Transexualidad infantil en Euskadi: «Desde muy pequeña noté que algo no era como me decían»
La mitad de los 258 vascos que iniciaron en 2021 su cambio de sexo, el doble que los dos años anteriores, son menores de edad, que solo podrán acceder al tratamiento hormonal en la pubertad y a la cirugía genital cuando sean adultos
Terry Basterra | maría rego
Domingo, 30 de octubre 2022
Amets nunca quiso ponerse falda, ni llevar «brilli brilli», y hasta que su amama no le cosió un pantalón para aquella muñeca que le regalaron por Navidad se negó a jugar con ella. «El primer año le vestí como una niña, porque para mí lo era, pero después ya no hubo manera. Íbamos a comprar ropa y siempre tiraba para la de chico», recuerda su madre, Silvia, que prefiere no compartir su apellido, ni el nombre real de su hijo, que es ya un adolescente. Con 13 años, este vitoriano se encuentra en el tránsito hacia una identidad que, con pequeños detalles, expresó desde crío. «Siempre notamos que había algo diferente a la hora de jugar, de comportarse....».
El camino, retrata la madre de este alumno de segundo de Secundaria, es «como un volcán de emociones». Después de cambiar el fondo de su armario para vestir como un niño vino el corte de pelo... y el pasado verano, por ejemplo, le dieron el DNI que ya refleja el nombre con el que se siente identificado. Es sólo un documento, un papel, pero es otro indicador de que «cada vez está más cerca el final de esta lucha por ser quién es». Y esta batalla, la suya, pero también la de muchas otras personas de diversas edades, está de nuevo en los medios. El enfrentamiento entre los socios del Gobierno central tras la decisión del PSOE de prorrogar por tercera vez el plazo para presentar enmiendas a la 'ley trans' ha vuelto a traer la transexualidad a la actualidad.
Esta es Mei y ella misma nos cuenta el camino que debió recorrer.
En Osakidetza hay una unidad que arropa y acompaña a estas personas en este tránsito. Es la de Identidad de Género (UIG) de Cruces, en Bizkaia, para todo Euskadi. Creada en 2009, ha atendido a 851 usuarios desde su puesta en marcha. Amets es uno de ellos. Este equipo ha visto cómo en el último lustro se ha producido un incremento «exponencial» de los usuarios que reciben. Durante sus primeros años de funcionamiento la unidad ha atendido a entre 18 y 51 pacientes por ejercicio. En 2018 se produjo el primer gran aumento. Trataron a 109. El segundo ha tenido lugar el pasado año. Asistieron a 258 personas en su proceso de tránsito. De ellos, 132 eran menores de edad y 84 aún no habían cumplido los 16 cuando acudieron a su primera consulta, según los datos facilitados por el hospital de Cruces.
La Unidad de Identidad de Género está integrada por profesionales de diferentes servicios del centro. Es una de las más veteranas de cuantas existen en el Sistema Nacional de Salud. Durante su primera etapa, la puerta de entrada de los pacientes era el área de psiquiatría. Desde 2018 esta labor la realizan los endocrinólogos. Aquel año se produjo el suicidio de Ekai, un adolescente transexual de Ondarroa. Osakidetza apostó entonces por asumir el exitoso modelo holandés. Era algo que pedían desde la asociación Chrysallis en Euskadi, y su heredera Naizen, donde Silvia encontró apoyo y respuesta a todas las dudas que le asaltaban con Amets. Se trataba de cambiar el enfoque del acceso a este equipo y evitar que se pudiese abordar «como una enfermedad algo que no lo es», apunta Jaime Caramés, cirujano plástico que lleva en esta unidad desde su creación. Aquel año se produjo el gran salto en la petición de consultas.
El segundo se produjo el pasado ejercicio. Para los facultativos, estas 'avalanchas' tienen dos explicaciones. Por un lado, arrastran un número de usuarios acumulado durante 2020 por la pandemia. Por otro, es consecuencia de la «evolución de la sociedad». Se trata de un aumento que no se da solo en Euskadi. Es generalizado en el resto de Europa y en Estados Unidos, según señala el endocrinólogo Pedro González, el profesional que supervisa los tratamientos hormonales de estos pacientes.
Su colega Itxaso Rica trabaja en la UIG desde 2013. Aquel año fue cuando se acercó a Cruces por primera vez una familia con un niño cuya identidad no correspondía al género masculino que se le asignó al nacer. Tenía cinco años. Rica es una de las endocrinólogas pediátricas que habitualmente recibe a las familias y sus hijos con una «incongruencia de género» en una primera consulta. El equipo les informa y acompaña durante esos primeros años. Entre estos profesionales hay también psiquiatras y psicólogos clínicos. Todos los pacientes -también los adultos- son atendidos por estos profesionales para descartar psicopatologías que puedan interferir en su toma de decisiones y les aportan herramientas tanto a ellos como a sus padres para gestionar el proceso de tránsito. A cada usuario se le da todo el tiempo que necesita.
