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El consorcio con la BOS en Abandoibarra. Yvonne Fernández

Historia musical universal de Bilbao

Profesionales y sentimentales, El Consorcio se sobrepusieron a los problemas técnicos que deslucieron el inicio de su concierto sinfónico en Abandoibarra, de donde el público salió maravillado

Jueves, 24 de agosto 2017, 14:32

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El miércoles, quinto día de Semana Grande, la oferta oficial melómana se amplió hasta los cuatro escenarios, pues se inauguró el de más aforo, el del alejado Parque Europa, con una actuación de los colombianos de moda Morat, que este estío han actuado en las fiestas de las tres capitales vacas y de los que seguro han oído su canción ‘Cómo te atreves’. Nos interesaban los bogotanos, más que los trikitilaris giputxis Gozategi celebrando sus 25 años con invitados en el Plaza Nueva, y más que las habaneras de La Pérgola con la Rondalla Jus La Rocha, de Pamplona, un grupo vocal, al igual que el que más nos atraía de esa noche: El Consorcio estrenando por fin en Bilbao, en Abandoibarra, su repertorio en versión sinfónica con la escolta de su grupo habitual (un cuarteto con Arturo García a la batería, Daniel Amat al piano…) más la Orquesta Sinfónica de Bilbao dirigida por Rubén Díaz. Que a la misma hora dos conciertos municipales se dirijan a la misma porción de público contribuyente nos hace pensar que a veces los horarios los ordena un mono. O sea un simio.

Fue una cita demorada con El Consorcio, aunque a la postre creciente y satisfaciente. Según abandonaba el recinto, que se llenó, los aficionados compartían sus vivencias. Subiendo las escaleras del Guggenheim, una señora sentenció «una maravilla» y otra «impresionante», y comentaba una pareja más crítica: «Las voces no se entendían muy bien, estaban distorsionadas. Ya han dicho que alguien ha pisado un cable y ahora estarán echando la bronca al responsable». Vaya, nosotros entendimos que un duende había estropeado un micrófono. «¡Qué bonito ha estado!», manifestó una dama ya por la calle Iparagirre, y varias matures macizas y elegantísimas sentenciaron bajando la escalera mecánica del metro en Moyua (iban a Getxo): «Han dejado para el final las mejores canciones, las viejas».

Fue un concierto especial de 24 títulos en 103 minutos que amalgamaron el repertorio de Mocedades (Bilbao, 1967), Sergio y Estíbaliz, Amaya Uranga en solitario, o los propios El Consorcio (Bilbao, 1993). El principio resultó descorazonador, desazonador: saltaban numerosos acoples (pitidos), y Amaya Uranga (70 años, usa muleta y ofició la mayor parte del tiempo sentada) fue la que peor lo pasó: le fallaba el micro (el del duende), no se le oía a ella ni ella parecía oírse, se tapaba el oído para paliarlo, pero llegó a desafinar una vez y su cara de contrariedad se amplificó en la pantalla gigante («se parece a Chavela Vargas», observó Pato). Por eso el arranque esparció las dudas y no apuntaba al éxito, y menos si se había acudido con altas expectativas. La BOS, tan bien arreglada que parecía de Hollywood, no lograba levantar a un cuarteto vocal (no hubo ninguna referencia al difunto Estíbaliz, el más salado de todos), que sufría las imperfecciones técnicas, revelaba cierta inseguridad creciente ante los repetidos pitidos y demás borrones, y no acababa de asentarse el espectáculo.

Ovación

El Consorcio abrieron con ‘La otra España’, con todos los problemas concentrados en la misma pieza, pero remontaron el vuelo en la dupla siguiente con unas unidas ‘Te llamaban Piel’, muy dinámica, y ‘Búscame’. Al acabarlas nos habló Estíbaliz, de 64 años: «Se dice que nadie es profeta en su tierra, pero se puede afirmar que sí lo es este grupo veterano y de veteranos. Pasadlo bien, que hemos venido para eso», y cayó un ‘California Dreaming’ de The Mamas & The Papas en inglés y con orquestaciones a lo Burt Bacharach. La cosa no mejoraba, pero Amaya Uranga se puso en pie y protagonizó ‘Palabras de amor’, de Serrat, con tal vulnerabilidad manifiesta y no impostada que benefició a la interpretación, y la ovación de premio la recibió Amaya abrazándose a sí misma.

