

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Tavi Gallart, artista valenciana de 49 años, ha vivido la música desde que era una niña. A los seis empezó a tocar el saxofón, pero ... sus dedos no llegaban a las teclas, así que su abuelo tiró de ingenio e hizo unas piezas con botellas de corcho que sobresalían para que pudiera alcanzarlas con más facilidad. Lleva el arte en las venas. «Es mi hábitat natural. Recuerdo que con nueve años ya hice una versión de 'El Principito' para el teatro. Toda mi familia es artista. Mi padre era trompetista; también mi bisabuelo y mi tatarabuelo... no tenemos recuerdo de nadie que no fuera músico», cuenta.
Es licenciada en el Conservatorio Superior de Música, bailarina y actriz, y lleva toda la vida alternando proyectos en uno y otro ámbito. La calle es uno de los muchos escenarios en los que pone en práctica su pasión. Ha recorrido plazas como Alicante, Benidorm, Santander y Madrid. También ha acompañado a Fangoria ante miles de personas y ha grabado una canción con la artista Samantha Hudson. En esta ocasión, ha llegado a Bilbao para poner banda sonora a Aste Nagusia y emocionar a las personas con su saxofón. Durante estos días, las calles de la villa se convertirán en su escenario al aire libre. «Me gustaría que en un futuro no me preguntaran por qué toco en la calle. Yo hago lo que sé hacer y lo comparto. Para mí es exactamente lo mismo estar en una calle, en un bar, en el auditorio o en un centro cultural. Los locales son solo espacios. Lo que importa es lo que cuentas y a quién se lo cuentas», asegura. Además, agradece a cada una de las personas y locales que le han brindado la oportunidad de compartir su arte: Badulake, Las Felini, La Punkapaka y La Sinsorga, que han contado con ella para algunos eventos.
La artista lleva en su repertorio versiones de temas como 'Hijo de la Luna', de Mecano, y 'Bésame mucho', que inmortalizara Sara Montiel y que han sonado estos días por las calles de la capital vizcaína. «Tengo gustos muy variados, pero sí que es verdad que como mi abuelo me inició en esto, me gusta mucho la música de los años 40 y 50. Tengo un amplio repertorio de temas de orquesta de aquella época: boleros, tangos, chachachás... A veces, hago nuevas versiones, pero reconozco que tengo un origen musical muy 'vintage'».
Es el segundo año que Tavi toca en la villa, y está encantada con su público. Se deshace en elogios cuando habla de los bilbaínos. «La gente aquí es maravillosa», dice. Y no solo eso, también apoya la ordenanza que regula la música en la calle. «Creo que la sociedad aquí crece de forma muy sana en comparación con otros lugares. En nuestro país queda mucho por sanar, pero aquí veo un público que está acostumbrado a la música e intenta entenderla». Se ha ganado a pulso el cariño del público. Muchas personas que la ven por la calle, la reconocen y la paran. El año pasado vino con su perro, Ramiro, pero en esta ocasión no la acompaña porque lo pasó mal con los petardos y el barullo -propio de las fiestas-. Hay señoras que hasta notan su falta. «¡Cuánto tiempo sin verte! Creíamos que no ibas a venir. ¿Cómo así no ha venido Ramiro?», le preguntan.
Tavi guarda en su corazón experiencias «increíbles» que le ha regalado su profesión. «Un día, cuando estaba tocando 'Dos Gardenias' de Machín en la calle San Francisco de Santander, aparecieron dos señoras. Una de ellas estaba en silla de ruedas. Empezó a cantar la canción y a mover la mano como si fuera una directora de orquesta. Me acerqué y toqué cerca de ella, y de repente vi que la otra se empezó a emocionar. Cuando terminé, le di las gracias. Resulta que eran una madre y una hija. La madre tenía alzhéimer y no sabía que la que le llevaba era su hija, porque no la reconocía, pero cantó la letra de arriba abajo. Fue muy bonito», recuerda.
Para la artista, tocar en la calle es un gran aprendizaje. Además de compartir su música, es una oportunidad para conocer a otras personas que conviven en el mismo espacio. Todavía recuerda los tiempos en los que tocaba en la calle de Carretas, cuando estuvo en Madrid. Se hizo notar y su interpretación llegó al corazón de mucha gente. A veces, cuando cogía el metro, algunos la reconocían y le dedicaban unas palabras de agradecimiento. «¡Eres la saxofonista de la calle de Carretas! Toma, que el otro día te vi pero no me dio tiempo a dejarte nada», le dijeron un día en el metro mientras le ofrecían dinero.
También ha conocido a personas sin hogar, con las que ha compartido muchos momentos especiales. «Son mis compañeros. Toco al lado de gente que no tiene casa, entonces tengo que ser empática». No olvida los días que llegaba y algunas personas le coreaban: «¡Ya baja la alegría de la calle de Carretas!». A veces, incluso, compraba pizzas y cervezas para todos.
La artista ha tocado en enclaves bilbaínos como el Portal de Zamudio y la Catedral de Santiago. Cuando pone su saxofón a punto, se crea un círculo a su alrededor en el que se aprecian sonrisas y gestos de asombro. Algunas señoras dicharacheras se sientan a su lado y le dan conversación. «Esta canción me la cantaba mi novio y ahora es mi marido», le dicen. Otras parejas se ponen a bailar al son de la música mientras intercambian besos. Y los más cariñosos se acercan a ella al finalizar la actuación y le dan un abrazo. «Es un beneficio emocional que yo obtengo y que la ciudad obtiene de mí. Los artistas somos una carga emocional. Mucha gente piensa que somos mendigos con instrumentos; hay que cambiar la mentalidad».
Su vitalidad y sus ganas de compartir con los demás no entienden de límites. Tavi tiene en mente varios proyectos. Uno de ellos es crear un libro con diferentes cuentos sobre sus vivencias y anécdotas, acompañados de banda sonora. Además, los dibujos los va a hacer su madre, que es actriz. Siempre le decoraba las libretas cuando era pequeña. También va a organizar una función bajo el título 'Femme fatale'. «Este último proyecto es especial porque habla del término. Es un mito machista creado por el hombre. Luego, nosotras lo hemos recuperado para empoderarnos, pero tiene muchas trampas», dice. Son algunas ideas que ya está cocinando y en las que va impregnada su esencia y su forma de ver la vida.
Cuando Tavi se pone a tocar el saxofón, se genera una puesta en escena que combina teatro, música y danza. Es lo que tiene ser una artista multidisciplinar. La expresión corporal y la dramaturgia también forman parte del espectáculo y lo cuida con mimo. Vive su profesión, pero también es consciente de que no es idílica. «Siempre digo que el éxito y el fracaso en un artista que trabaja en la calle va de una estrofa a un estribillo. Un día tienes a un montón de personas alabándote y de repente no. Pero así es la vida. Hay que hacer las cosas por una misma: si la gente te sigue y te aplaude, bien. Si no, también. Lo más bonito es hacer lo que uno quiere», concluye.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Encuentran a una mujer de 79 años muerta desde hacía varios días en su domicilio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.