y éste ver bien la llegada al área de Berenguer, cuyo golpeo fue extraordinario. Fue una delicia ver cómo el balón, con el efecto hacia afuera, se iba alejando de Oblak hasta entrar muy cerca del poste. Bastó con observar cómo celebraban los pupilos de Valverde ese 1-0, que pudieron defender sin mayor agobio, para entender su importancia. Y también la sensación de alivio, de desquite colectivo, tras un partido en el que habían vuelto a desperdiciar demasiadas ocasiones y corrieron el riesgo de volver a inmolarse por esa debilidad. Que todavía hay que subsanar, por cierto.

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