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«Soy una señora mayor y me vería sola si no fuera por esta chica. Además, tengo un marido que está regular de salud», contaba Natividad Sánchez, jubilada salmantina, mientras sujetaba el billete que no pudo utilizar el lunes. A su lado, Yobana Suero, una joven afincada en León, asentía. Se conocieron el día del apagón en la estación de tren de Vitoria, mientras esperaban un convoy hacia Salamanca que «nunca llegó». Allí mismo contaban este martes cómo ese apagón que afectó a España y Portugal dejó varados a cientos de pasajeros en la capital alavesa. «Muchos han optado por ir en otro transporte, pero no sabemos qué hacer», decía Natividad.
Ambas se pagaron de su bolsillo la noche del lunes en un hostal de la calle Dato sin obtener aún una alternativa clara. «De nuestro propio bolsillo. Y ahora nos ofrecen un tren para volver a Salamanca el jueves», añadía esta mujer, que se planteaba como opción volver a San Sebastián, donde tiene familiares, y Yobana, su nueva compañera de viaje, tiene amistades. «No nos conocíamos y ahora somos ya inseparables», decían sin perder el humor.
Su historia simboliza las molestias causadas por la interrupción del suministro eléctrico, que provocó el colapso ferroviario generalizado en la península. En la estación de la calle Dato no se formaron grandes colas el primer día tras el 'blackout', pero tampoco salió ningún tren a primera hora del martes. El primero en partir lo hizo a las 8.55, rumbo a Madrid Príncipe Pío (con parada en Miranda, Burgos y Valladolid, entre otros), con más de dos horas de retraso. El Alvia con destino Barcelona o el tren hacia A Coruña se suspendieron. Según Verónica Portell, representante institucional de Renfe en el País Vasco, el servicio «no se pudo prestar al cien por cien», aunque se fue recuperando de forma progresiva con el objetivo de alcanzar la normalidad en las siguientes horas.
Natividad y Yobana no fueron las únicas que se quedaron tiradas en Vitoria. «Había mucha gente estresada, un señor muy enfadado e incluso hubo una pelea», recordaban. Blanca Díaz también tenía previsto coger un tren el 28 de abril, pero acabó ayer solicitando el reembolso de su viaje a Salou. En taquilla le sellaron un justificante de Renfe que acreditaba la cancelación del trayecto por 'apagón'. «Me ofrecen viajar a Barcelona este miércoles (por hoy) y ya no me conviene». Buscó alternativas. «Miré en Blablacar, pero estaba todo lleno. Y no había buses directos», lamentaba.
Mientras la estación de Vitoria parecía una sala de espera, en el tranvía fue una jornada usual y en la terminal de autobuses de Lakua no se registraron incidencias, salvo problemas puntuales con el pago electrónico en algunas máquinas. Hacia allí se dirigió en taxi Francisca Gacitúa, joven vitoriana que trabaja en el hospital de Miranda de Ebro, tras ver que el tren que suele coger con destino al municipio burgalés, el de las 7.40, se retrasaba. «Muchos han optado por coger un vehículo particular, pero yo confiaba en que saliera tras consultar la web de Renfe», explicaba un cuarto de hora más tarde. Todavía tardaría un rato en arrancar.
Esa opción no era posible para todos. «¿En silla de ruedas a dónde voy a ir en autobús?», decía Pilar Funes, que llegó a la estación de Dato sobre las nueve de la mañana con billetes del día para viajar a Madrid. Dos horas más tarde partió en ese tren con la intención de conectar hasta Jaén para reencontrarse con su familia. «Primero me han dicho que la conexión al sur no estaba garantizada y que los trenes de Vitoria a Madrid van con retraso, pero más tarde me han dicho que sí podré llegar», explicó.
Conforme pasaron las horas trayectos como el de Madrid fueron recuperando su ritmo habitual. Edurne Alonso también sintió alivio al ver que había un retraso en su tren a la capital, y no una cancelación. Viajó ayer con sus hijas en un convoy que partió a las 11.00, unos veinte minutos después de lo previsto. «Teníamos muchas dudas. Mi hija mayor vino en bici a comprobar que salía y yo trataba de contactar con Renfe, pero el teléfono no funcionaba bien», relataba. Incluso buscó la opción de autobús, pero estaban «todos completos». En todo caso restaba gravedad a su caso. «Lo peor se viviría el lunes. Pero en nuestro caso, al vivir en Vitoria y no tener ninguna urgencia, no hubiéramos tenido un gran problema», comentaba dibujando una sonrisa que reflejaba tranquilidad por poder pasar unos días de vacaciones según lo previsto.
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