Seguimos inmersos en esos mensajes relacionados con lo emocional, los valores, los sentimientos, la épica, la fe... No nos queda otra, porque una vez más, ... si tenemos que creer en lo que vemos, está claro que en la victoria contra el Rayo vimos muy poco por lo que respecta al fútbol. De ahí que el club la semana pasada mandara uno de esos mensajes de socorro: «En este club ni las excusas ni la rendición son una posibilidad». La pregunta que me hago es quién es el club. Porque, cuando hablamos de estas cosas parece ser que siempre va dirigido al primer equipo, como si fuese el único responsable de los males del club. Pues no, el club somos todos: afición, consejo, dueño de la propiedad, medios de comunicación, estructura deportiva, incluso entorno social o aficionados pasivos y, por último, el equipo. Podríamos decir con cierta ironía que son lo de menos, ya que estos van y vienen. Los importantes somos los que seguimos aquí, los incondicionales, el Club. Y por aquello de que cuanto más apoyo social, mejor gestión deportiva y económica realice el club, más importante será la institución y mejor equipo nos representará.
No vayamos a equivocarnos y cargar toda la responsabilidad, tanto para bien como para mal, solo en los que están en el terreno de juego. Por cierto, cuando metió el gol Joselu me dio la impresión de que quiso reivindicarse con un gesto apuntando a alguna parte del universo y deshacerse de ciertas culpabilidades que al parecer le habían otorgado estos días. Me recordó a lo que una vez el escritor Quevedo hizo con María de Austria para no decir directamente que era coja: «Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja». Cada uno que piense lo que quiera, habría dicho el bueno de Joselu.
Dicen que el sueño genera esperanzas y la esperanza, optimismo. Si fuese por el optimismo que infunde nuestro entrenador, estaríamos ya salvados. Desde que llegó siempre habla de que tenemos todas las posibilidades del mundo e insiste: «¡Hay que creer, hay que creer!». Estoy de acuerdo con él, a falta de fútbol lo importantes es la fe; y que mejor para eso que poder vender optimismo, confianza y posibilidades.
Y no puedo terminar sin hacer mención al éxito de las Gloriosas. Aunque perdieron ayer, el sábado ya se confirmó su permanencia en la máxima categoría del fútbol femenino. Este éxito tiene un doble valor, futbolístico y social. Futbolístico porque no es nada fácil mantenerse en la categoría. Y hay que repartir méritos: al club en general, a la dirección deportiva con Dafne Triviño a la cabeza, al cuerpo técnico con Mikel Crespo como entrenador -del que todo el mundo habla bien- y, por supuesto, a la plantilla. Una plantilla con unas chicas que han sido un ejemplo de profesionalidad. Y por lo que respecta a la parte social, por aquello de que un club de fútbol es más que un club de fútbol y, dada la repercusión social y mediática que tiene, debe servir como escaparate para reivindicar o denunciar ciertas desigualdades sociales. Defender al fútbol femenino es defender la igualdad de género.
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