Preparando la mudanza
ANÁLISIS ·
El Alavés despide la categoría ante un rival en la cuerda floja mientras afronta ya un exigente futuro que no espera a nadieCasi de forma clandestina, un domingo en horario tardío y con la mirada del aficionado centrada en la próxima temporada, el Alavés se despide hoy ... de Primera División. El club prepara ya la mudanza que nadie hubiera deseado: seis años después, al piso de abajo, sin vistas a la bahía de los mejores. Las cajas de la decepción más aplastante, apiladas durante meses de inoperancia futbolística, quedaron empaquetadas definitivamente tras la sonrojante derrota en el Ciutat de Valencia. Pero antes de que los enseres del equipo albiazul se trasladen durante el verano a otra categoría, previsiblemente con una profunda o casi total renovación del mobiliario de la plantilla, restan aún 90 minutos sobre el césped de Mendizorroza.
Sólo la situación del Cádiz, un equipo en la cuerda floja que depende de otros aunque gane en Vitoria, aporta interés al partido. Al menos desde la perspectiva de las emociones. Es decir, de lo más importante. Aunque Julio Velázquez se esfuerce desde su discurso sereno y voz de barítono por apelar a la profesionalidad, al respeto a la competición y a la posibilidad de que sus ocho partidos en el banquillo acaben con 12 puntos. Todo ello tan loable como obligado cuando uno se pone ante el micrófono en ocasiones así.
Claro que lo único que se recordará de este choque es si los gaditanos acompañan al Alavés y Levante a las profundidades o consiguen la carambola a varias bandas que empuje a Mallorca o Granada por el precipicio. Por poner un ejemplo: ¿Alguién se acuerda de lo que ocurrió sobre el campo en los partidos (Valladolid y Osasuna) que el Alavés disputó ya descendido en 2003 o de aquella visita final a Albacete en 2009 con el equipo albiazul en Segunda B?
A la mayoría de los jugadores albiazules, por méritos propios, será difícil recordarlos en pocos meses
Vamos, que la contienda real solo existe para el Cádiz. Después de una semana donde el Alavés, en una extraña y poco edificante decisión, ha ofrecido entradas a sus socios a precios bajos en un duelo intrascendente. Mientras, para la afición visitante resultan exorbitantes, excepto en las localidades que la LFP obliga a intercambiar entre clubes. Si era cuestión de granjearse enemigos de forma innecesaria, parece que se ha ganado la partida. Y habrá que ver esta tarde-noche si los seguidores amarillos, pese a lo intempestivo del horario dominical para un regreso de madrugada de mil kilómetros, no han conseguido un trasvase importante y las tribunas se tiñen parcialmente de amarillo. Algunos abonados alavesistas se han ofrecido en las redes sociales a ello durante los últimos días. Porque vivir en carne propia un duelo deportivo como el del pasado domingo en Valencia estimula la solidaridad a pie de grada.
El Alavés, en realidad, está a otras cosas desde que se consumó el fracaso. Más le vale ante la perspectiva de una Segunda División igualadísima y exigente que no espera a nadie y ha visto cómo equipos de solera se estancan o incluso se despeñan tras arrancar las temporadas como favoritos a las primeras plazas.
El descenso, lo ha repetido el club en numerosas ocasiones durante los últimos años como hipótesis ahora confirmada, no supone ni mucho menos una debacle económica como algunas de las que se afrontaron en otros tiempos. Pero otra cuestión es la remodelación y potenciación de una plantilla que, salvo sorpresa, apenas será reconocible en agosto. Con la necesidad de dar una vuelta prácticamente completa al calcetín, con las dificultades que ello conlleva a la hora de buscar desde el inicio un mínimo de conjunción. Antes, esta última jornada a la que en las cinco campañas precedentes el Glorioso llegó salvado y, en esta ocasión, descendido. Muchos jugadores saltarán hoy por última vez al césped de Mendizorroza como albiazules. A la mayoría de ellos, por méritos propios, será difícil recordarlos en pocos meses.
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