La victoria del Alavés sobre el Villarreal es evidente que ha supuesto un chute de fe que ha hecho que nos agarremos a las matemáticas ... como gato a las cortinas. Caben todas la posibilidades, aunque no tengo muy claro lo de las probabilidades. El problema es que, tanto en el fútbol como en la vida, cuando uno está al borde del precipicio, y como el miedo es libre, aparece el pánico. El pánico bloquea todo lo que no sea imprescindible para sobrevivir, para salir huyendo. Por eso nos tenemos que agarrar a lo más elemental, ya que, dados los antecedentes y características futbolísticas, este equipo ha vivido más de los valores, del esfuerzo, de la actitud, del orden defensivo, del rigor táctico, que al fin y al cabo son recursos más fáciles de aplicar en situaciones anímicamente extremas.
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Pero si hay algo que en estos momentos me genera un cierto optimismo es el hecho de saber que este equipo lleva mucho tiempo viviendo en un continuo ejercicio de supervivencia, lo cual ha creado un espíritu de resiliencia, de capacidad de readaptación para poder sobreponerse a las circunstancias y saber vivir en la cuerda floja. Pero ojo, que los retos y los desafíos deben ser posibles, de lo contrario producirían el efecto inverso. En esas anda el bueno de Julio Velázquez. Porque el míster, desde que llegó, no para de insistir en que se puede y en que hay que creer y creer. Aunque sea aplicando discursos o mensajes con remedios fáciles de entender a problemas complicados de solucionar.
Y qué mejor para creer en su discurso que ese chute extra de fe que supuso la victoria del sábado ante el conjunto castellonense. Porque valiente no es el que dice lo que piensa sino el que hace lo que piensa. Y eso fue lo que aplicó en el partido contra el Villarreal. A su estilo lo llamaría el 'no-estilo'. No propone nada en concreto y todo en general. El plan está siempre en función de las situaciones del juego y de las circunstancias del partido. Y para mí el mérito de la victoria del sábado no estuvo tanto en plantear el partido, sino en saber gestionar el resultado.
Un resultado que era un arma de doble filo, ya que se puso muy pronto de cara y con tantos minutos por delante y con un rival que te va a someter no era fácil gestionarlo. Cualquiera en la situación que está viviendo nuestro Glorioso hubiera tenido la tentación de guardar ese tesoro como sea. Lo normal hubiera sido replegarse, atrincherarse en el propia área, aplicar el antifútbol y dejar que pasaran los minutos. Pues no, el equipo en el aspecto defensivo alternaba presión con bloque alto, repliegue con bloque bajo y otras veces posicionamiento con bloque intermedio. Y en lo ofensivo intentaba sin miedo mantener el balón, sin rifarlo, y si se daba situación, salir a la contra. Y cuando no había más remedio, juego directo y buscar los rechaces.
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En fin, que el Alavés iba alternando y aplicando distintos planes en función de las circunstancias del juego, y no tanto en función del resultado, sin afectarle a penas el miedo a perder el tesoro.
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