Albricias! Alguien en Vitoria se ha dado cuenta de que la sincronización semafórica, por llamarlo de alguna manera, está entre regulera y de cortarse las venas. Así que, manos a la obra, el Ayuntamiento ha encargado a Google que tire de la inteligencia artificial para tratar de ordenar el tráfico. Enhorabuena a quien haya tomado la decisión. Parece ser que el gigante tecnológico va a mandar a unos cuantos aparatejos que vigilen los semáforos de nuestras rotondas, badenes, isletas, bolardos, BEI, cruces con tranvía y carriles de tal y cuál.
La tecnología viene entrenada de ciudades como Río de Janeiro, Seattle, Hamburgo o Mánchester. Urbes mucho más grandes que Vitoria. Pero ha sido pensar en la glorieta de Duque de Wellington con Bulevar de Euskal Herria y los ordenadores están que echan aceite por la boca. Qué despliegue de intermodalidad. Autobuses eléctricos y de los otros, un tranvía, una estación al lado, una circunvalación interior, el acceso al hospital… Y todos, menos los coches, con preferencia. Y ahora, que venga Google a arreglar este desaguisado. Claro, que toda esta planificación no es fruto de la improvisación… Porque no lo es, ¿no?
Algún día, alguien 'pensó' que para ser 'green' había que enmarañar el coche en tal tela de araña que al trabajador de turno se le quitasen las ganas de coger su 'buga' e ir a currar o a gastarse los pocos euros que le quedan en el animado comercio vitoriano. El plan no tenía fisuras. Excepto detalles insignificantes como la carencia de transporte público a los principales polígonos industriales.
Aparte de eso, quienes han comandado el tráfico vitoriano desde hace años, y me refiero a parte de los técnicos y no a los políticos incapaces de meterlos en vereda, tampoco pensaron que la trampa 'verde' se volvería 'gris'. El apego al coche por necesidad o capricho hace que los vehículos estén más tiempo con el motor encendido por la pésima fluidez del tránsito y, por lo tanto, emiten 'solo' un tercio más de CO2 del que sería razonable en trayectos de la distancia que se cubre de media en Vitoria.
Llevamos años con un 30% más de malos humos, respiratorios y anímicos, porque alguien creyó que en vez de mejorar y educar era más útil presionar y molestar. Y desde el Consistorio lo cuentan sin ruborizarse. Sin, ni siquiera, una borbónica sentencia del tipo «lo siento mucho, me he equivocado, y no volverá a ocurrir». Bravo.
Más allá del probable ataque de ansiedad que va a padecer la IA de Google, el Ayuntamiento de Vitoria ya se está poniendo la tirita por si las soluciones no llegasen a buen puerto. «Hay que tener en cuenta la prioridad del transporte público, el pulsador para peatones o los cambios en la densidad de tráfico. Todo esto hace que haya casos donde sea complicado encontrar un margen de mejora», señalan desde la Plaza de España como si esto no pasase en otros lugares.
Quién sabe, quizás hayamos sido capaces de montar tal quilombo en el tráfico local que ni Google, con su 'big data' y toda la industria, pueda arreglar esto. De momento, se reconoce el problema y se hace algo por solucionarlo sin criminalizar a quien tiene que coger el coche. Es un paso.