La consecuencia de la mediocridad
El Alavés certifica su descenso tras dos campañas y media rodando hacia la nada futbolística y afronta una complicada reconstrucción en una Segunda División potente y plagada de entidades históricas
Sin cambios ni sorpresas. El Alavés disputó el domingo sus dos últimas horas en Primera División como había vivido durante gran parte de los diez ... meses anteriores. A la intemperie, azotado por el viento de sus flagrantes limitaciones y zarandeado sin piedad cada vez que abandonaba el refugio de Mendizorroza. Con naturalidad llegó la estocada en el Ciutat de Valencia después de unas últimas semanas en la montaña rusa de las emociones.
Arriba y abajo; abajo y arriba. Sin demasiada fe en una remontada que solo cabía en las cábalas de los optimistas más recalcitrantes, aunque con esa pizca de hormigueo insensato en el estómago tras encadenar tres victorias en casa. ¿Por qué no si hasta una oruga puede convertirse en mariposa?, se preguntaban interiormente los aficionados. O algo parecido.
Quizás debido a que la consecuencia de la mediocridad durante tres cuartas partes largas de la temporada rara vez es un triple salto mortal ejecutado con precisión quirúrgica y plasticidad de natación sincronizada. Quizás debido a que la deriva viene de atrás, a que el equipo vitoriano rodaba hacia la nada futbolística desde hace dos campañas y media. Sin que nadie con responsabilidad en las confecciones de las plantillas haya tomado decisiones tajantes y acertadas para detener la hemorragia.
Más bien se han aplicado rudimentarios torniquetes y analgésicos genéricos para tratar de calmar temporalmente un dolor creciente. Cuando todo apuntaba, verano a verano, a que esas últimas campañas salvadas a la desesperada eran solo el síntoma de una enfermedad grave que exigía una operación de urgencia. Así que la manifiesta deriva ha acabado ya con todo el alavesismo en Segunda. Sin que sea un desdoro para el prestigio del club, que ha vivido sus más largas etapas en esa categoría, pero sí con la sensación de gran oportunidad perdida para consolidar a la entidad entre los mejores en una etapa de bonanza económica.
Se empezó el ejercicio con una plantilla, salvo excepciones, de andar por casa en bata y zapatillas
No cabe aludir, por tanto, a un accidente. El Alavés arrancó el ejercicio advertido de sus debilidades en campañas anteriores y, pese a ello, con una plantilla, salvo excepciones, de andar por casa en bata y zapatillas. Posiblemente un siniestro sí fue el anterior descenso allá por 2006. Con un equipo cuya delantera la formaban los Néné, De Lucas, Bodipo, Rubén Navarro... Mejor no pensar en comparaciones. En aquella ocasión no había nadie al volante de un grupo con todas las posibilidades. Ahora, al automóvil le faltaban caballos. De hecho, en ocasiones parecía funcionar con ponis.
Solo así se entiende que en otra Liga donde solo había que encontrar tres adversarios menos cualificados y, simplemente, volver a rozar los 40 puntos, la catástrofe haya llegado con una jornada por delante para concluir el campeonato. Es decir, sin llegar siquiera a presentar verdadera pelea.
Claro que el expediente de fiascos ha resultado abrumador. Dos derrotas ante el Mallorca, otras dos ante el Granada -éstas sin explicación posible-, empate frente al Getafe en superioridad numérica, ventajas perdidas en las visitas a Elche y Levante... Con un sistema defensivo que en ocasiones parecía un cervatillo indefenso en mitad de la calzada deslumbrado por los focos. El centro del campo, sostenido al final por la entereza de Escalante, huérfano casi siempre de creatividad hasta los breves fogonazos finales de un infrautilizado Manu García. Y la delantera, donde por momentos las bandas parecían callejones sin salida, con Joselu encarnando a Robison Crusoe en su isla... Nada cambiará la historia y 2022 se añade a la lista de primaveras negras, como las de 2009, 2006, 2003, 1986, 1983...
El Alavés desciende, además, con la obligación de una reconstrucción prácticamente total de su plantilla, lo que complica sobremanera la tarea de formar de la noche a la mañana un equipo puntero en Segunda. Esa categoría traicionera y plagada de equipos históricos en busca de redención. La última vez costó una década volver a pisar la Primera División. Que alguien, por favor, se dé más prisa esta vez.
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