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La cocina del número 3 de la calle Mondragón de Vitoria dista bastante de la de un restaurante al uso. En esta no se piden comandas a gritos (ya saben, «¡una de rabas, un pintxo de tortilla!») ni se mantienen los fogones encendidos hasta última ... hora del día o ya entrada la noche. Es cierto que el último turno que se registra cada día de lunes a viernes finaliza a las cuatro de la tarde. Pero la principal diferencia con el resto de hornos no está en esos horarios -idílicos, seguro, para muchos hosteleros- sino en la plantilla que conforma las instalaciones pertenecientes a la empresa Indesa.
Entre esa veintena de empleados se encuentran Alejandro de Mereci (29 años), Mikel Martínez (35) y Jessica Alzaga (37 ); tres jóvenes alaveses con discapacidad psíquica (en el primer caso) e intelectual (en el resto) que han logrado un empleo estable gracias al propósito que desde 2010 persigue esta organización dependiente de la Diputación de Álava.
«Nosotros hacemos tareas de limpieza, de jardinería, de lavandería o de cocina. Pero nuestro objetivo principal es dar empleo a personas con discapacidad», resumen desde los mandos de la entidad, que porporciona trabajo a 900 personas, un 40% más que hace diez años. «Se trata de contribuir a la plena inclusión social y laboral de las personas con discapacidad», apostilla Gorka Urtaran, diputado Foral de Políticas Sociales, que indica que nueve de cada diez personas empleadas que se distribuyen entre sus 50 centros de trabajo tiene alguna discapacidad.
En realidad, este impulso parece sustancial porque la tasa de empleo a nivel nacional de las personas con discapacidad es todavía del 24 %, según cifra el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los protagonistas de estas páginas se han empleado a fondo en sus estudios -de Restauración y Cocina- y, por ellos, forman parte de ese limitado porcentaje de empleados. Los tres, que trabajan en sintonía y se han convertido en colegas, se dicen «afortunados».
En su entorno más cercano observan cada día cómo otras personas con discapacidad abordan un panorama laboral cuesta arriba. Los prejuicios o el desconocimiento siguen presentes en muchos negocios ordinarios. Y es que esa es una de las razones por las que casi toda su trayectoria está ligada a Indesa. «Si no me hubieran cogido aquí, estaría trabajando en el bar con mi aita», resume Martínez. «Hay empresas que dan por hecho que no valemos. Se sorprenderían si diesen más oportunidades», remarca mientras los demás asienten.
Ellos mismos recuerdan que, cuando les llegó el momento de mandar currículums, no esperaban encontrar una oportunidad con facilidad. «Nunca me veía segura de mí misma porque al tener 'mi carácter' era complicado. Esa sensación no se me pasó hasta que acabaron mis primeros meses de trabajo», explica Alzaga, que no tiene claro qué palabra escoger para definir su discapacidad. «Siendo una persona un poco especial, no te cogen en cualquier sitio. Así que, sí, siempre tenemos miedo», conviene con delicadeza De Mereci.
«Yo quería trabajar, donde fuese. Pero si no me hubieran cogido aquí, estaría empleado en el bar de mi aita»
«En los primeros meses de trabajo no estaba segura de mí misma... Pensaba que al tener 'mi carácter' era complicado»
«La cocina es mi pasión. Ser camarero también me gusta, pero el trato con el cliente me cuesta más, me pongo nervioso»
En la mañana en la que este periódico visita el centro en el que trabajan el menú para las residencias forales -a las que se dirige el catering que preparan-, está compuesto de ensalada, puré, carrilleras y una pieza de fruta como postre. En total reparten un millar de comidas diarias. Jessica, que desempeña en esta ocasión el puesto de encargada de equipo, ordena las tareas a sus compañeros sin que en ningún momento le falte una amplia sonrisa. «De pequeña siempre cocinaba con mi 'ama' en casa. Era su pinche. Por eso me metí en cocina. Era lo que quería hacer», expresa.
Una historia similar comparte Alejandro que, después de picar todo tipo de carnes, verduras y pescados, se esmera en sacar brillo a cada uno de los recipientes pesados que caen en el fregadero. «Esta cocina no es como la de casa, ¿eh?», puntualiza, antes de arrancar su narración. «Yo tengo pasión por este mundo. Ser camarero también me gusta, pero el trato con el cliente me cuesta más, me pongo nervioso. Mi madre ha sido cocinera toda la vida en los hospitales y he aprendido mucho de ella. Aunque ahora nos cuesta cocinar juntos porque a mí no me gusta seguir las recetas al pie de la letra y a ella sí», explica con cierta picardía.
Mikel estaba «abierto a todo». «Yo quería trabajar, donde fuese», dice a la par que coloca la comida envasada en las cámaras refrigeradoras. «Me gusta la cocina, pero también la carpintería y juego en el Alavés Genius. Así que lo que saliera, estaba bien».
- Y... ¿cómo es el ambiente aquí?
- A parte de las diferencias, son todos muy majos (bromea.)
Cada vez son más las empresas que apuestan por el talento de las personas con discapacidad, pues su rendimiento es igual o mayor que el de cualquiera. Si bien es cierto que se ha avanzado considerablemente en materia de sensibilización, su tasa de actividad es aún exigua. Sólo el 39% de vascos con discapacidad física, psíquica, intelectual o sensorial se encontraba en activo en 2021, según los datos más recientes publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). El informe, por tanto, deja fuera del mercado laboral al 60% de este grupo. Y eso que Euskadi se encuentra algo por encima de la media, situada en el 34%, y es la quinta comunidad autónoma que agrupó una tasa mayor de actividad del colectivo de personas con discapacidad hace dos años.
Un entorno adecuado
Estas cifras que de un vistazo pueden parecer positivas tienen, en realidad, dos caras. Hay que tener en cuenta que gran parte de estos empleos se formalizan dentro del contexto de los Centros Especiales de Empleo (CEE), unas empresas reguladas cuyo personal está compuesto, como mínimo, por un 70% de personas con discapaciadad, y que trabajan por la inclusión laboral de las personas de este colectivo en las empresas ordinarias.
En Álava, de acuerdo con el Registro Vasco de Centros Especiales de Empleo de Lanbide, están en funcionamiento 18 CEEs repartidos por varios puntos de la capital alavesa. Destacan iniciativas como Ilunion Retail, Asociación de Autismo de Álava, Laboraba o Gureak Álava. Esta última trabaja por la inclusión laboral con una plantilla de casi 5.000 personas con discapacidad distribuidas por todo el País Vasco. Pero, además, se encarga de orientar y ofrecer un plan personal de búsqueda activa de empleo a cada demandante. Con ellos, ahondan en aspectos psicológicos como la motivación, la formación ocupacional, las habilidades sociales y de comunicación o la mejora de su currículum profesional. Mientras tanto, Bizkaia acoge 52 centros de este tipo y Gipuzkoa a una veintena.
La importancia de encontrar una ocupación o trabajo, no solo redunda en el bienestar y la autonomía del afectado, sino también en sus familias o tutores.
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