
En Vitoria se agotaron las velas y el pan
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Los pocos super abiertos se llenaron de clientes en busca de kit de supervivencia mientras varios trabajadores se quedaron atrapados en las galerías ItacaEl apagón registrado este lunes en Vitoria sacudió durante varias horas la actividad en una jornada festiva por el Día de San Prudencio -con muchos ... comercios cerrados, tráfico reducido y colegios, institutos y universidades sin clases-. Esto hizo que la capital viviera una situación de calma tensa, muy alejada del caos que pudo haberse producido en un día laborable. Con un efecto menor que en otras ciudades. Eso no evitó que entre las doce y media y las tres y media de la tarde se concentraran los momentos de mayor confusión, perceptibles en las calles y en las pocas tiendas abiertas.
«Lo que más hemos vendido han sido velas, sobre todo velas», relataba Ane Vilasan, responsable del Supercor Exprés, en la calle Fueros. Era uno de los pocos establecimientos abiertos, como fruterías y bazares, en los que la clientela buscaba velas, linternas y productos básicos. Allí la demanda se disparó poco después del corte eléctrico. Pasada media hora del apagón, el local se encontraba lleno y muchos clientes optaron por hacer acopio de alimentos no perecederos. «El pan, todas las variedades de pan, así como las latas y las ensaladas, se agotaron antes del mediodía», señalaba ya por la tarde la encargada, ocupada en reponer los estantes. A esa hora de la tarde, la clientela se contaba con los dedos de una mano.
El corte sí que se produjo en plena hora punta de compras de un festivo, similar a la de un domingo. «Había quien decía que el país iba a estar tres días sin luz, se oían todo tipo de comentarios», contaba Vilasan, que tuvo que asumir también el papel de tranquilizar a una clientela visiblemente alterada.
Las especulaciones sobre el origen del apagón se propagaban en una ciudad en la que, curiosamente, las líneas de autobús más concurridas tenían como destino las campas de Armentia y se veía a mucha gente con su traje festivo. «Ha sido cosa de Putin, una llamada de alerta para Europa, para que estemos atentos», comentaba Laura Gómez, mientras intentaba contactar por teléfono con sus amigas. La joven explicaba que, tras comprobar que no había red, pensó de inmediato en el 'kit' de supervivencia. «Me inquieta, pero peor lo pasan quienes se han quedado atrapados en ascensores o en el metro de grandes ciudades», razonaba.
El eco de las recomendaciones recientes de la Unión Europea, que aconsejan tener preparados 'kits' de emergencia, resonaba entre quienes acudían a los comercios. Mecheros, cerillas, navajas multiusos, comida enlatada, linternas y radios analógicas se agotaron en los bazares. En el local Eusdeko, en la calle La Paz, se formaron colas. «Pilas, linternas y velas», enumeraba su responsable como el 'top 3' de artículos más demandados.
También se multiplicaron las preguntas por camping gas y baterías externas para móviles. «Yo pensaba que sería un apagón de segundos, pero ha durado más de una hora», contaba el dueño del bazar, que tuvo que operar exclusivamente en efectivo hasta recuperar la conexión. «Había mucha gente y solo éramos cuatro personas atendiendo».
Cerca de allí, en el cruce excusa de calle La Paz con Olaguíbel, un conductor mostraba un gesto resignado. Aunque en las vías urbanas, el tráfico no llegó al caos, durante dos horas se vio a coches detenidos pasados el cruce y vigilantes. «Es un horror, no sé cuándo pasar», comentaba Jon Pérez desde su vehículo pasadas las doce y media. Esa vía contó co menor circulación de la habitual por el día festivo, lo que contribuyó a evitar grandes retenciones. «Menos mal que no hay ni la mitad de tráfico que en un día laborable», apuntaba un conductor ante un semáforo que no lucía ni rojo ni verde ni amarillo. Esa escena de verlos apagados y tener que circular con extrema precaución nunca la olvidará.
La velocidad prudente de esos vehículos particulares y de los autobuses de Tuvisa contrastaba con la de los efectivos policiales y camiones de bomberos en esas horas críticas. El gesto de incomprensión se repitió en diferentes puntos de la ciudad y también entre los usuarios del tranvía. Javiera Sanz, en la parada de Angulema frente a El Corte Inglés, esperaba un tranvía que no llegaba. «Tenía pensado coger el tranvía a Lakua, pero no aparece ninguna información en la parada. Tendré que buscar una combinación de bus, menos mal que no tengo urgencias», decía con un punto de alivio.
