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Siempre se ha preguntado qué sería de las fiestas en honor a la Virgen Blanca sin las cuadrillas de blusas y neskas. Sin esos colectivos de jóvenes que se comen el mundo y de jatorras que reniegan de la retirada a tiempo tan metidos en el papel de transmitir a sus paisanos la alegría el 25 de julio, su día, el anticipo de lo que está por llegar, y del 5 al 9 de agosto. La respuesta a tan inquietante debate local queda en el aire, pero mejor para todos, desde luego, que sigan con sus ganas de pasarlo cada vez mejor.
En animados pasacalles, cada año con más integrantes, lo que confirma su pujanza y fidelidad, las cuadrillas rondan por el centro, la parte vieja y los barrios con sus saltos, cánticos y bromas, acompañadas ya de tecnofanfarres. Con ocho tipos musicales vestidos algunos de manera extravagante es suficiente para montar una jarana de exagerados decibelios a lo largo de las calles Dato y Florida.
Los tiempos han cambiado, y mucho, desde que nueve amigos tiraran a 'Pepito', de Los Tímidos, desde la torre de San Miguel el 4 de agosto de 1957 en lo que fue el primer descenso de nuestro Celedón. Aquellas fiestas contenidas de vino, puro y bailables son hoy un despiporre por el aporte solidario de esos 6.000-8.000 blusas y neskas –vaya usted a saber cuántos– que hacen de La Blanca unas fiestas sinigual. Aunque ya no hay toros y los multitudinarios paseíllos de ida y vuelta se llaman ahora kalejiras, las cuadrillas entretienen no solo ya con sus idas y venidas. También con un sinfín de actividades que completan el programa oficial.
Esos días de agosto, EL CORREO se anuda el pañuelo y se pone las abarcas para acompañar a los fiesteros en su trasiego por la vieja Gasteiz. También para colaborar con algunos de esos colectivos en sus variadas y entretenidas iniciativas gratuitas desde primera hora de la mañana. Si hay un acto que congrega cada edición a más personas, ese es el descenso de goitiberas que montan Los Alegríos el 6 de agosto. Van siete ediciones. Desde la iglesia San Vicente hasta la calle Olaguíbel, una treintena de locos cacharros dirigidos por conductores aún más alocados se lanzan a tumba abierta en pos de la victoria protegidos por fardos de paja a ambos lados del circuito en bajada y animados por miles de espectadores. Cada salida de calzada encoge el corazón o desata la carcajada. Adrenalina.
Bereziak, por su parte, otra de las cuadrillas con la que este periódico colabora desde hace años, lleva veintiocho con su foto txiki –blusas y neskas arropan a los peques para un retrato inmortal el día 7–, uno más con el concurso gastronómico y diecinueve años con la correspondiente cata de vinos de cinco bodegas de Rioja Alavesa en la plaza de España. Hace siete, a los 'berezis' les dio por inventarse el campeonato mundial de lanzamiento de bota vino de tinto en honor a Celedón. De locura.
Lo de Luken es otro cantar. Atrae a pelotaris profesionales de ambos sexos a su trofeo de pelota a mano por parejas en la cancha de Los Fueros cada tarde del 7 de agosto. En 2025 cumplirá su decimotercera edición. Se juegan la txapela en final directa, también el honor y la ovación de los 2.000 pelotazales que abarrotan un frontón urbano elogiado por sus protagonistas, entre ellos Olaizola y Bengoetxea VI. La velada se acompaña de un pintxo-pote y sorteo de regalos por parte de unos blusas y neskas comprometidos siempre con la fiesta. Y EL CORREO, con ellos.
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Lucas Irigoyen y Gonzalo de las Heras
Josemi Benítez
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