Bakú, al calor del fuego

La capital de Azerbaiyán, sede de los primeros Juegos Europeos de 2015, se ha sometido a un importante proceso de transformación

Galo martín

Miércoles, 11 de marzo 2015, 17:35

No parece extraño que el equipo del 'Cholo' Simeone, forjado en la filosofía del "partido a partido", luzca en su camiseta rojiblanca publicidad de Azerbaijan, land of fire, un país construido 'barril a barril' del crudo que extrae del Caspio. A lo largo de su historia todas las potencias y ejércitos extranjeros han querido apoderarse de las fuentes energéticas de este mar fronterizo que orilla la capital, Bakú. Azerbaiyán es el país más grande del Cáucaso, el mismo que desde el aire su territorio dibuja un águila. El poderío que representa esta ave hoy lo ambiciona la cirugía a la que se ha sometido a la ciudad de Bakú, sede de los primeros Juegos Europeos de 2015.

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Llama la atención lo extensa que puede ser Europa cuando se escucha a un azerí decir que tras Azerbaiyán es donde empieza Asia. Aunque la lengua suene extraña, las indicaciones en las señales y demás carteles que se suceden en Bakú se pueden leer en el alfabeto latino. Desde que el país se independizara de la antigua Unión Soviética en 1991 se dejó de usar el cirílico, algo que seguro agradece el forastero occidental y accidental que se deje caer por aquí.

La primera impresión que se tiene de Bakú es fría, por algo se la conoce como la 'Ciudad del viento' -igual que Chicago-. Sus más de dos millones de habitantes disfrutan y padecen vivir junto al mar Caspio. No da la sensación de ser una ciudad para caminarla, sino para contemplarla. Sus amplias avenidas las van custodiando los edificios de cristal que se están levantado a toda mecha y los hoteles de cadenas de lujo se multiplican para ofrecer alojamiento a los businessman. No hay que olvidar que se trata de un territorio industrial: gas y petróleo, principalmente, y que reportan pingües beneficios a una reducida parte de la población local. Escondida entre ese conglomerado de nuevas construcciones y los intereses meramente comerciales sobrevive la Ciudad Vieja de Bakú dentro del recinto amurallado. Intramuros, el ritmo es pausado y las construcciones que se conservan generan curiosidad. Sin duda, gracias a este rincón, Bakú no es una de esas ciudades artificiales levantadas en mitad del desierto sin más alma que la superficialidad. Y el azerí, orgulloso de la historia de su pueblo, se lo cuenta en inglés al extranjero que quiera escucharle. Desde luego, parece un buen plan.

La Ciudad Vieja

En la lengua local -el azerí- se la conoce como çri hr . En el año 2000 la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad. A buen resguardo dentro de la muralla el ruido de los coches se queda en rumor. Aquí, el cristal, el aluminio y ese tipo de materiales perecederos son sustituidos por la piedra, con las que se levantan viviendas de dos o tres alturas. El entramado urbano se hace más angosto y resulta más fácil perderse al deambular por calles laberínticas. Perderse es un decir porque siempre se da a parar a la Maiden Tower. Durante el paseo se dejan atrás mezquitas, baños, caravanserai -antiguos lugares para el descanso de los viajeros en época del medievo-. Los grandes reclamos de esta parte de la ciudad son el Palacio de los Shirvanshah y la Torre de la Doncella, en contraposición a los nuevos símbolos que flambean en el horizonte citadino.

La riqueza negra procedente de las refinerías de crudo financia la desmedida cirugía a la que se está sometiendo a la capital. El uso abusivo del bisturí recuerda a las recientes operaciones estéticas de célebres actrices de Hollywood. Es importante recordar, de vez en cuando, esa regla del diseño que dice "menos es más". Los réditos de la extracción de petróleo permitieron construir esos antiguos edificios de estilo neogótico y barroco que sorprenden al viajero cuando pasea por Bakú.

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Afán de modernidad

Uno tiene la sensación de estar en una noble y adinerada capital europea. Cómo así tratan de corroborarlo las tiendas de firma que decoran cada uno de estos edificios. Sí, decorar, porque es raro ver gente comprando en ellas. Ahora, en lugar de levantar diseños clásicos, la apuesta es más contemporánea, como así lo evidencian el centro Heydar Aliyev -museo y sala de ceremonias, obra de la arquitecta Zaha Hadid- o las Flame Towers -tres edificios de acero de 190 metros de altura. El icono del nuevo Bakú.

La denominación local del que se conoció como 'Mar de Bakú' -hoy Mar Caspio- es Hazar sea. En sus aguas, además de las fuentes energéticas ya mencionadas, hay peces beluga, del que proviene el caviar negro, y salmones. Aprovechando que baña la capital se ha levantado un paseo marítimo, Bulvar, que se ha convertido en una zona de ocio y recreo. En este enclave de la ciudad se encuentran a su vez el Muam Centre un centro dedicado a la promoción de la música azerí, el Teatro de títeres y el Museo Nacional de la Alfombra, donde se pueden ver desde alfombras y tapices, hasta trajes tradicionales, cerámica y joyería.

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Fuera de la ciudad, apuntando hacia el interior, se encuentra el lugar arqueológico Parque Nacional de Gobustan, un espacio natural donde las rocas muestran los efectos del clima a lo largo de miles de años. Unas rocas que seguro sobrevivirán a los nuevos diseños que no deberían robar protagonismo a la historia del pueblo azerí.

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