Femenía, un salto que lo cambió todo
El lateral del Villarreal regresa por primera vez a Vitoria para medirse a un Alavés en el que disputó dos cursos notable que relanzaron su carrera
La relación a lo largo de la última década entre el Deportivo Alavés, Vitoria y el Villarreal ha sido prolífica. El cuadro groguet ha encontrado ... en varias ocasiones en la entidad albiazul la plataforma perfecta para desarrollar a sus futbolistas. El caso de Alfonso Pedraza fue el gran éxito de ese flujo, pero en Vitoria también jugaron Iván Martín, Pantic o Espinoza, así como, ya en propiedad, Adrián Marín. También la presencia en el filial de Iker Álvarez de Eulate, portero hijo del seleccionador de Andorra vitoriano Koldo Álvarez de Eulate, ilustra ese vínculo. No es tan frecuente que suceda al revés. Pero un futbolista de la actual primera plantilla del Villarreal tuvo antes un prolífico paso por el Deportivo Alavés. Kiko Femenía vuelve por primera vez a la que fue su casa. El equipo que cambió su carrera.
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Ya se vieron las caras en el choque de la primera vuelta, pero será el regreso del lateral a Mendizorroza. Como albiazul jugó 77 partidos en dos temporadas. Pero en ese tiempo logró asentarse como pieza clave en el ascenso de la mano de Bordalás, se reconvirtió con éxito al lateral derecho y también resultó importante en la posterior permanencia de la mano de Pellegrino. El Deportivo Alavés dio un nuevo rumbo a la gran promesa que no había satisfecho las siempre elevadas expectativas puestas sobre él.
A Mendizorroza llegó como extremo, pero acabó convertido en un solvente lateral derecho
La llegada de Femenía a Vitoria no se entiende sin el nombre de José Bordalás. En realidad, el técnico alicantino resultó determinante para que al Alavés llegarán un amplio grupo de jugadores con los que coincidió en el Alcorcón. Femenía era de uno de ellos. El entonces extremo era un futbolista en busca de un trampolín que le lanzase de nuevo a la élite. Al equipo alfarero había llegado tras tres media temporada sin club. Pero su desempeño con Bordalás fue suficientemente bueno como para que el técnico se lo llevase al Alavés. Ese curso del ascenso lo jugó casi todo. De extremo, pero también en el lateral derecho. La idoneidad o no de esa reconversión está ya fuera de toda duda.
Su segundo curso, ya sin Bordalás, lanzó su carrera. Volvió a jugar mucho y su desempeño resultó clave para que el Alavés disputase la final de Copa. Ese regreso a la élite le hizo inalcanzable para el Alavés. El club albiazul intentó su renovación y el Valencia lo quiso, pero acabó fichando por el Watford inglés. Más de cien partidos en la Premier avalaron el curso pasado su regreso a la Liga. De inicio gozó de la confianza de Unai Emery, pero la marcha del vasco y la llegada de Setién le restó mucho protagonismo. Este curso ni Pacheta ni Marcelino le han alejado de la zozobra. Aunque encadena tres titularidades y podría salir de inicio mañana.
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Seguido por los más grandes
Aunque su carrera cambió mucho antes. Femenía era la gran promesa de un Hércules que, hace algo más de una década, vivía años brillantes. A los diecisiete años debutó con el primer equipo herculino y dos cursos después resultó clave en el ascenso a Primera de su equipo. Entonces era un habitual de la sub-19 y llegó a disputar el Mundial sub-20. Miembro de la generación del exalbiazul Fernando Pacheco, Sergi Roberto y Canales, estaba llamado a marcar época en Primera. Lo quisieron el Real Madrid, el Valencia… y el Villarreal. Hasta que su cabeza dijo basta.
Debutó en Primera con diecinueve años, pero los problemas de ansiedad amenazaron su carrera
Entonces la salud mental de los futbolistas no era cuestión de debate y comprensión. Era un tema tabú. De la ansiedad en el fútbol no se hablaba. El 28 de agosto de 2010 Femenía debutaba en Primera. Salió al campo en la segunda parte, pero no le fue bien. Nada bien. Tras varios errores individuales, se derrumbó. Solo la ayuda clave de su compañero Rufete, uno de los veteranos de la plantilla, le permitió acabar el encuentro.
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Ese verano fichó por el Barcelona para su filial, que entonces competía en Segunda. Pero tras dos años de presencia decreciente y sin llegar a debutar con el primer equipo de forma oficial, rescindió su contrato y fichó por el segundo equipo del Real Madrid. Tenía 22 años, pero muchos lo tildaban ya de juguete roto. Como blanco apenas jugó y entonces se quedó sin equipo. Fueron seis meses de inusual silencio para él. Hasta que aparecieron Bordalás y el Alcorcón para reconducir un camino que terminó de enderezarse con los colores albiazules. Los que le llevaron a consolidarse en Primera por el camino más complicado.
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