Ni en el mejor guion de una película se podía escribir el debut de Asier Villalibre con la camiseta del Deportivo Alavés. Un hombre pegado ... a una barba que lleva en el pecho publicidad de crema de afeitar. Con un perfil en el terreno de juego del típico goleador. Pero fuera de él refleja más el perfil de un leñador de los bosques canadienses que el de un glamuroso músico trompetista. Y como uno tiene que ir contra corriente hay que advertir que las cosas no son como empiezan.
Publicidad
Si empiezas muy bien, el problema es que luego solo te queda empeorar. Y siempre está mejor visto progresar que regresar, aunque al final, después de todo el camino, te quedes en la mitad. Es una dicotomía entre la percepción y la realidad. Y la realidad es que si Asier Villalibre hubiera tenido el acierto y la eficacia que mostró el sábado en Mendizorroza, lógicamente, no le hubieran dejado salir del Athletic.
Es evidente que no deja de ser una buenísima alternativa y un refuerzo para el entrenador, Luis García Plaza, que lo venía pidiendo. Pero tengamos en cuenta que habrá muchos partidos en los que no acierte, que no tenga su día o, lo peor, no tenga oportunidades. Y sin oportunidades no hay goles. Ni goleadores, por mucho olfato que tengan. Yo creo más en que el equipo genere oportunidades claras, tiros, remates o peligro en general que en los goleadores. Estos son la consecuencia del juego.
Y tan importante es el goleador como el que da el pase. En este caso, Luis Rioja con un buen centro en el primer tanto y Toni Moya con un buenísimo pase filtrado en el segundo; porque sin pase de gol no hay rematador ni, consecuentemente, gol que celebrar. Bueno, a no ser que ocurra como el famoso gol de Maradona en aquel partido contra Inglaterra en el Mundial de México'86, cuando su compañero Leo Enrique soltó aquello de gracias al pase que le había dado él en su propio campo, que le dejó casi medio gol hecho al 'Pelusa'.
Publicidad
Yo creo más en que el equipo genere oportunidades claras y peligro que en los goleadores
Y lo prometido es deuda: terminé en mi anterior 'Contraanálisis' prometiendo que diría por qué si jugamos con dos delanteros sería mala señal. Primero, porque la idea del míster no es esa como norma o estilo de juego. Si tiene que jugar con dos delanteros casi seguro que será un remedio de urgencia cuando el resultado no sea favorable y haya que ir arriba a la desesperada.
Y qué mejor ejemplo que el del sábado contra el Eibar: con un jugador más y con necesidad de ir a por la victoria como sea, Luis García Plaza introduce el segundo delantero, Asier Villalibre, para acompañar a Mamadou Sylla. En este caso es más lógico, ya que nuestra superioridad numérica obligaba al entrenador a introducir más futbolistas ofensivos. Pero ya vimos que en cuanto se metió el 1-0, el preparador albiazul no tardó mucho en volver a los orígenes, al delantero y al mediopunta.
Publicidad
Además, si miramos a los equipos importantes en cualquier campeonato, pocos juegan con dos delanteros como algo habitual. Los que lo hacen con dos suelen ser equipos que juegan directo, muy defensivos, que no quieren llevar la iniciativa ni quieren elaborar mucho el juego. Y eso es, precisamente, lo que nuestro míster no propone ni predica. Lo de jugar con un par de atacantes siempre lo ha considerado como una alternativa puntual y de urgencia. Como en el derbi ante los armeros. Por lo tanto, lo bueno sería que no tuviéramos que aplicar muchas veces esa opción táctica.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión