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Alavés-Elche

Cuando Eder Sarabia cambió la Ingeniería por el fútbol: «Tiró el título y dijo 'ahora voy a hacer lo que quiero'»

Manu Sarabia radiografía a su hijo, entrenador de moda en Primera al mantener invicto al recién ascendido Elche

Sábado, 4 de octubre 2025, 20:21

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Eder Sarabia tomó hace dos décadas una decisión que marcó su vida. Tan arriesgada que resulta el mejor ejemplo de su personalidad. «Cuando terminó la carrera de Ingeniería Industrial llegó a casa, tiró el título sobre la mesa mientras cenábamos y nos dijo: 'Aquí tenéis lo que queríais, ahora voy a hacer lo que quiero, vivir del fútbol'», recuerda el exfutbolista Manu Sarabia, maravillado con el arranque liguero del Elche que dirige su hijo. Eder vivirá este domingo el partido en Mendizorroza desde la grada por sanción, pero estará pegado al móvil para corregir aspectos del equipo que ha construido, la revelación de LaLiga: invicto y en zona Champions.

A sus 44 años sigue disfrutando del fútbol, su «gran amigo». «Desde antes de que empezase a andar ya estaba pegado a un balón. Todas las fotos que tenemos sale junto al esférico». Nunca se despegó de él, ni siquiera tras los continuos reveses que recibió. Desde bien pequeño trató de seguir los pasos de su padre, convertido en una leyenda en el Athletic. Pero las lesiones se empeñaron en frenar su proyección en dos etapas cruciales. Primero tuvo que sobreponerse a los problemas cervicales con sólo 18 años. Lo logró. Y después, cuando ya había acabado la universidad y se centró en el fútbol, a los 24 años sufrió una rotura del ligamento de la rodilla.

Fue la puntilla. Un mazazo. Una señal que parecía recriminarle que se había equivocado, que debía haber emprendido la aventura como ingeniero industrial. Pero siguió fiel a su idea. Se le cerró la puerta como futbolista y abrió la ventana de entrenador. La decisión generó dudas en casa. Temían que pudiese descargar su frustración con los chavales. Pero pronto descubrieron ese talento oculto. Tantos años viendo a su padre habían calado en ese inquieto chaval, siempre abierto a aprender. «Cuando hablaba de fútbol con los compañeros –en sus etapas en el Athletic, Barakaldo o Logroñés– se metía para escucharnos y a hacernos preguntas». Sin saberlo, estaban forjando a un entrenador.

En esos primeros pasos en los banquillos ya demostró su idea de «ir siempre un pasó más allá». «Recuerdo que cuando entrenaba al cadete del Danok Bat me dijo que iba a apuntarse a un curso de vendaje. Me sorprendió tanto que le pregunté el motivo y su respuesta me dejó clara su pasión». Porque en el equipo no había fisioterapeuta, ni médico, ni tampoco masajista. «Si alguien se lesionaba no sólo se perdía un futbolista, afectaba a toda la cadena del equipo». Buscó anticiparse a los contratiempos y ser él mismo la herramienta. «No sé si llegó a vendar a nadie», ríe.

Pero sí destacó en los banquillos. El rendimiento de sus equipos y su idea de juego llamaron la atención. Y tras siete años en Bilbao, Eder se integró en la estructura del Villarreal. No tardó en dejar huella. Hizo campeón al Juvenil A, lo que le promocionó al tercer filial en la temporada 2013-14. El fútbol empezó a recompensar su esfuerzo. Hasta entonces compaginaba los entrenamientos con su trabajo como frutero en un supermercado.

Etapa en el Barcelona

Aunque el gran impulso a su carrera llegó un año después de la mano de Quique Setién. Le propuso ser su segundo entrenador en Las Palmas y juntos formaron un tándem que pronto sería reconocido. Los resultados y el buen juego de los canarios les llevaron al Betis, previo paso a dar el gran salto al Barcelona. Una etapa que, sin embargo, dejó un poso amargo. A los malos resultados –la puntilla fue el 2-8 frente al Bayern– se unió la tensión con pesos pesados del vestuario como Messi. Su andadura en Can Barça duró apenas cinco meses.

Eder regresó a casa. Trató de refugiarse con su familia. Un año en el que el fútbol volvió a ser su gran aliado. «Veíamos todo el rato partidos. Si en lugar de ver dos podíamos ver tres, mejor». Las charlas tácticas ambientaban esos momentos. «Quique Setién ya me dijo que veía que había evolucionado muchísimo. Y yo también lo pude comprobar. Siempre veía 4-5 aspectos más que yo... En ese momento me di cuenta de que ya no tenía que darle más consejos, sino disfrutar».

Tras la etapa en el Barça, Sarabia dejó de trabajar con Setién y decidió volar por libre. Y la primera oportunidad llegó en el Andorra de Gerard Piqué. Su carta de presentación fue el buen trato del balón, ese amigo que había tenido desde niño. La misma fórmula con la que devolvió la temporada pasada al Elche a Primera. «Siento mucho más que orgullo. Pero no me sorprende, es el resultado de su pasión, dedicación y entrega».

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