Vitoria, más mestiza y canosa pero menos religiosa
En 20 años la capital vasca ha visto nacer dos barrios y multiplicarse por seis los extranjeros. Hoy se espera a tener hijos hasta los 31 y sólo el 16% se da el sí quiero en la iglesia
Cuatro alcaldes, dos nuevos barrios de enormes proporciones, un 'tsunami' económico que arrasó con fábricas míticas como Cegasa o Esmaltaciones San Ignacio, un premio 'green' ... europeo y otro global, una cadena de inauguraciones, desde el Artium al Iradier Arena o la estación de autobuses, y hasta un descenso a los infiernos de Segunda B tras acariciar el cielo en Dortmund. Dos décadas dan para mucho y desde cualquier terraza de la plaza de la Virgen Blanca se comprueba cómo la ciudad que pagaba en pesetas en el año 2000 poco tiene que ver con la urbe que recibirá 2020. Incluso su icónica postal a los pies de San Miguel ha mudado de piel. Más populosa, más diversa, más canosa y más rica, pero con una mayor tasa de paro, Vitoria pisa hoy menos la iglesia y también las guarderías.
En el retrato oficial de la capital alavesa se apiña el cuarto de millón de personas que da vida al actual censo local, donde los Ortiz de Zárate y Gómez de Segura se mezclan con los Ahmed, Wang, Ali, Krasniqi... Marroquíes, colombianos y nigerianos encabezan la lista de extranjeros que han buscado un futuro mejor en Vitoria y que suponen ya el 13,2% de su población, según cifras del padrón, casi once puntos más que veinte años atrás. «La inmigración sobre todo extracomunitaria es una novedad que llega en los 2000 y da lugar a una ciudad radicalmente distinta a la anterior en muchos aspectos», constata el historiador Antonio Rivera. En el culto religioso, en la apertura de negocios... o en los centros escolares. Si antes «el 90 y pico por ciento de los alumnos eran de nacionalidad española», ahora hay centros escolares con ese porcentaje de chavales «nacidos aquí pero de origen extranjero», apunta el antropólogo Jesús Prieto Mendaza, que advierte de que hace veinte años «tampoco éramos todos 'vtv'». «Eso es un mito, Álava siempre ha sido una tierra de paso», zanja.
La Vitoria «diversa y mestiza» con nietos de riojanos y extremeños e hijos de paquistaníes y rumanos que en unos días dará la bienvenida a 2020 ha crecido en población pero también en metros cuadrados. «La ciudad se ha desbordado a Este y Oeste», fotografía Rivera. Casi 46.000 personas viven actualmente en Salburua y Zabalgana, dos barrios -casi 'miniciudades'- que en el año 2000 se esbozaban sobre el papel «por unas decisiones tomadas en los noventa cuando parecía que la riqueza iba a durar para siempre». La debacle económica borró esa idea a golpe de bajadas de persianas (confitería Hueto, Ibarra Sastrería, La Vascongada, cines Guridi...) y paro, que en este tiempo se ha incrementado del 9,8% al 11,8%. La expansión urbanística acabó con «una ciudad contenida donde Dato era el 'salón de estar'» y colocó «la parte más vital en los extremos abriendo un agujero en el centro», describe el historiador.
En la cuarentena
En Lakua, entonces a medio construir, se vendían pisos con vistas al Gobierno vasco a 40 millones de pesetas por los que hoy se piden hasta 300.000 euros (50 millones de pesetas). Allí 'emigraron' muchas parejas jóvenes que hoy ya peinan canas. Como la ciudad, que en 2000 apuraba la treintena -sus vecinos tenían una edad media de 39,3 años- y que hoy ya ha cruzado los cuarenta -43,7, en concreto- y convive con un 20,9% de mayores de 65, seis puntos más que hace un par de décadas. «El envejecimiento no es un fenómeno exclusivo de Vitoria pero aquí, además, tenemos una de las tasas de natalidad más bajas», reflexiona Prieto Mendaza. La maternidad se ha retrasado, calcula el INE, hasta los 31,57 años de la mujer, una edad a la que «antes te hubieran dicho que ya eras mayor para ser madre porque se tenían antes de los treinta». «Los hijos son la consolidación del proyecto de vida de los padres y llegan cuando ya han cumplido otros planes», indica la socióloga, y experta en educación, Alba Castellví.
