
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
DAVID PUNGIN
Jueves, 23 de agosto 2018, 00:49
Los niños huyen de Jesús Lobo. La mayoría lo hace con una sonrisa en la cara, porque sus carreras delante de él no son provocadas por su apellido, que recuerda a los malos de los cuentos, o por cualquier otro motivo negativo; más bien todo lo contrario. La razón es que cada tarde de la Aste Nagusia de Bilbao, a las 20.30 horas, se mete debajo del toro de fuego y corre por las calles cercanas al Arriaga divirtiendo a los más pequeños, que se sienten mozos profesionales durante los 15 minutos que dura el espectáculo.
La forja de este corredor –así se conoce en el gremio a los que llevan al morlaco artificial en este tipo de actuaciones– fue muy temprana. «Cuando tenía 16 años, por entonces yo era ya comparsa de gigantes y cabezudos en Sestao, se jubiló el que hacía de toro de fuego allí. A mí desde siempre me había gustado y ni me lo pensé», cuenta, con la distancia que le otorga su trayectoría de más de 20 años en el oficio. Que nadie piense en una herencia familiar o una pasión taurina. El espectáculo de Lobo no tiene relación alguna con la lidia: «Aquí el único que sufre soy yo», bromea.
Desde que comenzó, se ha dedicado a animar las fiestas patronales de casi todos los municipios de Bizkaia. Su época de espectáculos está muy definida: de principios de junio a finales de octubre, en consonancia con la temporada de festejos. «Ese es uno de los motivos por los hay que poca gente que quiera meterse en esto. No tienes vacaciones», explica. Como parece lógico suponer, las actuaciones como toro de fuego no son la base de su sustento. Lobo compagina el espectáculo de corredor con su empleo en la hostelería. Es por eso que procura tener a dos o tres sustitutos para cuando su trabajo le impide acudir a algún festejo : «Así no se queda tirado el pueblo. Lo importante es que los niños estén contentos», afirma.
Son precisamente los más pequeños quienes le rodean cada vez que coge la carcasa del astado y empieza a amarrar los fuegos artificiales que al poco tiempo empezarán a arder. «Persígueme a mí, por favor», le dice una niña mientras hace amago de escapar y se prepara, junto a sus padres, para el peculiar encierro. Otro chico se acerca y le saluda, como a un viejo amigo. Muchos de los críos ya conocen a Lobo de otros años; él los ha visto crecer y ellos se acuerdan. «Alguno ha tenido algún detalle conmigo algún año y me ha traído recuerdos suyos. Como una vez un chaval que me trajo un CD con fotos conmigo», sonríe emocionado.
Cuando comienza la actuación, cientos de personas, la mayoría supera el metro de altura por poco, huyen riéndose de Lobo, que corre por debajo del toro encendido por El Arenal. Aunque siempre hay algún pequeño que llora. Al terminar, todo el mundo aplaude y vitorea al hombre sudoroso que ha realizado el número, que está cansado, pero feliz por «la reacción del público».
Lo único que cambiaría de los espectadores que acuden a sus actuaciones es la falta de precacución, «muchas veces por desconocimiento», que tienen algunos padres. Lobo aconseja que los asistentes lleven siempre «una chaqueta y algo que cubra la cabeza». Además, pide a los consistorios que añadan al servicio de bomberos uno de primeros auxilios en cada uno de sus espectáculos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Todos los conciertos y festivales de este verano en Cantabria
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
María de Maintenant e Iñigo Fernández de Lucio
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.