Recogiendo el premio de la Asociación de Periodistas de Navarra el año pasado.

Los vagabundos de París lloran a Pedro de Navarra

Muere Pedro Meca, el cura español que dedicó su vida a las personas sin hogar de la capital francesa, donde era famoso, querido y respetado

Isabel Ibáñez

Jueves, 19 de febrero 2015, 00:39

Era Es de esos curas a los que hasta los ateos encuentran irresistibles. De los que, si no fuera esto una cuestión de creer o no creer, conseguirían devolver al rebaño a la oveja 'descarriada'. "Mi fe me dice que Dios ama a todos. Si ama a todos, es que los ve como algo hermoso y adorable. Así que trato de ver lo que es bello en los que están frente a mí, destruidos por el alcohol, las drogas, los fracasos...". Mientras otros se dedicaban a encontrar la paja en el ojo ajeno, Pedro Meca (Villava, 1935) veía destellos en esos bultos en la acera; para la mayoría, apenas un segundo perdido en poner la vista y quitarla de nuevo. Él, sin embargo, llegó para quedarse en sus vidas, y hoy los 'parias' de París, los que duermen bajo el techo estrellado de la Ciudad Luz -y también los que pueden hacerlo a cubierto- lloran la pérdida de un hombre que fue muchas cosas, pero sobre todas ellas, bueno.

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Perdió a su padre un año después de nacer y su madre se vio obligada a huir a Francia por la guerra, por lo que quedó al cuidado de Pedro y Petra, un matrimonio anciano sin recursos que malvivía de la caridad, como una premonición de lo que le esperaba. Hasta que con 17 años, cuando la madre adoptiva falleció, marchó a París en busca de la biológica. Ahí empezó una relación con una ciudad que, hasta el martes, día de su fallecimiento, agradeció su labor en favor de los más necesitados, una tarea revolucionaria, de búsqueda de nuevas fórmulas, como la creación de La Moquette, un local cultural abierto en 1992 en el barrio latino. Nada de refugios, allí no hay cama para pernoctar, no dan dinero, comida ni ropa. Lo que ofrecen es un lugar laico donde gentes con techo y sin él pueden juntarse para charlar, debatir, escuchar "Un espacio donde la gente pueda estar. Es muy importante romper los guetos, con la gente hay que estar ya y no esperar a que salgan para poder integrarlos", decía él. Celebraba misas de Navidad hasta para mil personas bajo una carpa y luego les invitaba a un banquete. También oficiaba funerales, religiosos o civiles, para estos desheredados que tantas veces mueren solos en las calles. Las mismas por las que los parisinos le reconocían, le querían, con cariño le llamaban 'Pedro de Navarra'.

Su propia orden, los dominicos, donde ingresó con 21 años, daba así la noticia: "Estamos tristes de anunciar la muerte de nuestro hermano Pedro Meca, compañero de noche de los que no tenían nada. Un mendigo". Los que hoy le lloran aseguran que tuvo pocos reconocimientos. Justo el año pasado, la Asociación de Periodistas de Navarra le entregaba su galardón, en reconocimiento a su trabajo, destacando su trayectoria "iconoclasta" y sus facetas de "contrabandista, sacerdote dominico, activista político en lucha contra el régimen de Franco, educador y escritor". Así contaba él mismo el comienzo de su historia en una publicación que el Instituto Deusto de Drogodependencias editó en homenaje a su admirado abate Pierre, el fundador de Traperos de Emaús, con el que trabajó mano a mano. A mediados de los años 50, Meca vivía en Burdeos "Entre los refugiados de nuestra Guerra Civil. Había llegado en 1952, con mis 17 años, para conocer y vivir con mi madre, que estaba refugiada y con dos penas de muerte encima. Sin papeles (la cosa no es de ahora solamente), yo trabajaba en el mercado al por mayor 'Les Capucins' y bajo manga hacía contrabando. En aquel frío invierno de 1954, el primer contacto con el abate Pierre fue radiofónico. Escuché su llamamiento a la solidaridad nacional. 'Amigos míos, esta noche una mujer ha muerto de hambre y frío en la calle...'. El revuelo que provocó su llamamiento fue inmenso. Se le llamó la insurrección de la caridad y conmocionó a todo el país. () Confieso que si bien escuché la llamada del abate Pierre, no reaccioné. Mis preocupaciones del momento no iban por ese lado. Había dejado el ambiente opresor de la España de Franco y, para mí, la libertad de la vida en Francia era un goce individual y egoísta, ajeno a la solidaridad con los franceses". Eran tiempos de juergas con Paco Ibáñez, Serrat, Llach Luego sí se implicó. Tanto que, si al abate Pierre le llamaban 'el cura de los pobres', él se convirtió en 'el capellán de los vagabundos'.