El Consorcio informaron que estaban recreando un proyecto antiguo, «lo grabamos hace varios años y era nuestra gran pasión venir aquí a presentároslo a vosotros». Se referían al disco ‘De Mocedades a El Consorcio. 40 años de música’, grabado en directo con la Orquesta Filarmónica de Costa Rica. Y cantaron ‘Cantinero de Cuba’, que resonó como Pasión Vega haciendo habaneras (como las de La Pérgola a esa misma hora), y al acabarla tomó la palabra Amaya para expresar su contento: «Es una gozada. Una cosa tan bonita… Es que tocan muy bien. ¡Es la Orquesta Sinfónica de Bilbao!». Seguidamente Iñaki Uranga, de 55 años, protagonizó el bolero ‘Había olvidado’, en plan crooner melódico algo Alejandro Fernández y con la BOS sonando atropellada. ‘El vendedor’ también arribó saturada y embarullada, pero resultó efectiva a tenor de la ovación merecida. ‘Para vivir’, otra pieza sentida y vulnerable de Amaya, también caló a pesar de los acoples y ella también se abrazó al final.

La durante años demorada cita no se asentaba, pero la profesionalidad y elegancia de El Consorcio evitaba que se hundiera en el desastre. Y nos hablaron de nuevo: «Llevábamos siete u ocho años sin venir a fiestas de Bilbao. Para nosotros esto es como si el Athletic sacara la gabarra y pasara por la ría con nosotros en ella. Y de copa llevaríamos el Grammy que nos han concedido a la excelencia musical». Y prosiguió Iñaki Uranga: «México es nuestra segunda casa, con una música increíble, una comida, un tequila, un mezcal… No sabéis lo que le gusta a Amaya», y entonó una dramática e intensa ‘Paloma negra’ que voló más alto que las dos siguientes: la melódica ‘Qué pasará mañana’ y ‘La barca de oro’, ésta sobre la muerte como la trataría Woody Allen, «una que gustaba mucho a mi padre y a mi abuela», evocó Estíbaliz.

Mejoría

Y a partir de la pieza 13, más o menos a la mitad del show, todo mejoró y se aclaró. ‘Quién te cantará’ llegó afrancesada vía el Raphael sinfónico; ‘La llamada’ rodó gracias a su estribillo; los cuatro cantaron una intensa y seca ‘Le llamaban loca’ (y el disimulado Carlos Zubiaga, de 75 años, comunicó: «Nos la regaló José Luis Perales y ocurrió cerquita de aquí. En una plaza la veíamos y la mirábamos con ironía. Sirva esta canción como desagravio, donde quiera que esté»); ‘¿Dónde estás corazón’? mostró a la BOS luciéndose en la introducción barroca, al público ovacionando al reconocer la pieza, al cuarteto cantando a chorro y al final a la BOS saludando en pie; ‘Vencedor o vencido’ la entonó con emotividad y confianza Amaya («lo que me asusta del amor es amar y salir herida», reza la letra); el maravilloso y orquestalmente eurovisivo ‘Tómame o déjame’, con poderío a pesar de la derrota de la letra, se premió con bravos; y, tras el adiós con Estíbaliz agradeciendo «amigos de Bilbao, gracias por esta noche magnífica. Que no tardemos tanto en volver, eskerrik asko» («ha sido una gozada, buf», coló Amaya), sonó el divertido ‘El chacachá del tren’, con el respetable y ellos bailando.

Pero quedaba el bis, claro, y fenomenal cursó todo él. Amaya cantó ‘Secretaria’ exudando tragedia vital (de lo mejor: qué letra, una vida en una canción, como logra Alberto Cortez); ‘Pange lingua’ remitió a ópera hippie; genial y redonda destacó una estupendísima ‘Eres tú’ (nº 2 en Eurovisión en 1973, nº 9 en USA en 1974), con las luces de los móviles iluminando la explanada; ‘Amor de hombre’ tuvo arreglos misteriosos y algo balcánicos; y la coda se cantó a capella, ‘Zeruan eder ilargia’, «dedicada a la BOS, a vosotros, a nuestra patria, a nuestra tierra».

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