Los vitorianos asumen las nuevas restricciones en el ocio nocturno
El primer viernes con el cierre obligado a las 1.30 horas transcurrió con normalidad. Los clientes entienden que se tienen que retirar y los hosteleros se resignan. Solo en la 'Cuchi' se alargó un poco más la fiesta, aunque antes de las 2.00 la calle mostraba una imagen prácticamente vacía
Los vitorianos han asumido que no es momento para fiestas. Se ha aceptado como algo natural que no es posible bailar o tomarse una copa ... en un bar abarrotado como en la época pre-covid y que la noche no puede alargarse en una discoteca hasta que salgan los primeros rayos de sol. Ahora mismo nadie se imagina un ocio nocturno como el de antes de la pandemia, en ninguna cabeza sensata entra que sea así; por eso la restricción de cerrar los bares a las 1.30 horas no ha supuesto en la capital alavesa ningún cambio radical. La norma, que permite media hora más a los establecimientos para desalojar (hasta las 2.00 horas) se acata y mientras la mayoría de clientes se retira sin apenas rechistar, los hosteleros se resignan a cumplir los horarios. No les queda otra. «Volver a tener que cerrar sería la ruina para todos», coinciden varios empresarios sondeados por este periódico. La Policía Local no puso anoche ninguna multa.
En el primer viernes con las nuevas restricciones en vigor, la Virgen Blanca ya ofrecía una imagen casi desértica cuando el reloj pasaba unos minutos de las doce de la noche. Apenas un par de bares abiertos, en los que los clientes apuraban sus consumiciones en la terraza. «Ya nos han avisado que a las doce y media cierran la terraza y que dentro podemos estar hasta la una y media», trasladaban Arrate, Joseba, Teresa y Ander mientras bebían unos gin-tonics en las mesas exteriores de la céntrica plaza. No tenían en mente apurar hasta la hora de cierre.
Unos metros más abajo, la terraza del Dublín aportaba un poco de vida nocturna al lugar. Vida tranquila, eso sí, sin atisbo alguno de fiesta. «No hay gente, empezaremos a recoger la terraza en breve. La gente no está con ánimo de salir», trasladaban desde el bar. En la cercana plaza de España, la imagen era todavía más desértica. El café Victoria fue el que más aguantó, aunque antes de las 1.30 ya estaba todo prácticamente recogido. «Chicos, perdonad, tenemos que cerrar», les interpelaba Javier Castresana a un par de amigos que consumían en el interior. «Sí, sí, ya vamos», le respondieron comprensivos. «Ahora mismo lo que más trabajamos es la terraza y a la 1.00 ya tiene que estar levantada. A partir de esa hora ya no servimos porque el negocio está fuera, no dentro», aseguraba el responsable del local, que agradece la comprensión de los vitorianos.
Esa misma sensación de responsabilidad entre los clientes la tiene también Alfredo López, que a la 1.00 desinfectaba las mesas y apilaba las sillas de Río, en la calle Dato. «En nuestro caso estamos trabajando muy bien, casi a niveles anteriores a la pandemia. Estamos contentos además porque la gente se porta bien, cumple las normas y no tienes que andar detrás de ellos», confesaba el dueño de este local. A partir de la una y media de la madrugada se dejan de servir consumiciones, algo que la Policía vigila que se cumpla. «Suele pasarse una patrulla para controlar que estamos cumpliendo. Y ya nos han avisado que del 4 al 9 de agosto la presión va a ser mayor», contaba López.
Y si en el centro y en el Ensanche de Vitoria reinaba la tranquilidad absoluta, una imagen algo diferente se podía encontrar en la calle Cuchillería, la única con algo de ambiente este viernes por la noche. Eso sí, poco público -muy poco- comparado con lo que podría ser la madrugada del primer sábado de agosto de cualquier año anterior, además con buena temperatura. «¡No hay nadie, nadie! Está vacía…», clamaba un veterano hostelero de la calle. Es extraña la imagen, eso sí, de los jóvenes sentados en mesas y apenas ninguno bebiendo de pie en el exterior de los establecimientos.
«Entendemos que la situación es la que es y que se tienen que tomar medidas. Pero, ¿por qué podemos estar aquí y no en la lonja que estamos todo gente conocida? Al final aquí estás en contacto con más gente…», se cuestionaban Nekane, Naia, Malena, Maitane y Esti sentadas en una terraza de la 'Cuchi'. Sabían las nuevas normas y que a partir de la 1.30 ya no había nada que hacer en la calle. «Nos levantaremos y nos iremos para casa, es lo que toca», se resignaban.
Cuando quedaban todavía algunos minutos para la hora de cierre obligado la calle se fue vaciando, muchos bares ya habían bajado la persiana y apenas tres locales del primer tramo se mantenían abiertos con música. A las 1.35 horas cesó la música en el bar que más apuró y para las 2.00 horas la 'Cuchi' quedó prácticamente vacía, no fue necesaria presencia policial para hacer cumplir las normas. «¿Y ahora qué?», le preguntaba un joven a su amigo bajando la cuesta de San Francisco. «Si ya no hay nada, a casa», le respondía el otro. Primer entrenamiento para las 'no fiestas' de este 2020 superado.
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