Aquellos tiempos. Este tiempo. El jueves sin ir más lejos. Algún atisbo en el choque con el Barcelona del miércoles 6. Los leones. El alma ... guerrera. La concentración de los cinco sentidos. La fe. El viejo magnetismo de la camiseta y el escudo. El talento. Los espacios. La rapidez. La sencillez y la dificultad del primer toque. La valentía. La verticalidad. La presión. La recuperación de la pelota. La estrategia para desconectar a los cerebros del rival y maniatarlos.
Un Athletic al ataque, inteligente, equilibrado, sólido atrás, pero al ataque. La vista, al menos el rabillo del ojo siempre pendiente de la portería contraria. Aquel poder de intimidación del que apenas había ni rastro en los últimos años. La consistencia. Ninguna señal del equipo sombrío, temeroso y vacilante que titubeaba en casi todos los partidos y frente a cualquier rival.
El equipo y todo lo que esa palabra significa. En el fútbol como en la vida. La solidaridad. Las coberturas. La atención máxima. El esfuerzo compartido. La precisión en el despliegue y en el repliegue. La combinación de la interpretación de las instrucciones y el genio de cada cual en clave de conjunto. El Athletic.
Cierto que concurrió una pizca de buena suerte. Cierto que fue un Real Madrid en fase de desorientación, ciclotímico, propenso al abatimiento súbito y la depresión, aunque cuidado, especialista en remontadas y con varios jugadores capaces de sorprender con una maniobra prodigiosa en cualquier momento. Pero no menos cierto que solo la combinación de inteligencia, espíritu de lucha y convicción te garantiza el óptimo aprovechamiento de los errores ajenos. El alma.
El plan. Esa es la diferencia. El Athletic de Marcelino tiene un plan. Rigor. Orden. Intensidad. Algunos automatismos que ya aparecieron en los espléndidos y esperanzadores viente primeros minutos ente el Barcelona. Pocos pases atrás, solo los imprescindibles. La defensa y la medular bien juntas. Corredores interiores cerrados al rival. La velocidad del látigo en los contraataques. Los desmarques al espacio. La profundidad. Una idea. Estilos adaptables a los rivales y las circunstancias. Pero una idea. Especialmente en el primer tiempo.
No faltó la cita con la angustia. Pero esto es el fútbol. Veinte buenos minutos ante el Barcelona. Fabulosa primera mitad y unos buenos cuantos tramos de la segunda ante el Real Madrid. La moral y la ambición recuperadas. Falta trabajo por hacer. Mucho. Será probablemente más difícil ante rivales más modestos. Pero si no este no es todavía «el Athletic que (los aficionados) quieren ver» que prometió Marcelino a su llegada, se parece bastante.
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