Otras de las estampas singulares que dejó la jornada se produjo en las Galerías Itaca, una zona que combina tiendas (ayer cerradas) y algunas oficinas. Al bajar la persiana uno de los trabajadores se quedó atrapado un pequeño grupo.
Jon Pérez
Conductor
En el centro de la ciudad había otras escenas más que singulares. Muchas terrazas en la plaza de la Virgen Blanca contaban con la clientela tomando algo aparentemente ajena al apagón. En un bar céntrico, en las mesas celebraron cuando los escaparates de diferentes comercios cercanos y la luz de la farmacia se iluminaron a las tres del mediodía. Una hora antes el servicio de semáforos empezó a recuperarse. Como curiosidad, este mismo lunes arrancó el rodaje en el Ayuntamiento de Vitoria el rodaje de la serie 'Innato', que protagonizan Imanol Arias y Elena Anaya. Se pudo registrar esa grabación debido a que contaban con equipos de electrógenos para asegurar el suministro eléctrico. En Bilbao, al tratarse de un día laborable, el efecto del apagón se sintió todavía más.
Dos agentes de una unidad de seguridad de la Guardia Civil salían de la subdelegación del Gobierno, en la Plaza Moyua, sobre la una de la tarde de ayer: «Tenemos que ir a custodiar el Banco de España, porque no sabemos cuánto puede durar esto, claro», explicaban antes de subir al coche patrulla, en referencia a la cercana sede bancaria situada en la Gran Vía, frente al Corte Inglés. En el interior del portalón del palacio, nerviosismo por el funcionamiento y la efectividad de los generadores.
Ana Vilasan
Supercor
«Estamos en contacto con la Ertzaintza y la Policía Municipal, para coordinarnos y atender a todas las llamadas de emergencia que pueda haber, mucha gente habrá quedado encerrada en ascensores. Nosotros estamos disponibles para ayudar en lo que sea», añadían los guardias.
Cerca de allí, enormes colas para coger los autobuses, el único medio de transporte en funcionamiento tras la clausura del metro, de donde muchos viajeros habían tenido que ser evacuados, incluso conducidos a pie por las vías en medio de los túneles en el caso de los que estaban viajando en algún convoy en el instante del apagón. En la parada de bus de Gran Vía frente al edificio Sota, muchos coincidían en el análisis: «La gente comenta que habrá sido cosa de Putin», decía con cierto escepticismo Marta Arias, trabajadora de Azkuna Zentroa que cada día coge aquí el bus para Gallarta: «Están tardando mucho porque los semáforos no funcionan», argumentaba. Detrás de ella en la fila Juan Manuel Lago, empleado de la limpieza del Guggenheim: «Estaba con unos cristales y de pronto se ha ido la luz en todo el museo. Ya terminaba mi turno y me he marchado. ¿Que qué creo? Ha sido en media Europa, dicen, así que he pensado 'ya está, vamos a la guerra'».
Llegaba el autobús 38, que hace el recorrido entre Otxarkoaga y la Intermodal, y la gente se agolpó para subir. Conducía Paula, que se levantó del asiento para dejar su puesto al relevo: «Yo he tenido suerte, otros conductores tendrán más problemas para terminar su jornada porque sus sustitutos no están llegando». Ella iba conduciendo... «y de pronto se han apagado los semáforos. He pensando 'será solo en Maurice Ravel', pero no. Enseguida han empezado a llegar las noticias por el wasap. Y claro, los peatones esperan para cruzar pero tienen que pasar. Y yo me detengo, pero el coche que viene detrás igual no y los que van a cruzar no lo ven, es mucho peligro, puede haber atropellos. Tenemos que ir muy lentos, dejar pasar, por eso los retrasos, hay un grave problema de seguridad, mira cómo está todo esto. Ha tenido que ser un hackeo a nivel global».
Allí al lado, en el bar Coffela, Jon Zaballa, de la farmacia del mismo nombre, hacía una pausa obligada: «No es solo que se te estropeen vacunas, medicamentos... que se pierden por haberse roto la cadena del frío, pues en un momento dado tenemos seguros que cubren todo esto. El problema es que la gente viene a por sus fármacos y no puedes dárselos porque pueden haberse echado a perder, no se los puedes vender así. Además, ni siquiera puedes entrar en el ordenador con la tarjeta sanitaria, donde están las recetas. Es todo un desastre. A la gente que conoces y le puedes dar lo que necesita se lo das, pero...». También 15 suarios del Funicular de Artxanda bajaron andando al pararse a medio camino. Sobre las doce y media del mediodía la unidad que descendía desde la parte alta hasta la estación inferior, ubicada en la plaza qquedó bloqueada
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