Jesús Andrade
Ascenso del Alavés a Primera

Y Vitoria estalló de alegría con el ascenso del Alavés

Ascenso ·

La afición se echó a la calle para vivir con cierta tensión y nerviosismo el desenlace de un duelo que devuelve al Glorioso a la Liga de las Estrellas un año después

Mikel Uriarte

Domingo, 18 de junio 2023, 02:05

Como dice el himno del Liverpool nunca camina sólo y eso se extrapola al Deportivo Alavés. Los nervios y el sufrimiento de todo el encuentro ... se tornaron en éxtasis cuando Villalibre marcó el penalti y sobre todo cuando el partido acabó. La sufrida afición albiazul volvió a estar con su equipo, aunque éste estuviera cientos de kilómetros. Vitoria se echó a la calle para desafiar a la tromba de agua que cayó a media tarde y alentar al Glorioso. En el Casco Viejo, en la Avendia o en Ibailakua daba igual, el ambiente se palpaba. La entrada a la 'Cuchi' volvía a aglutinar a cientos de seguidores entorno a las pantallas que los bares tenían puestas.

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En una de ellas estaban Andrea Jiménez y Nagore Latorre, dos exsocias que por razones universitarias ahora siguen al Alavés desde la distancia. «Al Alavés le animaremos siempre, sea en la categoría que sea. Es verdad que fuera de casa les ha faltado rematar algunos partidos durante la temporada, pero al final lo hemos conseguido», proclamaba Andrea, para quien Luis Rioja ha sido uno de los destacados del curso. Cerca suyo se encontraban diez jóvenes riojanos que le tributaban la despedida de soltero a su amigo Kiko, fiel seguidor de la UD Logroñés, aunque ataviado esta vez para sorna grupal con la camisola de la SD y el pantalón del FC Barcelona. «Preparamos la fiesta sin saber que coincidía con este partido y mira qué ambiente nos hemos encontrado, encima celebrando una victoria», contaba uno de ellos.

Iker Carrero no podía aguantar los nervios durante la primera parte y salía de un bar para fumarse un cigarro mientras seguía el partido a través del móvil. «Con la dura temporada que hemos tenido ojalá que nos den un alegría», anhelaba. Su deseo se tornaría en realidad un par de horas después. De nuevo los finales agónicos daban a los alavesistas razones para seguir siendo del Glorioso. Jaén, Vigo, Mendizorroza ante la Real Sociedad... y desde ayer, el Ciutat de Valencia.

Desde el primer minuto y hasta el final, cada vitoriano que creía en el ascenso no paraba de sufrir y al mismo tiempo animar a los suyos. Aunque no les oyeran. Esa emoción se trasladaba a los bares. Si no había partido en las pantallas, el ambiente era más bien desangelado. Incluso alguno por la zona de la Avenida Gasteiz se apresuraba a recoger su terraza sin haber comenzado tan siquiera la prórroga. Aquellos que disponían de dos y tres televisores no ofrecían hueco para algún que otro rezagado que quería sumarse al sufrimiento.

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Incluso en el barrio de Ibailakua, donde se celebran las fiestas a lo largo del fin de semana, éstas se detuvieron durante unas horas. La atención la concitaba el posibles ascenso del Deportivo Alavés y la mayoría de vecinos aprovechó la coyuntura para reponer fuerzas con un bocadillo que por poco se les atraganta. Tuvo que ser al final, con suspense y de penalti, pero la Plaza Zumaia fue testigo de todo ello estallando de alegría cuando el choque llegó a su final. Dos centenares de aficionados se congregaron en un par de bares para abarrotar sus terrazas y sufrir como nadie a lo largo de dos horas con su equipo.

Más de uno casi lo daba por perdido y se resignaba a estar otro año más en la Liga Smartbank. Pero ahí estaba el bravo equipo albiazul para hacer lo más difícil y aplicar aquella máxima de 'el fútbol es así'. Cosas del destino, lo que hace un año se perdió en ese mismo escenario se volvió a recuperar ayer. Minutos después se dejaban sentir los cláxones de los coches y algún que otro petardo. Al mismo tiempo se recuperaba el pulso festivo del barrio. El Alavés había vuelto a Primera División y con él su sufrida afición, esa que nunca le ha abandonado.

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A partir de entonces la noche empezó a alargarse. Había motivos para darle rienda suelta al cuerpo. Libre de toda tensión era el momento de celebrarlo. Se había pasado del sufrimiento al éxtasis en apenas un par de minutos, los que transcurrieron desde el gol hasta el pitido final.

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