Zape 'revive'
Una revista y un documental recuerdan la figura de Ramón Jiménez, el humorista que hizo sonreír a generaciones de vitorianos y alaveses
Hubo un largo tiempo, ya lejano, que Vitoria y Álava se carcajearon gracias a las inagotables ocurrencias, chistes, anécdotas o 'susedidos' de Ramón Jiménez ( ... 1924-2018), Zape, también Ramontxu de Aramaiona, un tipo cómico dotado de un don especial. Hizo sonreír a generaciones enteras de paisanos en épocas ciertamente difíciles, de hambre, penurias, ausencias, cuando no había tele ni payasos dentro de ella, cuando el humor (censurado) se citaba por un rato en festivales benéficos, festejos varios, en un corrillo en la plaza de España, en el Hospicio, en el sanatorio de Leza o hasta en la cárcel de la calle La Paz.
«En aquella Vitoria de blanco y negro, él puso color», glosa Jesús Prieto Mendaza, el autor de la biografía de Zape condensada en el cuarto número de Urrezko, la revista que Celedones de Oro dedica a sus distinguidos personajes –a Ramón se le reconoció con la estatuilla en 1965–. Prieto Mendaza se refiere a la Vitoria de la dictadura de Primo de Rivera, de la posterior Guerra Civil, del franquismo, cuando una sincera sonrisa no siempre se asomaba entre los labios de la ciudad. El librito sobre la vida y carcajadas de Zape se acompaña de un documental de Eloy González Gavilán con el actor Txema Blasco, amigo del cómico, ejerciendo de hilo conductor de la historia del protagonista.
«Se vive», solía responder Zape a quien se encontraba por la calle. Era su saludo, su muletilla, también la manera de salir del paso cuando no recordaba el nombre de quien tenía enfrente, aunque probablemente ya le habría asignado un mote. Al año de su fallecimiento, Ramón 'revive', como se pudo constatar en el homenaje que hace unos días le rindieron los Celedones de Oro. La sala de actos de Dendaraba se quedó pequeña para acoger a tanto público –entrado en años, todo hay que decirlo– que le debió conocer de bromista o payaso. «La gente esperaba encontrarse con él en la panadería, en la plaza o en la calle para reírse», traza Prieto de un personaje popularísimo el siglo pasado.
Celedones de Oro rindeun sentido homenaje a un personaje cómico entregado a los demás
Ramón Jiménez fue Zape con Jesús Ugarte de Zipi, debutando en una actuación promovida por el club de montaña Goiena en Santa Cruz de Campezo. «Al salir al escenario vamos a montar un zipizape de miedo», presagió Ugarte en aquel preciso instante. Y de ahí el apodo artístico de ambos, hasta que la pareja se separó. Ramón también hizo de Ramontxu de Aramaiona, un 'cashero' bonachón y simpático que adoptó para sus intervenciones como recuerdo de su paso por la mili en la Navarra pirenaica, donde conoció a la familia del caserío Martikorena, en Etxalar. De regreso a casa, impregnado del ambiente euskaldún, Aramaio fue en Álava lo más parecido que encontró. Así que creó el aldeano gracioso. Pero su humor vasco no siempre fue compartido y a veces sus 'ocurrensias' le trajeron problemas.
Tipo solidario, religioso, afable y cercano, ejerció también de humorista oficial de la Vuelta Ciclista a España entre 1958 y 1960 y se hacía llamar el «artista de la BBC, bodas, bautizos y comuniones». «Todo vitoriano de cierta edad, de más de sesenta años, tiene alguna anécdota de Zape», sostiene Prieto Mendaza. Era personaje de calle. ¿Pero cómo se comportaba en familia? «Tamboril de casa ajena», lo definió su esposa Manolita. «Cuando alguien de fuera nos decía '¡qué suerte la vuestra que tenéis un humorista en casa', recuerdo que le respondíamos:'El humorista lo tienes tú, a nosotros lo que nos llega a casa es el empleado de banca» –trabajó en el Banco de Vitoria–, rememora su hijo Ramón Jiménez Fraile. «Teníamos asumido que era un personaje popular, y nos parecía bien. Las personas que tienen un don se deben a ese don», reconoce de su querido padre.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión