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A quién no le gusta una historia en la que ese villano que cae mal al principio se acaba convirtiendo en el héroe. En el ... fútbol, disciplina experta en colocar pronto etiquetas, es fácil durante una temporada complicada señalar a ese villano. También es cierto que algunas veces los protagonistas ponen algo de su parte. No estaba siendo un año sencillo para Joan Jordán. Llegado al final de mercado con elevadas expectativas, transitaba con más dudas que certezas a base de chispazos que no lograban eclipsar su escasa incidencia en el juego del equipo. Pero su fallida apuesta por lanzar a lo Panenka el penalti contra el Rayo Vallecano de marzo le situó en el centro de las críticas. Parecía condenado. Aunque el fútbol otorga a veces oportunidades para la redención. Jordán, el que falló el penalti contra el Rayo, también es ya el héroe que marcó desde los once metros el gol que puede valer una permanencia.
Stephen Hawking estudió una vez la fórmula científica del mejor penalti posible. Sus cálculos dejaron poco margen para la sorpresa: fuerte y a la escuadra. Jordán aplicó las enseñanzas del erudito inglés, sobre todo en lo que a potencia se refiere, para olvidarse de problemas y dejar al Deportivo Alavés al borde de la plena felicidad. Un golpeo duro, a media altura pero suficiente para doblar la mano del hasta entonces imbatible Mamardashvili. A veces lo sencillo es lo más efectivo. A su favor, el coraje de no arrugarse tras el error ante el Rayo. «No se me ha pasado por la cabeza tirarlo a lo Panenka. Lo quería chutar y sabía que la lie un poco la última vez. Quise meterlo, decidí hacerlo así. A veces nos equivocamos y me equivoqué», expuso el catalán tras el encuentro.
En realidad, la estadística jugaba a su favor. Antes de su error frente al conjunto vallecano había metido con total solvencia dos penaltis ante el propio Valencia y el Leganés. Su capacidad de golpeo había resultado entonces determinante. También lo fue este miércoles. Con su gol, suma ya cinco esta temporada y es tras Kike el segundo máximo artillero del equipo en Liga. El curso en el que menos incidencia está teniendo en la creación de juego es, a su vez, el segundo más goleador de su carrera en Primera. Está solo a un tanto de igualar los seis que anotó con el Eibar en la 2018-2019. Entonces, eso sí, terminó el curso con mil minutos más de los que lleva a estas alturas.
Jordán dejó su sello desde el banquillo. Adoptó un perfil diferente, algo más adelantado que cuando actúa en el doble pivote, y su frescura le permitió cuajar uno de sus mejores partidos de la temporada. No es casualidad que su otro gran choque del curso también fuera como revulsivo, en Butarque. Sin la capacidad física que puede aportar la dupla Blanco-Guevara, sí que puede resultar una pieza extremadamente útil para cambiar el tono de los partidos. Así lo hizo ante el Valencia.
Coudet acertó con la enérgica presencia de inicio de Guevara y la apuesta de Jordán como alternativa en la segunda parte, pero también atinó con los cambios. En un escenario donde lo más importante era mantener la ventaja y no desfallecer en el intento, metió piernas con Benavídez -y también su dosis de dominio pícaro de la situación- y energía en la presión, ya casi sobre la bocina, con Conechny y Toni Martínez. El resto fue un ejercicio defensivo en el que la cabeza sostuvo cuando las fuerzas flaqueaban.
Entonces el Deportivo Alavés ya había conseguido lo más difícil: batir a la muralla georgiana de 1,97 metros, envergadura imponente y brazos larguísimos que cubrió constantemente cada grieta de la portería del Valencia. Batir a Mamardashvili se había convertido en una tarea titánica, casi imposible. Y eso que el Alavés lo intentó tras liberarse de las dudas iniciales, pues se olvidó pronto de los problemas para generar juego experimentados tres días antes contra el Athletic. Fue un equipo más ofensivo, que lo buscó desde fuera y también a base de centros. El arquero visitante paró lo que pudo, que no fue poco para desesperación de la parroquia local, aunque no acertó a desviar el balón de Jordán. Lo tocó, pero sus dedos esta vez fueron insuficientes para frenar la euforia del alavesismo.
5 goles
lleva ya esta temporada el medio catalán. Está a uno de su récord en Primera
Cinco paradas realizó Mamardashvili; menos tuvo que actuar Sivera, autor de tres, pero también clave para evitar el gol de Iván Jaime en un disparo fuerte tras un contraataque. Entonces el Alavés ya había activado el modo supervivencia. Había que disfrutar sufriendo, lo que tantas veces le ha tocado hacer a este club 'experto en liarla'. Era el feliz premio tras una historia de redención en once metros en el momento justo. Como en las buenas películas.
Entonces el Alavés ya había conseguido lo más difícil: batir a la muralla georgiana de 1,97 metros que cubrió constantemente cada grieta de la portería del Valencia. Batir a Mamardashvili se había convertido en una tarea titánica. Y eso que el Alavés lo intentó, pues se olvidó pronto de los problemas para generar juego experimentados contra el Athletic. Fue un equipo más ofensivo, que lo buscó desde fuera y también a base de centros. El arquero visitante paró lo que pudo, que no fue poco, aunque no acertó a desviar el balón de Jordán. Lo tocó, pero sus dedos esta vez fueron insuficientes para frenar la euforia del alavesismo.
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