Boye, la insistencia del delantero imparable: «Pelear es lo que sé hacer»
El argentino arrolla a la zaga del Espanyol con su brillante capacidad de proteger el balón, pero también ve una roja que le hará ser baja en Girona
Es hasta hipnótico. Cuando Lucas Boyé recibe el balón, en general un envío desde lejos con bastante más de compromiso que con verdaderas condiciones para ... que prospere, la grada de Mendizorroza asiste a un espectáculo arrollador. Como en esos documentales de sobremesa en los que una gacela, por más que esprinte, sabe que antes o después va a ser cazada por el león, la hinchada albiazul tiene claro que el delantero argentino va a morder a su presa. O, traducido a términos del día a día albiazul, logrará convertir ese balón aéreo en una joya que luego alguno de sus compañeros se encargará de meter en el área.
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No hay forma de parar a Boyé. Porque el de San Gregorio no es una fuerza de naturaleza –la web oficial del campeonato liguero le concede 179 centímetros de estatura–, pero lo parece. En realidad, su maestría nace más de la inteligencia y el uso del cuerpo. Sabe cómo colocarse y cómo construir una muralla con sus piernas para que los intentos de los defensores rivales se topen siempre con la nada. Ese conocimiento de la física más elemental sólo puede nacer de una infancia con un balón de forma permanente pegado a los pies vivida por un niño de un pueblo pequeño que tardó en dar el estirón. Ahí, en el fútbol de calle, hay que ser el más listo.
También lo fue frente al Espanyol. Basta con diseccionar los dos goles albiazules para ponderar la trascendencia de Boyé en un triunfo clave a la hora de convertir los últimos merecimientos en algo tangible tras 185 minutos de sequía. En el primero recibe entre líneas, pero el rival Riedel parece imponerse en la primera batalla. Sólo lo parece. Porque Boyé, pese a estar en el suelo, logra proteger el balón, levantarse, frenar el intento de recuperación del joven central alemán y enviarle el balón a Aleñá para que lo ponga al área y Denis marque el primero.
A base de fe
El segundo es incluso más ADN Boyé. Porque hay que tener la fe del argentino para pelear por un balón como el que inicia la acción. Pero como siempre va a por todos tampoco iba a dejarlo pasar. Le bastó con poner su cuerpo por delante del de Rubén Sánchez para convertir una jugada de ataque visitante en su sello más directo en el choque. Con un disparo fuerte y esquinado consiguió esquivar el gran déficit que ha perseguido su carrera. Porque de lo demás no hay dudas. «Pelear es lo que sé hacer», reconocía el propio ariete al final del choque.
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«Salió todo redondo salvo la expulsión»
Lucas Boyé
Delantero del Alavés
Aunque esa categoría de imprescindible también le situó en un escenario de extremo peligro que le costó la roja. «Salió todo redondo salvo la expulsión», admitió Boyé. En realidad, poco se le puede achacar en una acción en la que no tuvo otra que frenar el contraataque cuando tenía ya una amarilla, pero esa roja dejará al Alavés sin su gran referente en Montilivi. Entonces tendrá que valérselas sin un ariete argentino capaz de convertir en oro cualquier balón.
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