Si al iniciar la pubertad esta persona mantiene una identidad de género diferente a la del sexo que se le asignó al nacer, y esto le genera malestar, podría iniciar un tratamiento farmacológico. Esto no ocurrirá nunca antes de los diez o doce años. Consiste en administrar «unos bloqueadores de la pubertad» por los que dejan de segregar testosterona o estrógenos. «Impiden también que se desarrollen los caracteres secundarios como la nuez, el vello facial, el pecho...», detalla Rica. Entre los factores relevantes de esta medicación, destaca la especialista, está el que es un tratamiento reversible. En caso de que se deje de tomar, el cuerpo vuelve a generar las hormonas propias del sexo con el que nació. «Por eso se puede empezar con él a una edad temprana», aclara.
«Cambio a mejor»
Uno de los cambios que han notado los especialistas de esta unidad es que las familias de un niño o niña 'trans' cada vez asimilan mejor esta situación. Eso permite también que los menores inicien antes el proceso de transición social y lleguen a Cruces con él mucho más avanzado y, en un porcentaje alto, ya completado. Eso, reconoce el cirujano Jaime Caramés, puede ser «un factor condicionante de su evolución», pero en la inmensa mayoría de los casos, si se hace de forma adecuada en un menor con clara y mantenida incongruencia de género, le facilita la vida. «Empezar a una edad temprana -añade Rica- favorece que se sientan integrados a nivel social, vayan bien en el colegio y no lleguen a sentir disforia» (tristeza e irritabilidad) por su sexo. El riesgo está, indican los especialistas, en que menores que no tienen realmente una incongruencia de género hagan una transición social. Por eso hay que «ser prudentes».
No hay que pasar por alto que el riesgo de suicidio es «entre seis y doce» veces mayor en personas 'trans' que en el resto de la población y una parte importante de las que dieron el paso sufrió 'bullying' durante su adolescencia. Cuando la transición hacia el género que siente ese crío se produce antes se pueden reducir esos traumas. Los niños aceptan mucho mejor este tipo de cambios en personas de su entorno que los adolescentes y adultos. «Amets ha tenido desde el principio a toda su familia de su lado y fuera, como en el 'cole', siempre ha sido también muy querido», reconoce Silvia, que sabe que otros menores no están tan arropados.
Estos factores hacen que los facultativos lo tengan claro. «La evidencia científica avala que el tratamiento hormonal mejora la calidad de vida y la salud mental de estas personas», recalca Pedro González, quien insiste en que «su vida cambia a mejor». Amets es hoy «un niño feliz» aunque le gustaría que su transición terminara «ya», dice su madre. A los 11 años, hace ya un par, pisó por primera vez la Unidad de Identidad de Género de Cruces y hoy recibe medicamentos bloqueadores para impedir que se desarrolle como mujer. «Me decía 'mamá, yo no quiero que me baje la regla'. Eso le angustiaba», comparte Silvia, consciente de lo complicado de «vivir en una persona que no eres tú».
Este es un esquema del proceso habitual.
6% de abandonos
Se trata de ayudar a dar el paso y prescribir el tratamiento de forma temprana para que este sea reversible durante sus primeras etapas y se pueda abandonar, si se diese el caso. Aunque, hasta el momento, en Cruces, el porcentaje de las personas que lo inician y lo dejan es mínimo. En torno al 6%, apuntan los endocrinólogos. A estos hay que añadir otro 5% de pacientes que acuden a la UIG con una diversidad de género diferente a la transexualidad y que son dados de alta de esta unidad.
Los especialistas prevén que este aumento de usuarios en la unidad se puede mantener en los próximos años. Hacia ello apuntan sus listas de espera. Para una primera consulta con los endocrinólogos se intenta que estas personas no tengan que esperar más de un mes. Aunque no siempre es posible garantizar estos plazos. A nivel quirúrgico, los tiempos son mucho más dilatados. Las operaciones están limitadas a las personas que, una vez llegan a la edad adulta, quieren completar con una intervención estética su proceso de transición.
Durante el pasado año, los cirujanos plásticos que colaboran con este servicio realizaron sesenta intervenciones a personas transexuales. Las más frecuentes fueron las mastectomías -32- para retirar el tejido mamario. Las más complejas y prolongadas son las de reasignación genital. Un total de nueve practicó Osakidetza en 2021 en el hospital vizcaíno.
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