Un año y un traumático descenso después, Martín Agirregabiria ha seguido los pasos de Manu García. El club, como sucediera antes con el excapitán, le ... ha señalado amable pero inexorablemente la puerta de salida de Mendizorroza. Esa que muchas veces atravesaron ambos como aficionados alavesistas mientras soñaban con enfundarse la elástica del equipo de su ciudad. La breve nota de despedida del pasado jueves, que englobaba a varios jugadores más cuyo contrato finalizó el 30 de junio, resultó suficiente para que los dirigentes albiazules dijeran deportivamente adiós a otro vitoriano. Al último de la primera plantilla. A un alavesista que ha surcado todas las categorías inferiores de la entidad para sumar prácticamente tres lustros de singladura en Ibaia. Esa carrera en albiazul de la que, por desgracia, aunque con cierta lógica por cuestiones demográficas, existen muy pocos precedentes. Aún así, Martín solo recibió unas líneas de agradecimiento, mezcladas por ejemplo con las de ¡¡¡Guidetti¡¡¡, cuando le convirtieron oficialmente en exjugador alavesista.
Publicidad
«Esperaron al último día. Me hubiera gustado una despedida más cálida», apuntaba el lateral derecho en una entrevista en este periódico. Con esos medidos gramos de censura pública que suelen convertirse en kilos cuando las conversaciones sobre estas cuestiones se producen en otros lugares o con más tiempo para la reflexión. El club le ofreció la calidez acostumbrada, podría decirse. Si a Manu García ni siquiera se le presentó el pasado ejercicio una propuesta de renovación a la baja... ¿No ofrecía Martín el nivel suficiente para jugar en Segunda División? ¿Era realmente necesario desprenderse de un futbolista que representaba el ejemplo de que es posible dar el salto desde Ibaia a Mendizorroza, incluso cuando uno ha nacido en Vitoria?
Todas estas preguntas ha debido hacerse el club para responderse después de forma taxativa y tomar su decisión. Aunque aquel sabor a despedida que Martín dejó cuando fue sustituido en el choque final de Liga ante el Cádiz apunta a que casi todo estaba dicho entre ambas partes antes incluso de que llegase el nuevo entrenador. Se mire por donde se mire, la marcha de Martín (que reconocía que en su última etapa no ha estado a la altura de lo que podía dar) supone un fracaso compartido. No es fácil comprender que club y jugador no hayan podido alcanzar un acuerdo para la continuidad. Mientras la entidad albiazul -con razón- se jacta en los últimos meses del salto cualitativo de su cantera, con futbolistas enrolados en diferentes selecciones nacionales inferiores, Agirregabiria deja de pertenecer al club. Es decir, al tiempo que el Alavés trata de que sus mejores proyectos de futbolistas se acerquen a la primera plantilla, expulsa de ella al único jugador procedente de Ibaia que se ha consolidado en los últimos años en el fútbol profesional.
El club ha eliminado en apenas trece meses a dos futbolistas vitorianos que, más allá de su rendimiento puntual sobre el césped en unos últimos años de desastre deportivo colectivo, eran por muchos motivos pequeñas o grandes referencias del alavesismo. El objetivo real del Alavés en el intento de retornar a la máxima categoría no puede ser, como apuntan algunos ingenuos y otros infectados de provincianismo, que la plantilla albiazul comience a llenarse de jugadores locales de la noche a la mañana. Otra cuestión es que mientras el seguidor albiazul aguarda a que alguno de los incipientes y cada vez más numerosos proyectos de Ibaia -Owono, Baz, Ropero...- pueda alcanzar algún día el primer equipo, se extienda una desagradable sensación. La de que una vez logrado el complicado salto desde Ibaia a Mendizorroza, por el que tanto apuesta la entidad albiazul en los últimos años con su Academia, el club se cansa después con facilidad de sus canteranos. Con inequívocas invitaciones a que abandonen la casa.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión