El testigo del histórico 7-0 al Valencia guía al Alavés: «También nos costaba marcar»
La memorable goleada de 1955 al Valencia llegó con los albiazules a un punto del descenso. «Nos los comimos», evoca Alfredo Contrasta
No hay mayor rival en el fútbol que la cordura. Ni el Real Madrid ni el Barcelona ni el Valencia que llega hoy desmelenado a ... Mendizorroza (19.00 horas) pueden superarle. Pensar que todo transcurrirá según unos parámetros sensatos es ponerle riendas a la pasión, ineludible acompañante del aficionado. Restarle épica, belleza y lo tan humano de imaginar que todo es posible. Por qué no. Ni antaño ni ahora es sencillo de creer que un equipo modesto lograra llegar a la final de la UEFA en su mejor temporada. O que en otra no tan buena, al borde del descenso en la recta final del curso, lograra golear 7-0 a uno de los punteros, campeón de Copa del año anterior, para empezar a celebrar la salvación. Todo ello le ha ocurrido al Alavés. Una historia centenaria y repleta de emociones. Y las que quedan por llegar.
De la memorable goleada albiazul se acaban de cumplir 70 años. Ya ha llovido, nunca mejor dicho. Aquel 20 de marzo de 1955 debió de llover en tromba. Sobre el lodazal, chaparrón de goles. De gloria. Queda algún superviviente de los que lo vivieron sobre el 'césped'. Por llamar de alguna forma al pasto sobre el que se jugó aquel partido en Mendizorroza. Alfredo Contrasta Murua (Vitoria, 10 de enero de 1933) lo recuerda. «Ese día entraban los goles de cualquier forma que le dieras», rememora a sus 92 años. Todavía jovial, radiante para hablar de su Deportivo Alavés, del que es accionista y abonado.
«Aparte de que llovía, nosotros solíamos regar bien el campo. Se ponía bien de agüita, sobre todo en las áreas»
Muestra el carné y comienza a relatar toda una vida albiazul. Con tres ascensos, dos a Segunda (1951 y 1961) y uno a Primera (1954). Momentos inolvidables como 'el siete' al Valencia. «Nos salió todo redondo». Se jugó a primera hora de la tarde y la alineación la recuerda de memoria. «Berasaluce; Sanz, Erezuma, Gorospe; Kaiku, Echániz; Wilson, Echeandía, Primi, Ibarra y Erdocia». Enfrente, se esperaba un Valencia temible. «De portero tenían a un tío un poco loco, que decían que se sentaba en el palo porque no le llegaban mucho a puerta». Da fe de ello la foto en la que Quique Martín se subió al larguero en plena final de Copa ante el Barcelona, con 3-0 en el marcador.
«También contaban con un chico de Vitoria, (Juan Carlos Díaz) Quincoces». Sobrino del distinguido jugador albiazul Jacinto Quincoces. Más tarde ficharía por el club de su tío. «Y un extremo internacional rapidísimo». Vicente Seguí. Imposible de olvidar para Contrasta por el partido que disputarían la temporada siguiente. «Se lesionó Sanz y como el otro era tan veloz, y yo más o menos también, pues el entrenador me puso a mí de lateral». Un perfil de mediapunta, «un 10», a defender. «A la primera se me fue. A la segunda, le pegué un achuchón. Para intimidarlo, porque si no...». El jugador che acabó contra la valla. «Me vino Quincoces y me dijo que qué le había hecho. '¡Menudo golpe lleva!'». Acabaron 3-3.
Lucha cerrada por la salvación
El Alavés subió en 1954 y compitió como recién ascendido en la campaña de su mayor goleada en Primera. Le costó coger el ritmo. En la ida, en Mestalla, cayó 6-1. «Debutó y marcó Wilson Jones. Era gallego, de El Barco de Valdeorras (Ourense), pero de padres ingleses. Qué bien nos vino. Luego fichó por el Madrid». Sería una de las estrellas en el partido de vuelta. El Valencia llegaba lanzado. Cuarto y con cuatro victorias en los cinco partidos anteriores (ahora diez partidos sin perder). En ese mismo tramo, el Alavés había perdido 4-1 ante Real Madrid, Atlético de Madrid y Espanyol. Era antepenúltimo (14º), solo con un punto de margen sobre los dos últimos, los que bajaban.
«Había mucha presión. La gente nos paraba por la calle. '¡A ganar, a ganar!' No sé si llegamos a concentrarnos y todo». Daba igual. Pasaban mucho tiempo juntos de por sí. «Tomábamos un café en la calle Castilla y al campo». Con la mentalidad de salir a zampárselos. «En una palabra, nos los comimos». El Alavés se adelantó pronto. Minuto 9. «Gorospe, de cabeza», recuerdan las crónicas del periódico del día siguiente. Contrasta, que estaba en el banquillo, no los recuerda. Porque hay cosas que no son posibles. Pero endosarle siete goles al Valencia, sí. «Al marcar rápido, se jugó con mucha tranquilidad y dominamos». Contaron con varios factores a su favor. «Pundonor, mucho genio, sacrificio...». Y algo más. Recuerden que llovía. «Pero aparte, cuando venían equipos de Andalucía o del Mediterráneo, se regaba. Se regaba de regar». Guiño, guiño. «Que se ponía bien de agüita adrede, sobre todo en las áreas». Todo contaba.