"Cada día descubro con más claridad la dureza del sistema, la crueldad de las relaciones que establece el dinero desde su puesto de mando. El desprecio de la persona reducida a ser sujeto solo de consumo y objeto de opresión", decía él. Fue marxista en su juventud, tuvo contactos con la gente de ETA en los inicios de la banda e incluso se le llegó a relacionar con el asesinato de Melitón Manzanas, el comisario de Policía al que muchos acusaban de torturador que murió en el primer atentado reivindicado por la banda terrorista. De hecho, la viuda pensó que había sido él; aseguraba haber forcejeado con un hombre que se le parecía. El propio Meca relató todo esto al diario 'El Mundo' hace solo un año. "No fui yo, yo estaba en Francia, aunque venía aquí clandestinamente", recordaba, para echar pestes luego contra la deriva de ETA.

Hacía tiempo que La Moquette, creada junto a los Compañeros de la Noche (una organización de trabajadores sociales y voluntarios), funcionaba gracias a otras manos. Habían tomado el testigo de Meca, quien se solía dejar caer por allí de vez en cuando, es que eran ya 80 años "Es un espacio abierto a todos, sin límites de edad y sin distinción social. Los con techo y los sin techo son bienvenidos para estar juntos, enriquecerse con las diferencias...". Allí seguirán celebrándose talleres de escritura, de televisión, conferencias y debates con especialistas, ruedas de prensa con un periodista para analizar desde un punto de vista crítico la actualidad Y el segundo miércoles de cada mes, la fiesta de cumpleaños: "Quien desea celebrarlo señala en el calendario sus años, se le propone elegir el pastel que prefiere y la música que le apetece. Con frecuencia hay mucha emoción y los lazos que la fiesta establece son muy fuertes".

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¿Qué hacía tan especial a Pedro Meca? Al margen de ese físico que provocaba imaginarle con traje rojo y cargado de regalos. Evidentemente, su forma de actuar, pero también de ver y decir las cosas. Esto es lo que le contestaba a José Antonio Ritoré en una entrevista concedida hace cuatro años al blog 'La regla de William'. Al ser preguntado por el secreto para entrar en contacto con un 'sin techo': "La clave es la humanidad, la proximidad, acercarse, claro, sin saber a quién. La expresión más corriente en castellano es 'aprender a ligar'. Acercarse de tal forma que el otro se interese por ti. Hace falta mucha paciencia, pasar mucho tiempo ahí. En ocasiones necesitas meses o años para que alguien te hable de verdad".

