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El obrero de pico y pala, bocadillo de panceta y partidas de petanca a la fresca en el pueblo ha construido a lo largo de ... los últimos nueve meses un monumento de escultura fina. Por si alguien lo dudaba, Kike García se encargó de confirmar en el momento preciso que su figura va mucho más allá del tópico de jugador aguerrido, luchador y guerrero. El conquense es un delantero que da permanencias. Su gol de penalti ante el Valladolid, el decimotercero de la temporada, fue el feliz premio para que el que ha sido uno de los pilares sobre los que se ha sostenido un frágil Alavés durante la temporada. Los anales de la historia guardarán la encorvada figura del '15' albiazul en los altares de una salvación agónica, de puro sufrimiento. Pero de puro placer.
Se merecía ser el protagonista de la foto de la salvación. Tras una temporada pasada en un cierto segundo plano, donde su entrega quedaba fuera de toda duda pero algo matizada a ojos de la estadística por su falta de dinamita, este curso ha sumado a sus registros lo único que le faltaba. En realidad, una figura como la de Kike resulta de total utilidad para el Alavés en cualquier contexto. Pero cómo apearlo del once, aunque las fuerzas flaqueen hasta el punto de la extenuación, si medio ataque del Alavés lo aporta un veterano de 35 años que acaba de firmar la mejor temporada goleadora de su vida en Primera. Sus trece dianas superan ya en una a las que marcó en su hasta ahora plusmarca con el Eibar.
El hecho de que llegara de penalti no resta mérito a otro partido completísimo del de Motilla del Palancar. Pero su desgaste ilustra también las carencias ofensivas de un equipo que solo le pudo marcar desde los once metros a un rival goleado en hasta 86 veces a lo largo de 36 jornadas previas, más de dos por encuentro. Muchas veces fue una isla que por más que lo intentase no lograba que sus descargas y balones ganados cayeran en un compañero con su camiseta. Incluso en ese escenario el funcionamiento ofensivo del equipo no se entiende sin ese desgaste.
Pero cuando el árbitro pitó el final las piernas dejaron de pesar. El cansancio ya había abandonado al fin al silencioso lastre de la presión y Kike supo dónde dirigirse. Porque otra de las claves que explican el magnetismo del conquense es que en apenas dos temporadas ha sabido entender la idiosincrasia del equipo y la grada. Por eso se lanzó el primero hacia la zona visitante para celebrar el triunfo con su gente. Es uno más. Esa personalidad llana, mucho más cercana al sentir del hincha que a las alienantes dinámicas del fútbol moderno, es lo que enamora a todos. Incluso más que los goles. Porque Kikegol es Kikegol vea o no portería. Esa es su magia.
Aunque con el delantero de las certezas queda aún una notable incógnita por resolver. La gran duda de si la próxima temporada seguirá siendo ese obrero albiazul. Termina contrato y aún no ha renovado. Uno de los muchos frentes que deberá atacar el club en las próximas semanas, aunque el expediente Kike ocupa a la fuerza un espacio en la carpeta de los asuntos prioritarios. «No sé lo que va a pasar», reconoció tras el duelo. Pero su dedo, el que apunta a la cámara cada vez que marca, volvió a señalar el camino. Ahora, por fin, el Alavés ha puesto el último ladrillo.
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