3-2-5
era el sistema con el que se jugaba en la época. Cinco delanteros, lo que favorecía resultados más abultados que los de ahora.
«Y tuvimos bastante suerte porque no siempre se metía gol todas las veces que tirabas a puerta. Aquel día sí». Efectividad plena y disfrute total para los alrededor de 8.000 espectadores en Mendizorroza. «Lleno total. Y antes Vitoria era cuatro veces menos». Pero no todas las tardes eran así. Lo sabe la sufrida parroquia albiazul. La de antes y la de ahora. «A nosotros nos costaba mucho marcar, como ahora». Contrasta difiere de aquellos que puedan pensar que marcar gol en Primera División puede llegar a resultar sencillo si se está bien rodeado.
«Es una cuestión de centímetros e inspiración. No se puede medir con el pie si le das al palo y entre o al palo y se va fuera». Bien lo saben Guridi, Kike García o Carlos Vicente. «Y las defensas de la época eran duras». Tiene una buena muestra de ello. La cicatriz de un taco en el muslo izquierdo deja constancia de ello. Pero en aquella desapacible tarde primaveral, entraba todo. Echeandía, «que venía de Aretxabaleta», convirtió el segundo «al resolver un profundo avance de la línea media». Tras el descanso, Erdocia, «un chico joven que era internacional español sub-18», hizo el tercero, y Wilson «a la media vuelta», rápidamente, el cuarto. El quinto fue obra de Primi, Wilson hizo doblete «de cabeza» y Erdocia repitió para cerrar la cuenta. «Y luego a merendar juntos al bar de Primi. Echaríamos algún vinico de más», sonríe.
Los albiazules hicieron bueno por un día el fútbol ofensivo de la época. Entonces la táctica era residual. Los partidos se jugaban en formato 'patio de colegio'. Todos al ataque. 3-2-5. «Cinco delanteros, sí. Y existía el concepto de interiores de brega. Esos eran los que más corrían». Con camisetas que eran camisas, «con botones y de tela normal». «Cómo pesaban en días así». «Y pantalones tipo bañador». «Nos poníamos un 'slip'». Contrasta no guarda nada de aquella vestimenta única. «No teníamos camiseta fija como ahora y creo que apenas se vendían».
70 años después, le brillan los ojos al ver la réplica de aquella camiseta. La camarera de su bar habitual, el Principal, se sorprende. «Mi mejor cliente y no sabía que era futbolista». Contrasta sonríe para la foto. «La mejor profesión». Se quedó sin jugar aquel 20 de marzo. En aquel 7-0. «Daba igual. Éramos una familia. No había ni suplentes ni titulares. El día que jugabas bien, bien, y si no, no pasaba nada». La unión fue la clave de la salvación. «Me emociono al recordar, las hazañas del ayer, las victorias del pasado me enseñaron a creer», canta Mendizorroza. Aquí no se rinde nadie.
Atacante, de pierna fuerte y esperanzado con salvarse
Contrasta advierte de que «era un '10'». En la época de los dorsales fijos por posición, él se movía por el flanco de ataque. Lo que sería ahora un mediapunta, pero que llegó a jugar de todo. «De delantero centro, de extremo derecho, por la izquierda, de interior y de lateral». Solo le faltó la portería. En sus momentos esporádicos como defensor, trató de usar las artimañas propias de la época. Las que ahora quizás costarían más de una tarjeta roja. Al valencianista Seguí le dio «un achuchón». Sin acritud. Como con Di Stéfano. «Jugamos en Madrid y perdimos 5-0. Pero él no marcó. Los periódicos al día siguiente decían que era buen defensor, pero algo duro», cuenta 70 años después con una vivaz sonrisa.
Se hace harto difícil buscarle un parecido dentro de la plantilla actual. Sobre todo porque el exjugador vitoriano, que también militó en el Vitoria y el Aurrera, los otros dos principales clubes de la ciudad, apenas ve los partidos. «Soy socio, pero voy muy de vez en cuando porque con estos horarios...». La cuestión es que verlos por la televisión es superior a sus fuerzas. «Me pongo muy nervioso y lo paso muy mal. En el campo veo toda la disposición y estoy más tranquilo», comenta. Su método es más telefónico. «Mi sobrino, que es muy forofo, me cuenta todo y luego me veo los resúmenes y leo alguna cosa».
Tiene claras dos cosas. «Lo de Kike García este año tiene un mérito terrible» y «el Alavés ha perdido días que no lo merecía». «El mismo 2-2 de Valencia, el 3-2 contra el Madrid allí que tenían que haber expulsado a dos». «El problema es que ve muy poca puerta», sostiene antes de recetar «hacer lo que saben. Jugar y marcar. Con 1-0 hoy, nos damos con un canto. Es casi, casi salvarse». Que así sea.
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