De su sabiduría puede hablar Berta D. Kaiser, trabajadora voluntaria con las personas excluidas en Madrid durante muchos años; ella y su compañero Enrique Cuesta pasaron dos días con él en junio del año pasado: "Uno de los recuerdos más presentes que tengo sobre Pedro es su 'A la calle hay que salir a estar. Simplemente a estar'. Nos los dijo unas cuantas veces cuando le fuimos a ver a París, delante de la comida china de un bar con buffete libre, y de nuevo cuando íbamos de camino a La Moquette. A la calle no hay que salir a llevar nada, a repartir café ni mantas. Hay que salir a estar, y de paso a estar con la gente que vie allí, a conocerlos, a pasar tiempo juntos. Era muy crítico con el enfoque asistencialista con el que se trataba el 'sinhogarismo', con la tendencia de ong y entidades a acomodarse en su negociado, convertirse en empresas y gestionar la pobreza en lugar de luchar contra ella. Crítico también con la costumbre de ir a llevarles cosas a la gente de la calle, tratándolos como sujetos pasivos y no como sujetos de derecho. Era ese 'A la calle hay que salir a estar' lo que hacía que algunos se cuestionaran su labor, y lo que nos permitía a otros poner en palabras esas cosas que pensamos pero a las que no terminas de dar forma". Y sigue recordando la manera que tenía de tratar a las personas, con o sin hogar, la misma: "Era fácil que te diera un gran abrazo, o varios, que riera sonoramente Siempre te miraba y te escuchaba con interés. Y te recordaba. Te daba, porque te daba muchísimo, pero siempre te cuestionaba y te pedía también. ¡Sólo faltaba! Te pedía porque creía en la gente y en la capacidad de dar de todo el mundo".

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Enrique Cuesta, voluntario en la ayuda a estas personas, cree que "se merecía más homenajes de los que recibió. Supe de él cuando empezamos a buscar referencias para nuestro trabajo de voluntarios, porque aparecía citado por todo el mundo. Luego le conocí en 1999, en una charla, y después nos hemos ido encontrando. Pedro en París era todo un personaje, muy conocido, muy amigo de la alcaldesa, que tenía pensado montar una cosa con él para la gente sin hogar. Nos llevo a visitar un lugar curiosísimo cerca de Bercy, unos salones donde se celebran bodas y eventos de alto standing y que está decorado con atracciones de feria del siglo XIX y principios del XX, todos originales, restaurados y en uso. Pues en ese carísimo sitio se paseaba como por su casa, era amigo íntimo del dueño y se lo prestaban para que, en Nochebuena celebrase una cena para 500 invitados, aunque llegaron a ser más de mil, personas sin hogar y el que quisiera. Nosotros estuvimos a punto de ir estas Navidades. Al final no pudimos y ahora nos arrepentíamos enormemente".

Meca no paraba. Cuesta desvela que el sacerdote tenía muy avanzado lo que él llamaba "su último gran proyecto", para 2016, año en que se celebrará el 800 aniversario de la orden de los Dominicos: "Estaba organizando un torneo de fútbol entre la Juventus de Turín (por el color del uniforme, negro y blanco, los de la orden) y el New Castle, para visibilizar a las personas sin hogar. También iba a ponerse en contacto con el Real Madrid o el Atlético, todavía no lo había decidido. Es una lástima que haya muerto sin escribir sus memorias, porque fue de todo, cura, camarero (en un bar iniciativa de abate Pierre para atender a las personas sin techo), militante comunista en la clandestinidad Paseando con él por París nos iba contando sus juergas con Paco Ibáñez y su hermano Rogelio, Joan Manuel Serrat, Lluis Llach y con los del otro lado que llegaban con algún recado, con gente que pasaba y quedaba con los españoles".

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Decíamos al principio que Meca era de esos curas que atrapan incluso a los que dejaron de creer algún día. Lo recuerda Berta D. Kaiser: "Una tarde en un bar, después de una tertulia sobre personas sin hogar, me dijo a mí, la atea: 'La religión te acomoda, la fe te cuestiona'. Defendía que la fe, que los principios, los valores, te hacen cuestionarte las cosas, cómo son y qué haces tú. La religión, las costumbres, las entidades o las organizaciones, ésas te acomodan, te protegen, te llevan de la mano. Pero la fe, los principios, te hacen cuestionarte, son incómodos porque te obligan a pensar, reflexionar, cambiar cosas, y también a actuar. Eso era lo que le gustaba a él. Y lo que tanto le agradezco yo. No es que cumpliera el cliché de que te hiciera desear ser mejor persona, es que te contagiaba para ser más tú, para estar más con los demás. Pedro te hacía cómplice de su celebración constante de la vida y de la cantidad de cosas que los seres humanos podemos hacer por los demás". Aquí está él en un vídeo en francés:

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