La luz albiazul es ya un parpadeo
Un Alavés desafortunado y sin conexión con el VAR cae en un choque clave en Mallorca y se aboca a las matemáticas
Cuando caminas por el límite un charco parece un océano y culalquier resbalón acaba en accidente grave. Casi irreparable el de ayer en Son Moix para un Alavés que vio cierta luz tras la victoria ante el Rayo Valllecano. La misma que tras la derrota ante el Mallorca queda convertida en un leve y vacilante parpadeo de emergencia para las cinco últimas jornadas. Un mínimo de seis puntos de desventaja a falta de quince por disputar. Abocado a las matemáticas, siempre permisivas para encontrar esperanza, aunque tozudas a la hora de hablar de posibilidades reales de permanencia. Al Alavés se le escapó una de sus últimas balas en la isla. No porque se tumbara en la hamaca para disfrutar del paisaje, sino debido a una concatenación de circunstancias que acabaron con un equipo albiazul correcto, con más criterio futbolístico de lo habitual desde las botas de Manu García, aunque de nuevo con demasiadas dificultades para afilar el cuchillo cuando llega a la mesa del área rival. La conexión con el VAR tampoco resultó precisamente fluida. Cada vez que hubo dudas, prevaleció el color bermellón.
Mallorca
Rico; Maffeo, Valjent, Raillo, Oliván (Kang-In Lee, 68'); Kubo (Fer Niño, 83'), Sevilla (Sánchez, 83'), Baba (Battaglia, 54'), Dani Rodríguez; Muriqi, Prats (Gio González, 68').
2
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1
Alavés
Pacheco; Ximo (Guidetti, 90'), Laguardia, Lejeune, Duarte (Aguirregabiria, 90'); Escalante (De la Fuente, 60'), Ndiaye (Pina, 74'); Édgar (Pellistri, 60'), Manu García, Rioja; Joselu.
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GOLES 1-0 M. 11 Prats. 2-0 M. 45+4 Muriqi. 2-1 M. 73 Raillo (p.p).
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ÁRBITRO Soto Grado (riojano). TA: Baba (24'), Muriqi (83')/ Manu García (35'), Escalante (45+2'), Édgar (57'), Ndiaye (73'), Aguirregabiria (96'), Laguardia (96').
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ESTADIO Son Moix. 15.264 espectadores.
Hay partidos que se resumen en pocas acciones. El de ayer debido a una mano de Lejeune (en alguna toma no lo pareció) que la cobertura de Iglesias Villanueva desde Las Rozas detectó para anular el 0-1 y en el 1-0 instantes después gestado en un cúmulo de situaciones extrañas. La involuntaria peinada de Joselu, el balonazo posterior al área y una inverosímil y forzada espuela de Abdón Prats que se coló por la escuadra. Hay situaciones críticas donde sucede esto. Murphy y su ley. Si algo malo puede pasar, pasará. Como en aquel duelo en Getafe donde Enes Unal anotó el tanto de su vida. Tomar ventaja en un choque como el de ayer suele marcar. Lo hizo porque el Mallorca se arrellanó en su ventaja para jugar a lo que quería. Esperar y contragolpear. Su segundo disparo a puerta, esta vez en una concesión defensiva sin demasiada explicación, acabó en el 2-0 previo al descanso. Un muro de granito.
Claro que tampoco se acordó el VAR de enviar al colegiado al monitor cuando Salva Sevilla agarró claramente a Escalante en el área antes del segundo mazazo local. Uno recuerda también aquel codazo a Pina en el Wanda... No hay limosnas para el necesitado. A medida que te hundes solo se encuentra más lastre que empuja hacia el fondo. Como cuando en la última acción del duelo igualmente se evitó repasar otra acción dudosa en el área sobre Pellistri o cuando poco antes Soto Grado se 'comió' la segunda amarilla a Muriqui por un codazo. Vélazquez, que había armado el equipo con Ximo en el lateral diestro, Duarte en el zurdo y Manu García a los mandos, había tirado a esas alturas de todos los recursos ofensivos. A la desesperada, con Laguardia como delantero centro.
La temporada, es evidente, no puede resumirse en un partido, pero la fortuna fue ayer esquiva para un Alavés que se encontró con el peor contexto y no renunció a exprimir sus opciones. Que el gol albiazul fuera en propia puerta también deja claro que ofensivamente el cuadro vitoriano trata de cortar metal con los dedos. Si no es Joselu, si no es a balón parado o en una llegada desde la segunda línea de Escalante... Las eternas carencias de un equipo que nunca cuadra sus números. Ayer, curiosamente, con una regularidad en su trabajo que se fue por el sumidero de dos acciones puntuales. Las mismas que podían haber cambiado el signo del duelo. Pero los sueños, sueños son.
Así que queda por delante la pesadilla eterna. El insondable precipicio que mira ya directamente a los ojos albiazules. Sin pestañear. La realidad de una plantilla que, por ejemplo, recurre a Miguel y Guidetti en los momentos donde se juega la vida. El cuento del lobo, al que se le ven ya bastante más que las orejas. El descorazonador Alavés que intenta con coraje dar la vuelta a una tortilla que se comenzó a quemar hace varios meses. Si alguien es capaz de arreglar esto se merecerá la medalla al mérito deportivo y un hueco para el pregón de las fiestas de La Blanca.
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