Los jugadores albiazules celebran el gol al Valladolid. Igor Martín
El contraanálisis

El torneo terapéutico

Martes, 17 de enero 2023, 00:47

Vuelve la Copa del Rey a Mendizorroza, ese torneo bonito que tiene más interés por el morbo de ver quién hace el ridículo que por ... saber quién la gana. Y sabiendo que esto es fútbol y el fútbol dentro del campo no entiende de ricos y pobres, siempre hay algún pobre que se corona de gloria y algún rico que hace el ridículo más espantoso. Y a nosotros, que pertenecemos a la clase media del fútbol, nos ha tocado vivir las dos caras de la moneda, ser verdugos y hacer el ridículo.

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Hoy jugamos contra uno de la clase alta aunque en horas bajas, el Sevilla de Sampaoli. Aunque nosotros tampoco estamos para tirar cohetes, siempre nos queda ese plus que da la motivación y la ilusión que llevan a poder eliminar a uno de los grandes, con la poca obligación o presión de tener que hacerlo. Como dice nuestro míster, la Copa no estorba. Siempre vine bien para ver a algún chaval de la cantera, algún recién llegado como es el caso de Antonio Blanco o para tener a toda la plantilla con la sensación de sentirse todos útiles. Esto último sí es importante.

En un plantel de 22 a 25 futbolistas siempre se quedan, más o menos, diez sin jugar todos los días, y eso en un vestuario es una bomba de relojería. Para una caseta que tiene que convivir casi trescientos días por temporada, son muchísimas horas juntos como para no considerar el rendimiento un tema prioritario. No hay peor sensación de injusticia y más dañino para la armonía y la convivencia de un colectivo o equipo que no se trate a todo el mundo con justicia, aunque a todos no se les trate igual. Porque eso que se suele decir de que «es que son profesionales», como dando a entender que esos sentimientos ambiciosos o egoístas no les deben afectar, se contradice cuando a estos mismos profesionales les exigimos que sientan el escudo o los colores y además que sean ambiciosos y egoístas competitivamente hablando en bien del equipo.

La Copa no estorba. Siempre viene bien para ver a algún chaval de la cantera o a Antonio Blanco

Y cuando hablamos de este Sevilla y la Copa, me imagino que la considerarán como el último cartucho. Porque perder supone confirmar aún más su desastrosa temporada y ganar, seguir teniendo opciones de algo. Pero ojo, no hay Copa que compense el desastre de un descenso. Y ellos están jugando con fuego, con números de caer a Segunda. Y si a eso añadimos el escozor que supone la humillante situación futbolística respecto a su máximo rival, el Betis, está claro que por el barrio del Nervión el asunto está muy feo. Es que en Sevilla, como en otras partes del mundo, se alegran más de las miserias y fracasos del prójimo que de los propios éxitos y claro, aquí eso escuece mucho. Luego, lo típico en estos casos: amenazas de todo tipo, físicas, verbales, etcétera al propio equipo.

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Y este Sevilla de Sampaoli es mucho peor que el de Lopetegui. A Sampaoli, un entrenador que no ha dejado de ser jugador, lo delatan esas carreras, paseos y gesticulación que hace en el área técnica. Y si además escuchas su discurso técnico, de vestuario o ruedas de prensa, no parece argentino por su falta de locuacidad ni un entrenador experto en asuntos puramente técnicos. He escuchado mejores discursos en vestuarios de infantiles y de categoría regional.

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