La OCU ha detectado carne de pollo, pavo y caballo en kebabs de ternera.

¿Sabemos qué carne comemos?

La UE obligará a partir de abril a informar del lugar de cría y sacrificio en todos los productos cárnicos, pero no el país de origen; en el caso de salchichas o hamburguesas estas cuestiones seguirán siendo un misterio

María José Tomé

Domingo, 12 de octubre 2014, 01:36

Carne de caballo en las hamburguesas, melamina en la leche, antibióticos en la miel, hormonas y dioxinas en el pollo... A pesar de los controles cada vez más exhaustivos por parte de las autoridades comunitarias y de cada país, en la cadena alimentaria sigue habiendo fisuras por donde empresarios con pocos escrúpulos tratan de enriquecerse a costa de los confiados consumidores. Casos como el de la crisis de las vacas locas a nivel mundial y, en España, el escándalo del síndrome tóxico causado por el aceite de colza desnaturalizado marcaron un antes y un después en la eficacia de las barreras para preservar la calidad y la seguridad de los alimentos pero, aunque con consecuencias mucho menos graves, el fraude se sigue produciendo. El último ejemplo lo ha sacado a la luz pública esta semana la OCU, al detectar carne de caballo, pollo y pavo en kebabs (supuestamente) de ternera.

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En concreto, los expertos de la organización de consumidores analizaron 24 muestras: la carne de caballo aparece en siete de ellas, eso sí, en cantidades por debajo del 1%, que es precisamente el límite que fijó recientemente la Unión Europea para poder determinar la existencia de fraude a raíz del escándalo de la aparición de ADN equino en las hamburguesas, desatado a comienzos del año pasado. En 13 muestras, los análisis detectaron también pavo, siempre en niveles inferiores al 1%, mientras que la presencia de pollo fue mucho mayor: en seis casos había más de un 60% mientras que en 11 la proporción estaba entre un 40% y un 60%. El fraude, según la OCU, "no sólo es económico, también de calidad".

El estudio de la organización de consumidores y usuarios viene a constatar que también en España se da el gato por liebre en la comercialización de esta popular comida rápida de origen turco, algo que ya se había demostrado que ocurría en otros países europeos. "Me preocupa que se estén vendiendo kebabs de rata", reconoció el pasado mes de mayo el viceprimer ministro británico, Nick Clegg, tras conocer las conclusiones de sendos estudios desarrollados por la Agencia de Estándares de Alimentos (FSA) y la asociación de consumidores Which: en ambos casos se encontró pollo, pavo e incluso carnes cuya procedencia no se ha podido determinar (se especuló con la posibilidad de que fuese gato o incluso rata). También se hallaron trazas de cerdo, al igual que en un estudio similar realizado hace un año en Suiza, para preocupación de la comunidad musulmana, muy aficionada al consumo de kebabs y cuya religión les impide comer carne porcina.

La industria de productores de los rollos de kebab justifica la presencia de pavo porque da "más jugosidad a la carne de ternera, que de lo contrario quedaría muy seca". Lo cierto es que, en la actualidad, la reglamentación vigente no obliga a los restaurantes a hacer constar los ingredientes incluidos en la elaboración de sus platos, aunque la UE está estudiando esta posibilidad. La medida sería similar a lo que hacen algunos restaurantes de comida rápida al hacer constar la información nutricional de sus menús. En lo que sí es clara la legislación es a la hora de prohibir la publicidad engañosa; es decir, al anunciar como kebab de ternera lo que en realidad es pollo en su mayor parte; en este sentido, la OCU tiene previsto remitir esta información a las autoridades competentes de consumo para que actúen en consecuencia.

Nueva reglamentación

Todos estos estudios ponen el foco en una cuestión: ¿sabemos en realidad qué carne comemos? La globalización ha provocado que la cadena alimentaria sea cada vez más larga y que, al concluir en una misma planta de procesado materia prima de diferentes empresas, una simple salchicha puede estar hecha con carne de cientos de vacas. Conocer la trazabilidad de cualquier carne, ya sea fresca o procesada como los rollos industriales de kebab ayudaría sin duda a evitar el fraude. En la actualidad, las marcas sólo están obligadas por una normativa comunitaria a hacer constar el origen de la materia prima que venden si es ternera fresca, lo que no afecta ni al pollo, ni al cerdo, ni al cordero, ni por supuesto a ningún tipo de carne procesada. Pero esto cambiará a partir del 1 de abril de 2015 cuando será obligatorio hacer constar, de manera obligatoria, el país de cría y de sacrificio de la carne fresca, refrigerada o congelada de porcino, ovino, caprino y aves de corral. Es decir, con estas nuevas normas sobre etiquetado, el consumidor sabrá el lugar de crianza y sacrificio del animal, pero nada sobre el lugar de nacimiento (que puede no coincidir). La OCU pone un ejemplo muy gráfico: "Imaginemos que un cerdo nace en una granja en Holanda, luego es transportado a España para su engorde, y finalmente es llevado a Alemania para ser sacrificado. Con las nuevas normas, cuando el cliente compre una chuleta de cerdo sabrá dónde fue criado y sacrificado ese cerdo; sin embargo, no sabrá en qué país nació".

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