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Vídeo: Silvia Cantera | Foto: Ayuntamiento de Bilbao

Sesión de concierto y de terapia con una Rozalén que quiso «hacer llorar a los vascos»

La cantante representó por segunda vez en Bilbao el repertorio de su sexto álbum, 'El abrazo', volviendo a dejar el pabellón muy alto en lo artístico y mostrándose cercana al respetable

Jueves, 21 de agosto 2025, 07:00

Miércoles, quinto día de la Semana Grande, y la fiesta trasciende desde la plaza de toros gracias al primer indulto concedido en su historia. Luego ... vivimos el segundo pase del jazz del Guggenheim, que ofreció su último bolo del verano con la cantante susurrante zaragozana Marta Marín, y hacemos tiempo en bares mientras sonaban de fondo los fuegos artificiales. Es que aún quedaba mucho para que empezaran los cuatro conciertos institucionales principales, todos en la misma franja horaria, para que no se puedan compatibilizar: a las 23.30 horas había tres, con los bilbaínos Mocedades y la sinfónica de Bilbao en Abandoibarra, la céltica galaica Mercedes Peón en la Plaza Nueva, más el bolerista bilbaíno Guillermo Garmendia en La Pérgola, y a medianoche con la albaceteña Rozalén en el Parque Europa.

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El Parque Europa está a desmano, entre Begoña y Otxarkoaga, y al volver a casa en metro nos perdimos. Hace años, cuando se quitó el tinglado de Zorrozaurre, se ubicó ahí un nuevo escenario para sacar a la chavalería del centro de Bilbao y de las txosnas. Es un espacio poco apropiado, al margen de su lejanía: está lleno de árboles que a menudo impiden ver el escenario completo (un año escribimos que mejor talarlos, ¡y algunos se lo tomaron en serio y se ofendieron, ja, ja, ja…!), el piso es irregular (hierba, que si llueve se torna resbaladiza…), y encima está cuesta arriba, con el gran escenario instalado en la cima (¿por qué no ponerlo abajo, como si fuera un anfiteatro?, ¿no hay la suficiente pendiente?).

Pues ahí actuó Rozalén y atendimos su concierto desde la esquina derecha de su tablado. Justo veíamos a ella y a su traductora de signos, pero ni tan mal, porque se oía perfectamente, o casi. Ni una pega al sonido, e inferimos que actuaron en ochote por la foto final de ocho actuantes saludando. Y damos por sentado que había una pantalla de fondo porque era la tercera vez que la veíamos en esta gira de su sexto disco, 'El abrazo', y siempre ha habido pantalla de fondo.

La vimos en agosto de 2024 en las fiestas de Huesca, ante 6.000 almas, e hizo 18 temas (algunos popurrís) en 105 minutos, y titulamos 'Se aconseja a sí misma'. Y la vimos en diciembre de 2024 en Miribilla, ante más de 5.000 almas (todas sentadas y en un show de pago), donde ofreció uno de los mejores conciertos del año pasado, de 22 temas (popurrís también) en 123 minutos con mejor acústica y validación de las pantallas girantes, y este titular: 'La intensa Rozalén enmudece a Miribilla'.

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María de los Ángeles Rozalén Ortuño, de 39 años, psicóloga con un master en Musicoterapia, fue más halagadora en Huesca que aquí, y cursó los mismos mensajes guionizados: que iba a haber un tramo del concierto con canciones muy tristes, pero que luego se remontaría con los más festivos, y también dedicó canciones a su sobrino y a su difunto padre, se calificó de 'intensa' y soltó lo de que tendríamos un 2×1, «terapia y concierto». Ah, y también repitió lo de que su intención era «hacer llorar a los vascos».

Aunque ya nos sabíamos la película y apenas veíamos una parte del escenario, se nos hizo muy corto el concierto de 113 minutos para 18 temas, muchos en popurrí también. O sea que se superaría holgadamente la veintena de canciones, de ellas ninguna mala, ni excesivamente almibarada, aunque en algunas letras sí que se notó una cierta ambición más de coach que de autoayuda (la más evidente en esta onda sería la escrita para su sobrino, 'La cara amable del mundo').

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Cantando muy bien, bailando con desparpajo y siempre codo con codo con Beatriz Romero, la del lenguaje de signos (de quien Rozalén aseguró que bailaba la jota un poco como Lina Morgan), se puede decir que la albaceteña dio el mismo concierto que en diciembre en Bilbao: similares comentarios (la solidaridad con la dana pues su pueblo, Letur, fue de los más afectados, solidaridad extendida ahora a los perjudicados por los incendios), mismo orden de canciones, pasaje triste y fiestón postrero.

Sin ánimo de aburrir, señalemos que la manchega fue optimista en el amor ('Lo tengo claro'), aprovechó el folk hispanoamericano ('Sácame la pena'), se puso hondamente cantautoril en la nostálgica 'Entonces' y de seguido en esa 'Todo lo que amaste' dedicada a su padre fallecido hace tres años (una canción con pasaje paracientífico al gusto de Jorge Drexler), en euskera entonó una emocionante 'Xalbadorren Heriotzean' de Xabier Lete, no faltó el fandango muy jotero a lo Guitarricadelafuente 'Te quiero porque te quiero', y en 'Es albacete' pidió permiso para que su ciudad se convirtiera en la capital de España durante cuatro minutos.

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En la undécima, el rap de 'Mis infiernos', se puso a chispear y se abrieron los paraguas (y ella deseó «a ver si nos respeta la lluvia, ¿estáis bien?»), y continuó cumbiera con 'En una noche cualquiera'. Otra de las cimas la holló con la festiva a lo Juan Luis Guerra 'Tres días en Cartagena', la contrastó con la neo-rural algo Rodrigo Cuevas 'Inés Inesita Inés', se despidió usando la voz del político uruguayo José Mújica en la manonegrista y cumbiera 'Girasoles', y dio el mismo bis triple que la vez anterior en Bilbao, con 'Llévame' y su aliento de estadio, 'La puerta violeta' con ella cantando entre la gente de las primeras filas (pasó a nuestra vera y ni la vimos), y el dance exótico de 'Todo sigue igual'.

Ah, y no cantó ninguna versión de su último disco, el EP de seis canciones en 19 minutos titulado 'Rozalén por Chavela', Vargas, claro.

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