Durmiendo como colista

Hay que reconocer que la primera mitad se volvió a tirar por la borda. Fue el mismo período en el que el conjunto alavesista demostró que con el balón en los pies es el peor de la categoría. Además, con el marcador ya en contra, tampoco le convenía un duelo con tantas faltas e interrupciones. Se pudo salvar su primera media hora de la segunda parte cuando, sin nada que perder, salió esa pizca de convicción suficiente para meterse en el partido y reactivar la esperanza de obtener un resultado positivo. Con un rival a verlas venir, la incursión del ayer otra vez suplente Manu Vallejo dio otro aire a la conexión con la pelota en campo contrario.

Y cuando con la igualada tampoco parecía descabellado ir a por tres puntos vitales, el central Lejeune cometió un inocente penalti. Momento decisivo; un golpe bajo justo cuando el Alavés quería levantarse. El uruguayo Luis Suárez no perdonó al ejecutar la pena máxima. Ahí se acabó el duelo, ya que con un cuarto de hora por delante el Atlético ya no quería sorpresas de ningún tipo. Se juntó entonces el hambre de sus puntas, para acabar con un doblete cada uno, con el portugués reivindicando su continuidad y el uruguayo reclamando otra vez la titularidad. El caso es que este Alavés, cada vez parece más carne de cañón, con ocho partidos por delante, pero uno menos y por lo menos siguen los cinco puntos de distancia a expensas de la visita del Cádiz a Valencia. Toca otra salida, con todas finales anticipadas, esta vez a Pamplona ante un Osasuna que sólo se juega la honrilla. El problema es que se ha tocado fondo en la tabla. Dada la remontada del Levante, ahora mismo habría que superar no sólo a uno ni dos, sino a tres oponentes. Una empresa titánica la que le espera a este sufridor Alavés.