Por la edad o por la situación económica, entre otros motivos, muchos de esos niños no compartirán mesa ni juegos con un hermano. «Se tienen menos hijos y eso contribuye a colocarles en el centro del universo familiar, a que estén más autocentrados pero también a que sean menos empáticos», prosigue la especialista sobre los vitorianos del futuro. Con ellos se avanzará hacia esa urbe que Rivera ve cada año más «individualista». «Tiene el pulso un poquito bajo. Nuestra calidad de vida es sólida pero hace unos años peleábamos por estar en la liga de las ciudades, por ver quién conseguía el hito mayor... Nos hemos aburguesado», lanza el historiador. Y eso que el bolsillo no se encuentra para grandes alegrías con una renta personal que en veinte años ha aumentado unos escasos 350 euros por ejercicio, de 13.266 a 20.410, en cifras del Eustat.
Con ese dinero en la cartera a más de uno le habrá tocado en este tiempo hacer un considerable esfuerzo para organizar su boda, una celebración que continúa en caída libre. En el último año se dieron el 'sí quiero' medio millar de parejas menos que en 2000 y si entonces 809 lo hicieron por la Iglesia y 336 por lo civil, la tendencia se ha invertido con 139 y 716, respectivamente. «Hay una secularización de la sociedad salvo cuando toca acompañar a la Virgen Blanca vestido de blusa porque se ve como algo cultural», asume Prieto Mendaza, que observa también un menor compromiso, un cambio del concepto de familia o una generalización del divorcio en estas dos décadas. Para saber qué deparará el futuro sólo hay que cambiar, en menos de una semana, de calendario.
Las frases
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Alba Castellví, socióloga «Se tienen menos hijos y eso contribuye a colocarles en el centro, a que sean menos empáticos»
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Jesús Prieto Mendaza, antropólogo «En el año 2000 tampoco éramos todos 'vtv', eso es un mito, pero Vitoria es hoy más diversa y mestiza»
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Antonio Rivera, historiador «La ciudad ha dejado de ser contenida y ha colocado su parte más vital en los extremos»
Crece el tiempo para el deporte y la red ciclista, que se cuadruplica
Hacer deporte está de moda y Vitoria, que aspira a posicionarse como capital de referencia para enfundarse las mallas, no permanece ajena a esta afición por el 'running' y otras disciplinas. De hecho, según recoge el Eustat, cada vitoriano invierte una hora y 34 minutos cada día en ejercitarse, un cuarto de hora más que el tiempo que se dedicaba en el año 2000. Entonces, un 12% del censo local estiraba sus músculos y ahora ronda ya el 16,5%. A ello ayuda una red de centros cívicos que «es un lujo» -y que en estas dos décadas ha sumado tres equipamientos y ha reconvertido, por ejemplo, el Europa- y la posibilidad de estar «en dos minutos sumergido en un bosque o recorriendo el Anillo Verde», analiza el antropólogo Jesús Prieto Mendaza.
Pero si hay una actividad física que suma y suma seguidores en la capital alavesa es el ciclismo, eso sí, en su versión más práctica. Hace veinte años sólo el 1,4% de los desplazamientos por la ciudad se realizaban en bicicleta, una cifra que queda lejana si se piensa en el 15% de viajes sobre el sillín que realizan hoy los vitorianos en el casco urbano. Más de 150 kilómetros de bidegorris tienen a lo largo y ancho de Vitoria, frente a los 40 pintados en un año 2000 que aún no había visto circular al tranvía. «Hay más facilidades urbanísticas pero también un cambio de paradigma: los jóvenes ya no quieren sacarse el carné de conducir. Una persona en un coche lujoso incluso les echa para atrás», comenta el experto.
También se han multiplicado quienes no quieren ver ni una porción de animal en su plato y los veganos, un ser exótico veinte años atrás, alcanzan el medio millar en la capital alavesa. Aquí se come casi la mitad de carne de vacuno que en 2000 (de 11,6 a 7,4 kilos por persona y año) y, en cambio, crece el consumo de frutas y hortalizas (de 148 a 171).
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