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Tenía que ser de volea. Como Toni Moral. A balón parado, marca de la casa en el histórico fortín de Mendizorroza. Y Nahuel Tenaglia, el ... lateral que encarna el indestructible ánimo de pelea albiazul. El argentino empaló el córner con el alma en el minuto 65, momento crítico de un partido plano hasta el tanto, pero que permite al Alavés quitarse mucho peso de sus espaldas. El gol levantó a la hinchada, el equipo dejó de tener miedo a perder y salió del descenso. En pleno éxtasis, el jugador se separó y le envió un beso a su hija, Albita, a la que quiere ver crecer en Vitoria.
«Ni yo me lo voy a creer cuando la agarré así», dice el goleador tras el partido. De nuevo eufórico. «¡Vamos, vamos!!», espolea a la grada. A menudo, los aficionados retienen una jugada de por vida de cada temporada. El gol del jugador de Saladillo pasa a ser una de las candidatas. «Le debíamos una alegría a la gente», reconocen una y otra vez a una parroquia que celebró el undécimo gol de la temporada en el estadio del Paseo de Cervantes.
Para sacar al @Alaves del descenso.
— Fútbol en Movistar Plus+ (@MovistarFutbol) April 23, 2025
El voleón de 𝐓𝐞𝐧𝐚𝐠𝐥𝐢𝐚.#LALIGAEASPORTS #LaCasaDelFútbol pic.twitter.com/TR5rlWUA2M
Algún tipo de maldición debía pesar sobre Mendizorroza y el Deportivo Alavés, que no marcaba de córner desde el 14 de septiembre. Quizás la explicación sea tan sencilla esa de que el fútbol se juega con la cabeza y no con los pies. Lo decía Cruyff, cuyo hijo, Jordi, jugó en el Alavés y cuya cabeza dio varios goles al equipo de Mendizorroza. Pero esta vez tocó de una manera inimaginable. De volea en un córner no muy bien sacado y peor defendido. Sin ningún toque de por medio. Del pie derecho de Carlos Vicente al de Nahuel Tenaglia. A la media vuelta. Un trallazo imparable. Un tiro y un gol que sabe a gloria.
El Alavés se quitó así de encima el susto del cuerpo de la primera parte. Un error de Jordán, un pase a la defensa que se lo entregó a Sergio Gómez y estuvo a punto de costarle caro, trajo el recuerdo de las otras fatídicas tardes en Mendizorroza. La frialdad y el miedo a perder llegaron a las entrañas alavesistas. Pese a que Coudet insiste en pasar página y hablar sobre ello en el vestuario, el técnico también se sintió atenazado y optó por quitar al mediocentro catalán. Al descanso salieron Guevara y Conechny por un Carlos Martín de lo más preciso, pero dolorido.
Tampo la Real inquietó en exceso a la buena defensa albiazul. Siempre obligando a los rivales donostiarras a recibir de espaldas a la portería de Sivera, que apenas tuvo que intervenir. El nerviosismo con balón, con menos presión de la anunciada, cambió con el estado de ánimo tras el gol. Al compás de Antonio Blanco, que ejemplificó el soltar amarras con un disparo precioso desde fuera del área, seco, de los que se van levantando del césped poco a poco y se disfrutan tanto en el estadio como en la repetición a cámara lenta. Acabó rozando la escuadra.
Coudet introdujo entonces a Benavídez por Guridi para contener a Zubimendi, pero no echó al equipo atrás, bien sostenido por Mouriño y Garcés, buenos guardianes, y Tenaglia, que echó el freno de mano antes de entrar en el descuento para dejar en fuera de juego a Oskarsson, autor del gol anulado. En los momentos difíciles no queda otra que recurrir a las grandes figuras del equipo y la divinidad. Tenaglia representa las dos.
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