El ascenso del hombre barbudo
Alavés ·
Vuelve el tipo ligado al conmovedor número 129, el del hito imperecedero en la carretera albiazul hacia la gloriaEscucho una taurina división de opiniones sobre el retorno de Asier Villalibre al Alavés con una densidad bastante mayor de aplausos que de pitos. Señal ... que distingue a los personajes que enganchan a la gente por las costuras del alma. Símbolo inequívoco de los jugadores que apenas dejan indiferente a alguien. El futbolista que el Athletic mantiene en la tercera línea de barra, el mismo al que se le confía el bote en Mendizorroza para pedir otra ronda.
Molesta desde aquí, por no emplear otro verbo menos refinado que se sobreentiende perfectamente, que sea así. Pero hay figurantes que apenas aparecen en las escenas de San Mamés y, sin embargo, asumen papeles inolvidables en la filmografía albiazul. Como El Búfalo de Gernika, el aún joven dentro de cierta veteranía que oculta en su barba frondosa el tesoro de todo un ascenso.
El delantero vizcaíno entró al escenario del Paseo de Cervantes por la puerta de honor que franquea el paso a los señalados. Soplaron aires cálidos para el Glorioso en el mercado invernal de 2023. El fútbol moderno presume de construirse en el centro del campo, pero todos sus protagonistas inciden en que las áreas, la propia y la ajena, resuelven todos los enigmas. Y a un equipo de munición justa siempre le conviene pólvora con la que asustar a los rivales. Villalibre contaba poco para 'nuestro' Ernesto Valverde y aquí se le reclamaba igual que se implora por el agua en el mes de mayo.
El delantero vizcaíno entró al escenario del Paseo de Cervantes por la puerta de honor que franquea el paso a los señalados.
Difícil imaginar un debut mejor en el santuario vitoriano que el de Asier. Dejó la marca del culo en el banquillo hasta que Luis García Plaza -el hacedor de los saltos a Primera- le señaló con el dedo índice. A calentar por la banda ante la expectación de una hinchada proclive a las novedades efervescentes.
Duelo vecinal ante el Eibar y en esto que el hombre barbudo revienta las ilusiones de la grada. Dos goles partiendo desde el banquillo, uno de cabeza y otro con el pie, para abatir al adversario azulgrana y coronarse como la esperanza de un Deportivo solidario, comprometido y valiente según el himno que el vetusto y entrañable estadio entona a capela.
De impacto súbito a final feliz. De una presentación resolutiva a 'la primavera de Valencia'. Si por ella entendemos el territorio, casi al borde del verano, donde juega sus partidos el Levante. Cierto que Villalibre cerró su cesión vitoriana con media docena de tantos en su haber. Es decir, que entre su estreno bigoleador y el penalti que representa todo un sueño húmedo para el alavesismo, sólo sumó otras tres dianas. Asunto de los arietes al margen del santoral futbolístico, que lo mismo ingresan en trances llamados rachas que transitan entre dunas sin una botella de agua fría para mojarse los labios.
Poco importan para la memoria perenne del Deportivo los capítulos intermedios entre el prólogo triunfal del Búfalo y el epílogo con el que escribió el 17 de junio de 2023, hace apenas trece meses, otro rezo de los misterios gloriosos. El equipo babazorro llevaba dos horas merendándose a su poderoso oponente, pero los dardos no acababan de clavarse en el centro de la diana. Hasta que la mano de un defensor levantinista hizo que una ciudad entera, la 'Green Capital', señalara al unísono el brazo. Minuto 129, mojón imperecedero en le carretera albiazul. Penalti de escalar a la cima o permanecer en el campo base.
Las pulsaciones de Villalibre debían de ser inversamente proporcionales a la cardiopatía de la hinchada albiazul
El corazón batiendo palmas aceleradas junto al de mi hijo. Pienso, como tantos otros, que lo lanzará Luis Rioja (Alavesa, por supuesto). Al sevillano le comen los rivales la oreja desde el cartílago y en esto aparece el de Gernika para tomar la pelota. O asumir la responsabilidad, así, en mayúsculas. El anhelo cabalga entre la admiración por el coraje de Asier y el temor al fallo en ese momento sin retorno.
Las pulsaciones de Villalibre debían de ser inversamente proporcionales a la cardiopatía de la hinchada albiazul. El tipo, un remedo del hombre tranquilo que protagonizó John Wayne, golpea el balón raso a la izquierda de Femenías. Marca y cabalga, ahora sí, con la tensión que le come el rostro a borbotones. Hay jugadores que son emblemas, como el trompetista de Hamelin. El hombre que vuelve a tocar música de viento en Mendizorroza.
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