Puñalada a las ilusiones
DESDE EL MONTE DEL PICO ·
El Alavés regala un partido vital al Granada después de hacer lo más complicado y toma el camino más corto y directo hacia Segunda DivisiónLlegó una de las encrucijadas de la temporada, el Alavés amagó con la recuperación después de voltear una situación límite, pero finalmente tomó el camino ... más corto y directo hacia la Segunda División. No hay otra forma de describirlo. Puñalada a las ilusiones de más de 16.000 espectadores. Estocada clasificatoria que deja al equipo albiazul a merced de una remontada que ya adquiere la categoría de utópica. Nueve partidos por delante de pura desesperación. No ya para competir en igualdad de condiciones con los rivales directos, sino para tratar de encadenar en algún momento un par de resultados positivos que puedan devolver una mínima esperanza. Puntos que al menos inquieten a unos adversarios que a estas alturas y con razón empiezan a contar al Levante y a los vitorianos como dos seguros descendidos al pozo.
Todo ello después de uno de esos encuentros sin demasiada explicación futbolística. En un deporte que se distingue de otros porque las emociones se concentran en unos goles que suelen escasear, más aún en duelos trascendentes, Mendizorroza asistió este sábado a cinco tantos en la segunda parte. En una especie de enajenación mental colectiva que vio sucesivamente hundirse al Granada y después al Alavés. Una escuadra albiazul que exige a sus seguidores buena memoria para recordar su último gol esta vez sumó dos en pocos minutos para cambiar el signo del choque. Todo lo que no afinó en una primera mitad donde un equipo con cierto filo hubiera liquidado en sus frecuentes llegadas al área a un timorato oponente, lo embocaron Escalante y Manu Vallejo. A balón parado y tras una internada de Rioja.
Cuando una grada encendida con la remontada pedía ya un tercer gol que se antojaba posible para superar el 'average' particular con los nazaríes, el cuadro de José Luis Mendilibar entró en pánico. De nuevo con la colaboración de un técnico que sustituyó a Joselu para «reforzar» el centro del campo y acabó con un equipo absolutamente desorientado que concedió facilidades a lo largo y ancho de todo el campo. Sin referencia en ataque (un agotado Edgar hasta que salió Miguel de la Fuente), con un eje incapaz de ajustarse al cambio de sistema rival y tampoco futbolistas con capacidad para retener la pelota y al menos bajar el ritmo del choque en una situación de riesgo inminente. Ni siquiera el último recurso de refugiarse en campo propio ante la evidencia de la superioridad del Granada. La camisa de fuerza del miedo y el desorden atenazaron hasta asfixiar al Alavés mientras el oponente, a base de cambios, futbolistas de calidad y entereza psicológica, acabó por encontrarse con un premio que minutos antes no podía ni soñar. Goles anulados, gol fantasma, VAR, nuevo tanto ante una defensa de plastilina...
Pura incredulidad en un Mendizorroza que asistió a uno de esos enfrentamientos que dejan cicatrices clasificatorias y no menos psicológicas. Heridas externas e internas. Un partido que se recordará. Aunque, es cierto, cuando uno ha sumado cinco victorias en 29 jornadas no hay demasiado que objetar por pura cuestión de probabilidades. El juez de la liga casi ha dictado sentencia y es condenatoria para un equipo albiazul incapaz de levantarse del suelo. Debido a que a medida que transcurre la competición las vías de agua cerradas coyunturalmente vuelven a abrirse por cuestiones estructurales. Por detrás queda un largo expediente de regalos a los adversarios (el duelo de ida en Granada, Elche, Getafe...) y este sábado se elevó a la máxima potencia para colocar a los albiazules ante un contexto de película de terror. El monstruo ya está entre nosotros, con los colmillos afilados ante el desnudo cuello albiazul, y el protagonista se encuentra en la lona y sin la perspectiva de hallar a su salvador.
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